In Invernum qualqum soreteae fiumo expelent

DEFINICIÓN


galanga (diccionario de la real Academia Española)

3. f. Bacín plano con borde entrante y mango hueco, para usar en la cama.

viernes, 20 de septiembre de 2024

Silvia


por Yamandú Cuevas

Cuando ella me habla y yo no quiero escucharla, me refugio en un estado mental como una casa a la que por más que le tape hasta la última hendija se le cuela el chiflete invernal. No hay persiana, ni chorizo de arena, ni polyfom, ni burlete que pueda impedir que su voz chillona penetre hasta mi zona más inestable. En vano cierro, tapo y obturo toda ranura, toda luz que por pequeña que sea, se cuela, se filtra moviendo las telarañas sucias y las cortinas. Iba a decir que no hay forma de no verla, pero debo decir que no hay forma de no oírla.

Ayer mismo me contaba que venía desde el centro, que había pasado por la tienda a ver unos pantalones de abrigo que le gustaban pero que no había talle, o color, y algo que le dijo Marucha (o Marcia) no sé bien. Y que la había llamado Raquel por no sé qué y para preguntarle qué vacunas tenía que darle al perro.

Yo hacía que la escuchaba pero apenas si captaba algunos retazos del monólogo. La mesa estaba servida y los platos humeantes. Me concentré en hacer círculos sobre el cuadriculado del mantel. La leve presión de la punta del cuchillo dejaba una marca que durante algunos segundos era visible pero que se esfumaba cuando empezaba a hacer otro adentro, de modo que para hacer tres al hilo debía apurarme. El tema era que si me apuraba ella se iba a dar cuenta que estaba ido. Me diría que ahí estás de nuevo ignorándome olímpicamente y todo lo demás que seguiría inexorablemente. Así que dejé de dibujar y me quedé sosteniendo el cuchillo apenas dejándolo caer verticalmente por su peso hasta que marcara un puntito en el mantel. Entonces el juego fue ver cómo volvía a caer en el mismo sitio redibujando la huella antes que desapareciera del todo. Así una, dos, diez veces mientras ella seguía hablando.

Unos segundos antes de “¿Vos me estás escuchando Joaquín?” sentí cierto agrado en el tacto del mango del cuchillo. No era necesariamente pesado pero se dejaba empuñar. Había algo en el torneado que lo hacía calzar perfectamente cuando cerraba el puño. Además de esa forma el punto quedaba más nítido, más definido. Tenía la sensación de que si presionaba un poquitito más, la superficie tensa iba a ceder. Presioné en el centro, contra un rosa pálido que cedió por fin y al retirar el cuchillo apareció un puntito líquido, viscoso y brillante que me empujó a presionar de nuevo con la punta del cuchillo, pero esta vez queriendo abrir el punto.

Debí presionar más fuerte de lo esperado porque la tensión cedió de golpe y la superficie se liberó por completo permitiendo que el líquido brotara libremente formando un círculo perfecto. Era imposible apartar la vista, dejar de mirar el crecimiento de la mancha que ahora se expandía desordenadamente avanzando hacia mi plato y desbordándose también por el otro lado de la mesa. Me pareció sentir un sonido agudo desde alguna parte pero no quería escucharlo, sólo quería ver el torrente que fluía cayendo por el mantel de hule en una hermosa cascada, con sus primeras gotas en el piso encimándose unas a otras hasta verlas formar el inmenso charco de sangre en el que me miraba Silvia.


Silvia.
Collage analógico. Proyecto La Agenda, página 97 (detalle).
Pos-producido en Photoshop C25.


Comentarios

Muy bueno, aunque previsible. Hay veces que dan ganas de agarrársela hasta con el mantel. Configuraría un mantelicidio?.
Flaco

        Configuraría, sí, cómo no?!
        Yamandú Cuevas


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2 comentarios:

  1. Muy bueno, aunque previsible. Hay veces que dan ganas de agarrársela hasta con el mantel. Configuraría un mantelicidio?. Flaco

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