In Invernum qualqum soreteae fiumo expelent

DEFINICIÓN


galanga (diccionario de la real Academia Española)

3. f. Bacín plano con borde entrante y mango hueco, para usar en la cama.

sábado, 14 de enero de 2017

La Bella Durmiente

Los Cuentos Infantiles deberán ser re-escritos. Si a la poca costumbre de leer que les va quedando a los chiquilines le agregamos lo anacrónico e hijoputista de los cuentos infantiles, seguramente ninguno de nuestros nietos se va a prender de la literatura.
Fue así que empezamos a re-escribirlos y si Uds. son tan amables, podrán leerlos cliqueando en la etiqueta que aparece al final -> La Galanga Infantil.
Esta vez le toca a La Bella Durmiente de los increíbles Hermanos Grimm, cuyo cuento fue pasado a dibujitos animados de Disney y tantos más.


Hoy, para La Galanga Infantil: La Bella se durmió flor de siesta.


En un reino muy lejano, tan lejano que no estaba ni en Wikipedia, había una pareja de reyes que todavía no habían tenido ningún hijo. La Reina estaba muy triste y el Rey muy preocupado: a él le habían prevenido que dos por tres, cuando los reyes no cumplían, a las reinas se les aproximaban edecanes serviciales.
Un día estaban tomando un trago a lado de un estanque y una rana saltó fuera del agua y les dijo: "Antes que termine este año tendrás una hija muy bonita".
Esto les llamó poderosamente la atención por dos cosas: nunca antes habían oído hablar a una rana ... ¡y ya estaban en agosto y la reina no tenía ni un poquito de panza!"
Así y todo nació la niña como había dicho la rana.
Y para el cumpleaños de Un Añito hicieron flor de fiesta. El Rey invitó a todas las Hadas de su reino (que eran trece; mal número, pero en fin!). La Reina, que había tenido algunos problemas con una de las hadas que no se había avenido a eliminarle unas arrugas del cutis, le mandó la invitación a solo doce, dejando a esta última con muchísima bronca.
El día del cumpleaños, antes de cortar la torta, empezaron a desfilar las Hadas invitadas a darles sus regalos que eran deseos que se iban a cumplir, profecías, digamos. La primera le auguró la belleza más exquisita, la segunda una bondad incomparable, la tercera una modestia fuera de rango y así hasta que cuando la número once terminó de decir que la niña iba a ser buena en matemáticas se apareció por una ventana el Hada mala que no había sido invitada. ¡Una bronca tenía...! Entre palabrotas y palabrotas (que por ser un cuento infantil están censurados; el abandono de los hijos, el trabajo infantil, etc. no lo están y abundan en este tipo de cuentos) la maldijo diciendo que cuando cumpliera 15 años se iba a pinchar con una aguja de una jeringa contaminada y se iba a morir.
La echaron a patadas pero el maleficio estaba hecho.
Los Reyes agarraron al Hada número Doce y la patotearon para que arreglara eso. Lo único que pudo hacer fue cambiar el resultado: en vez de morirse se iba a quedar dormida 100 años.
El cumpleaños terminó horrible: los invitados se llevaban los regalos y hasta hubieron quienes se robaron algunos vasos.
Desde entonces la niña creció más que cuidada. Hasta juntaron firmas para no vacunarla pero no tuvieron suerte con el Ministerio de Salud de su Reino.
La cuestión es que cuando estaba por cumplir los Quince el Rey decretó que se confiscaran y destruyeran todas las jeringas y agujas de su Reino; había que prevenir.
El día del cumpleaños de sus quince, la princesa (a la que le habían puesto Bella de nombre; ¡qué originales!) andaba hurgando por allí cuando encuentra un pequeño cofrecito de su madre donde guardaba las jeringas de Botox con las que un Cirujano Plástico del Reino Vecino le inflaba los labios. La princesa Bella abrió el envase y, como era de esperarse, se pinchó con la aguja y se quedó dormida.
Pero no solo se durmió ella: se durmieron los padres, los edecanes, los perros, los caballos, los guardias. Hasta la telefonista se durmió. Los que no se durmieron fueron los campesinos que, sin Rey al que pagarle tributos, hicieron una Cooperativa y hasta exportaban trigo.
Pero el castillo quedó triste, solo y abandonado como en los tangos. Se llenó de yuyos y plantas con espinas y casi desapareció de la vista.
Solo los campesinos sabían que existía y la cosa quedó como una leyenda: la princesa y toda la gente estuvieron dormidos 100 años.
La verdad es que es una de las cosas difíciles de creer: cien años sin comer. ni beber, acostados ... ¡¡se llenan de éscaras!! Pero bueno, démosle una licencia literaria.
Varios tipos querían entrar al castillo, muchos seguramente a saquearlo, pero era casi inaccesible.
Un príncipe vecino, paseando y al pedo por esta Cooperativa Agraria, se enteró de que hacía justo 100 años había pasado lo del pinchazo de la princesa. Y le picó la curiosidad. Se metió entre ramajes y espinas, entre ruinas y puertas trancadas hasta que llegó a la princesa, tirada en el piso y dormida. Cualquiera se imaginaría que estaría tapada de basura y polvo, de telas de arañas de cien años de antigüedad. Pero no; estaba como si recién se hubiera caído: es otra licencia literaria. El príncipe había escuchado por allí que si le daba un beso se iba a despertar, se enamoró, le dio el beso prometido en el instante justo en que se cumplían los 100 años del hechizo, la mina y todos los demás se despertaron de la larga siesta y nadie les pudo hacer entender que con beso o sin beso la princesa se iba a despertar solita.
La cuestión es que se casaron, fueron muy felices y fueron siempre imitados por las divas de la TV que tienen novios casi cien años menores!!


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