In Invernum qualqum soreteae fiumo expelent

DEFINICIÓN


galanga (diccionario de la real Academia Española)

3. f. Bacín plano con borde entrante y mango hueco, para usar en la cama.

sábado, 11 de mayo de 2024

Volver

por Odoacro

 

A medianoche me levanté para ir al baño, a mi edad es algo normal.

La próstata dijo el médico.

Volví a la cama con frío y me tapé hasta las orejas, usé mi truco secreto, imaginar que estaba parado en el salón de clase dando la lección mientras Julieta, la maestra, me miraba seria pero cómplice, creo que no pude dormirme, decidí volver al baño.

 

Caminé al oscuro; medio dormido debo haber confundido el camino porque me pareció dar más pasos de los habituales, encontré la puerta frente a mí, no al costado. Busqué a tientas el interruptor, cuando por fin hubo luz reconocí las paredes azules pintadas al aceite, las baldosas blancas y negras, el calentador a alcohol en la ducha.

Al salir crucé despacio el corredor para no despertar a mis padres que dormían en el dormitorio de la derecha.

Mis abuelos, ya estaban en la cocina, el abuelo con el fuego encendido preparaba su desayuno, tocino y una enorme costilla, mientras escuchaba la vuelta ciclista en la Telefunken ubicada en un estante alto en el límite con el comedor; como siempre me alzó y besó, su cara con barba de tres días daba cariño, pero lastimaba.

Abuela luego de su beso me preparó un tazón de café con leche acompañado de pan, manteca y dulce de membrillo.

La cocina estaba contra la vereda de la calle Figueredo, solo tenía un tragaluz por el que se oía, pero no se veía lo que pasaba afuera

No era un inconveniente en esa casa sin timbre y de puerta a la que nunca se le pasaba llave, los vecinos entraban sin llamar, o goleaban las manos en el tragaluz.

El lechero anunciaba su llegada con un grito contenido, el chillido de las ruedas del carro le agregaba música

Pedí el jarro de latón y salí a buscar los tres litros de leche diarios.

Con las dos manos, despacio, llevé el tacho hasta la mesa de la cocina y volví a la calle.

Apenas amanecía, pasarían horas hasta que llegara mi primo y compinche, a eso de las diez u once.

Había llovido, y la helada congelaba los charcos; con un palo saqué una capa de hielo y la guardé en el congelador para mostrársela luego.

Cuando llegara no habría hielo, y quizá tampoco charco.

Me distrajo un ruido que subía por Antolín Urioste, parecía un desfile de carnaval, o la llegada de un circo.

El loco Aparicio encabezaba la marcha cantando e invitando a bailar a las vecinas. Detrás, La Loca de los Patos, Bombón en su caballo moro, El Chifle Lafluf en su bici, las gitanas.

Fui a buscar mi tambor de lata y marché con ellos. Al llegar a la avenida nos agarró la noche, todos desaparecieron. Volví solo, agotado.

Me acosté sin hacer ruido para no despertar a mis abuelos.

A eso de las tres me levanté al baño, a mi edad es algo normal.

La próstata dijo el médico.


Comentarios


Me encanta. Divino relato.
Yamandú Cuevas

1 comentario: