In Invernum qualqum soreteae fiumo expelent

DEFINICIÓN


galanga (diccionario de la real Academia Española)

3. f. Bacín plano con borde entrante y mango hueco, para usar en la cama.

jueves, 23 de marzo de 2023

Los nombres han sido cambiados para proteger a los inocentes


por Odoacro

Apenas pasabas la puerta veías el cartel de chapa en la pared “¡PELIGRO! INFLAMABLE”.

-Ese cartel lo puse por estos borrachos, les arrimás un fósforo y arden como un bonzo.

 Tenía las paredes cubiertas de carteles viejos, publicidad de hojillas de fumar, nombres de calles, “Prohibido hablar al conductor”, “Prohibido salivar”.

Una flecha señalaba el único baño, y en la puerta, un cartel de “Pare” y otro, “En caso de incendio no utilice el ascensor”, desconcertaban al apurado, la misma puerta del lado de adentro tenía el suyo “Sin Salida”.

Solo había dos fotos, una del Mago y una del Pocho al lado de un camión de bebidas.

El boliche del Pocho Tabárez abría a las 10  y cerraba cuando se iba el último borracho.

Si llegabas un poco antes tenías que golpear y esperar que te atendieran o El Chingo, un homosexual sin edad, podía tener 60, 45, era indefinible, -un pobre tipo golpeado por la miseria y la marginación - o una gurisa de 12, a 20 años, nunca la misma.

-Mi sobrina, decía. No preguntábamos.

El flaco Ceriani reía, 
-¡El Pocho no se priva de nada!

 Si el que abría era él, tenías que esperar que enrollara la colchoneta en la que dormía detrás de la barra y levantar la plataforma de madera para poder bajar al sótano húmedo, entre mojado y 10 cm de agua, según la época del año.

Mientras el Flaco y el Pileta abrían el sótano, él contaba sus problemas hepáticos, sus diarreas, y  raspaba, descascaraba meticulosamente con una sevillana, la herida incurable de su pierna   
 - La diabetes, decía.

Alguna vez terminaba su relato con una queja  -Lo mío fue injusticia. Un error.

Si llegabas a eso de las 12, el Pocho ya estaba entonado, te veía entrar y servía tres vasos de caña.

- Para los colegas, siempre está la copa servida, decía.

A esa hora no se abría el sótano, la cerveza quedaba contra el baño.

Era evocar un pasado mejor, había sido dueño del reparto de la foto en Ciudad Vieja; el Flaco trabajaba con él.

Conocíamos su historia. Todas sus variantes, alguna vez más trágica, otras más jocosas, según el grado alcohólico del Flaco.

-Andaba cruzado con un fiolo por una pupila del Universal, nos dejó descargando en el Mercado y se fue al bar de Piedras y Colón, media mañana, lo vio acodado en la barra y le pegó tres tiros.

-El camión del Pocho era un Cantegril - decía el Flaco Ceriani, y reía.

-Éramos unos mugrientos; los clientes, cuando llegábamos, no sabían si íbamos a vender o a robar. ¡Qué buenos tiempos!

El error le costó diez años en cana.

Al salir descubrió en Piedras Blancas ese local cerrado hacía varias décadas. Preguntó en el barrio, nadie sabía. Arrancó el candado oxidado y armó el bar a su manera, sin un peso y sabiendo que podría durar poco, un día aparecería algún heredero. No apareció.

Un viejo almacén que aportaba mostrador de mármol y alguna estantería. En la feria de Piedras Blancas fue agenciándose vasos, mesas, sillas, carteles.

Los viejos colegas le fueron consiguiendo bebidas que siempre pagó.

-Me fían porque saben que soy una persona de bien, terminé en cana por un error.

-Perdí el reparto, perdí todo.

-Una injusticia pobre infeliz, el mismo color de pelo, vestido igual. Se lo expliqué al comisario.

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Grande Odoacro
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