Los Cuentos Infantiles deberán ser re-escritos. Si a la poca costumbre de leer que les va quedando a los chiquilines le agregamos lo anacrónico e hijoputista de los cuentos infantiles, seguramente ninguno de nuestros nietos se va a prender de la literatura.
Fue así que empezamos a re-escribirlos y si Uds. son tan amables, podrán leerlos cliqueando en la etiqueta que aparece al final -> La Galanga Infantil.
Hoy toca un cuento conocido y con múltiples versiones, sin contar ésta, la mejor: la de La Galanga.
Hoy, para La Galanga Infantil: El flautista de ADEOM
En una ciudad de esta comarca conocida como
Hamelín, perteneciente al Centro Comunal Zonal del Prado, la gente vivía feliz y contenta hasta que un día, uno de los panaderos dio la voz de alarma:
- "¡Me cago en diez! ¡Hay ratones en mi panadería!"
Obviamente la gente salió a protestar. Pedían la cabeza del Intendente el
Pelao-Martínez, de los dirigentes de
ADEOM (
Agrupación de
Desparramadores y
Esparcidores
Organizados de la
Mugre) y, por añadidura, del
Ministro Boboni al que se le pide renunciar hasta por el gol que erró
Godín.
Y a pesar de los camiones de recolección de basura nuevos, de las campañas para recoger los desechos grandes y tantas cosas más, las ratas y ratones se multiplicaban a más no poder en
Hamelín.
Uno de esos días, en que las cosas estaban más que caldeadas, uno de los integrantes de la
Banda Municipal de Música (el flautista, para ser más exactos) largó una propuesta que generó risa en el gremio e incredulidad en el intendente: él, tocando la flauta, iba a acabar con todas las ratas. Al principio pensaron que con algún sonido muy agudo (y destemplado, porque el flautista era bastante malo) iba a hacer que las ratas se murieran de un derrame cerebral. La cuestión es que el
flautista de ADEOM pidió (por su trabajo) una extensión horaria y una dedicación compensada en su sueldo lo que lo llevaba a más del doble y le iba a permitir jubilarse con una jubilación que iba apagar
PIAS y todo.
Sin un acuerdo firmado el flautista se puso a tocar la flauta (una de
NoTeVaGustar) y las ratas, como por arte de magia, se fueron juntando tras él y lo siguieron, bailando, como hipnotizadas. El flautista siguió tocando su musiquita y las llevó hasta el arroyo Miguelete donde las ratas se fueron metiendo en el agua muriendo intoxicadas.
Al haber muerto la última rata el flautista se reunión con el Intendente y la Junta Departamental pero todos se hicieron los distraídos y no le dieron lo prometido.
- "¡A sí?! ¡Ya verán!"
El flautista empezó a tocar otra música (creo que era una del gordo
Gucci) y sin que nadie se diera cuenta todos los niños de la ciudad se fueron hipnotizando y siguieron al flautista. El flautista los escondió en una casa que tenía en las afueras y les puso
Netflix para que no se aburrieran.
Al caer la noche (no antes) los padres, madres y tutores empezaron a notar que sus hijos no estaban. ¡¡Un despelote hicieron!! ¡¡Otra vez a pedir la cabeza de
Boboni!!
Acá volvió a aparecer el flautista, dijo que tenía a todos los niños secuestrados y que solo los iba a soltar si cumplían lo que habían prometido con su sueldo.
El Intendente aflojó y se quejó de la actitud del sindicato de
ADEOM que ahora no solo defendía a los que no juntaban la mugre y favorecían las ratas sino que también se ponían de acuerdo con secuestradores de niños.
Boboni salvó otra vez su pellejo y dijo que los niños no deben de quedar solos sin cuidados de sus padres.
Y un grupo mayoritario de padres, madres y tutores le pagaron un sobresueldo al flautista para que entretuviera a sus hijos cuando se iban a trabajar.
Comentarios
Muy Bueno este y todos los previos cuentos, che!
Alejandro
Excelente!
Silvana Campos