miércoles, 24 de mayo de 2023

Las manos ásperas


por Verdecito

Así fueron las cosas aquel día de otoño en que el sol entraba como espadas por las ventanas de la calle Hocquart y se bailaba sobre un piso de linóleo que parecía la lava del Vesubio cayendo sobre el mapa de Italia mientras explotaba la guerra y el hambre y el exilio de miles que huyeron hacia América en busca de consuelo cuando a muchos se los tragó el mar y a otros tantos la propia tierra que labraron con yunta de bueyes bajo un sol enceguecedor, con la piel y la garganta resecas, las manos ásperas y los ojos melancólicos de los albañiles y de los feriantes cocoliches voceando tangerinas dulces entre el cacareo histérico de las gallinas en las jaulas y los chanchos resbalando sin poder afirmarse en el hormigón del mercado.

Yatasto / Collage digital / PhC25
2021 / Yamandú Cuevas.

Eso mismo pasó el día que el silbato de la fábrica tuvo algo de bocina de barco despidiendo a los tanos que partían a ganarse el pan de cada día con el sudor de su frente, para construir la casa propia mientras criaban hijos a pura teta y pan duro y maldecían a los criollos que comían carne el viernes santo cantando canciones subidas de tono entre el vino y el humo.

Mi abuela, que era española de mantón celeste y rosario en la mano les pedía a los tíos que por Dios no hicieran eso, pero ellos, que no creían ni en el Che Guevara, no hacían caso a nadie dale que dale a la guitarra y al bandoneón. Cuando vi venir a Don Éttore con el facón atravesado en el cinto, jamás hubiera imaginado que cantara tan lindo y sobre todo que cortara tan bien aquel cordero de Dios.

 

Tomado de libro “Sigan la imagen” de la Editorial “El que piensa pierde”/ 2020, para La Galanga, el 18 de mayo de 2023.


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