In Invernum qualqum soreteae fiumo expelent

DEFINICIÓN


galanga (diccionario de la real Academia Española)

3. f. Bacín plano con borde entrante y mango hueco, para usar en la cama.

lunes, 11 de marzo de 2024

Las pantuflas


por Yamandú Cuevas

Me despierto infinidad de veces en la noche. Siempre fui de dormir a los saltos. Si Alicia estuviera despierta ahora acotaría que literalmente a los saltos porque los pocos momentos que estoy dormido pataleo como si soñara que corro la vuelta ciclista. Cuando me despierto, para molestar lo menos posible camino sin hacer ruido y no prendo la luz porque tampoco hace falta, conozco la casa de memoria. Una de las primeras cosas que hago en esas levantadas es jugar a colocar los pies en las pantuflas sin errarle un milímetro y la verdad es que lo logro la mayor parte de las veces.

Anoche no fue el caso, porque no sólo no le emboqué de primera, ni de segunda, ni de tercera sino que increíblemente las pantuflas parecían no estar cerca. Iba a prender la luz pero escuché el ronquidito suave de Alicia y me dio no se qué. -No pueden estar muy lejos - pensé, mientras ya con las manos tanteaba el piso en lugares en los que seguro no las podría haber puesto. ¿Será que anoche les dejé en el baño? ¡Pero no! Si me vine a acostar con ellas puestas… 

Siempre con la idea de no molestar agarré el teléfono para alumbrarme con la linternita pero resulta que debo haberme olvidado de dejarlo enchufado porque estaba tan descargado, que ni prendía. Eso me llamó mucho menos la atención que comprobar que la luz de la portátil tampoco prendía. -¿Pero qué está pasando acá? - pensé -, debe ser esta portátil de mierda, no sé por qué no me decido a tirarla de una vez. 

Finalmente me levanté descalzo, después de todo el piso es de parqué y apenas voy hasta el baño, así que voy y listo, y de paso prendo la luz del patio a ver si con el resplandor logro encontrar las pantuflas, que andá a saber dónde las puse. 

Cuando llegué a la llave de luz del patio y tampoco prendió me di cuenta que, o había apagón general, o había saltado la llave general, en cualquier caso, sin carga en el teléfono no podía solucionar nada de eso, así que seguí disfrutando la textura del parqué -mucho menos frío de lo que hubiera imaginado- bajo mis pies.

-Cuando entre al baño no va a ser lo mismo, en el piso de monolítico te quiero ver Jorgito -me dije- mientras buscaba el picaporte redondo que por alguna extraña razón se negaba a aparecer. Deslicé mi mano sobre la ranurita que se arma entre el borde de la puerta y el marco más o menos a la altura donde debería estar el pestillo, pero nada. -No puedo estar tan confundido, si este es el baño, y no cabe la posibilidad que no lo sea, el pestillo tiene que estar acá…, pero bueno…, a ver, intentemos otra cosa… 

Continué deslizando la mano hacia arriba por la misma ranura pero recorriendo todo el perímetro de la puerta, hasta que a la altura del pestillo, pero sobre el lado derecho, encuentro un hueco perfectamente circular como si allí hubiese habido un pestillo o fuera a haberlo pronto. Apenas lo toqué, se oyó un pequeño chasquidito metálico y la puerta se abrió. Adentro estaba tan oscuro como afuera y el piso no era de monolítico frío, por el contrario era completamente rugoso, áspero y accidentado y bastante caliente, como si estuviese pisando las brasas que quedan en el parrillero antes que se apaguen del todo. Entre el susto y la mala pisada trastabillé y di una sucesión de pasos largos y torpes mientras batía los brazos para tratar de no caerme. Cuando recobré el equilibrio me quedé quieto unos segundos tratando de ver algo en medio de la oscuridad. Por lo general, al cabo de unos segundos tendría que estar captando el reflejo de algún rayo de luz sobre el perfil del mueblecito de las toallas, o sobre el espejo oval, pero pasaba el tiempo y nada se perfilaba o se insinuaba siquiera. Tampoco pude permanecer mucho más así porque las ganas de mear crecían y yo necesitaba encontrar el wáter, así que empecé a caminar en la dirección que suponía encontrarlo, desplazando los pies al ras de las brasas semi apagadas tratando de detectar el camino más recto, pero también menos caliente. Cuando por mis cálculos estaba a pocos centímetros una tela leve me rozó la cara, -¿pero cómo?, si la ducha está para el otro lado…, ¿O será la cortina de la ventana? Volví a detenerme, estiré la mano buscando la tela. Cuando la encontré la palpé y pude sentir que era rugosa, tal vez estampada con dibujos en relieve de una figura medio redonda y repetida que no podía descifrar. Hubiera jurado que eran caritas de demonios, pero eso no se usa en las cortinas de baño así que seguí tanteando, si había cortina, tenía que haber barrote y todo barrote termina en una pared; menos este, que además de flexible, estaba helado y no llevaba a ninguna pared, sino a un espacio que se hacía cada vez más angosto y en el que el techo empezaba a bajar y me obligaba a seguir la marcha agachándome como si fuese un mono. -Esto es ridículo, ¿para qué voy a seguir agarrado a este barrote si seguro el inodoro queda para el otro lado? Además, si no desagoto ya,  me voy a mear encima.

Con el orín, además del clásico ruido del líquido al estallar contra las brasas, se desprendió un humo de olor pestilente, como de gato muerto hace varios días que me provocó una arcada profunda y seca que apenas arrojó una puteada corta, una tos convulsiva que no fue más que eso, pero que resonó en el espacio con un eco largo. Me quedé quieto escuchando hasta que la última repetición de la tos se perdió en la lejanía. -¡Hola! -ensayé para explorar- pero mi voz salía como ralentada, gruesa y ridículamente siniestra y además, no produjo eco. -¡Yo me voy de acá! -me dije- Y  volví a estirar un pie tanteando el piso que ahora empezaba a subir de temperatura, después avancé con el otro. Estaba por dar el siguiente paso cuando mis manos tocaron la inconfundible forma de un marco, la madera de una puerta y un poco más abajo -esta vez sí- un pestillo. Abrí la puerta y pasé a una habitación que -no cabía duda- era mi dormitorio. Con todo el cuidado del mundo fui tanteando el perímetro de la cama hasta que cuando por fin encontré mi lugar, me acosté y me dormí, pero pasada media hora me volví a despertar. Cuando comprobé que todo estaba bien suspiré aliviado y bajé los pies de la cama para jugar a colocar los pies en las pantuflas sin errarle un milímetro. Pero anoche no fue el caso, porque no sólo no le emboqué de primera, ni de segunda, ni de tercera sino que increíblemente las pantuflas parecían no estar ni cerca…

Dibujo a tiza sobre pizarrón. Medidas variables. 2024. Yamandú Cuevas

Comentarios


Buenísimo
Anónimo

        Gracias
        Yamandú Cuevas

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Muy bueno, muy muy bueno. Me recuerda las pesadilla de Mario Levrero
Odoacro

        Es que Levrero es una referencia ineludible, el menos para mi. Un grande el Mario. Gracias, Daniel! Para uno que es un simple escribidor, todo comentario es una alegría.
        Yamandú Cuevas

4 comentarios:

  1. Muy bueno, muy muy bueno. Me recuerda las pesadilla de Mario Levrero

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    1. Es que Levrero es una referencia ineludible, el menos para mi. Un grande el Mario. Gracias, Daniel! Para uno que es un simple escribidor, todo comentario es una alegría.

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