por Medio Gurméndez
Comentarios
Algo ha cambiado en la realidad, verdad?
De todas maneras, las constituciones se enmiendan si hay voluntad política.
Pero esto va mucho mas allá como correctamente marca Gur Méndez.
Si el no dejar votar a los emigrados pasa por ahí, luego ninguno puede votar.
La situación actual permite el voto si te hacés presente. Ergo, los no residentes pueden votar. Por lo tanto le excusa constitucional, no vale.
Sin embargo es así. Luego se consagra de facto algo similar a las categorías de la dictadura. Tres tipos de ciudadanos.
A. Residentes
B. No residentes que viven cerca (léase Buenos Aires) y que muchos, con poca plata y un par de días, pueden ir a votar.
C. Todos los otros (léase aquellos en USA, Canadá, Europa y Australia), a los cuales les cuesta 24 h o mas de viaje y desde 1,200 a 2,000 o más dólares, viajar a Uruguay.
Otro punto no menos importante: no es solo viajar por un día, son los días libres que hay que tomarse y obtener de los trabajos. Piénsese que en esos viajes con cambio horario, etc, y con esa inversión de dinero y tiempo, es demencial viajar por menos de una semana (cuando la ida, voto y vuelta toman 3 días mínimo).
Esta consagración de facto de una diferencia anticonstitucional entre los ciudadanos (claramente económica) debería ser objeto de demandas al estado en cualquier país con un mínimo de decencia y un sistema de justicia apropiado. Del establishment rancio no llama la atención, lo que sí es una deuda es que en 15 años no se haya hecho casi nada. No es esto parte de la tan mentada agenda de derechos de las minorías, quizás?
De los otros nada se podía esperar.
(Tano de la Mondiola)
=====================
Acoplándome al alegato del Tano, habría mucho para decir desde el dolor de sentirte segregado, un ciudadano de segunda, con tu derecho al sufragio - ese rito que mamamos de nuestros mayores y nos acostumbramos a honrar sagradamente cada cinco años -, mutilado por el hecho de haberte ido del país y por tantos motivos que más de 600.000 compatriotas hemos tenido.
Y no sólo a nivel político para elegir presidente, vice, parlamentarios, intendentes, ediles y demás.
También en la asociación gremial estudiantil, en el sindicato, la cooperativa de vivienda, delegados en comisiones barriales, el club del barrio, en la asamblea de socios del más grande y primer cuadro criollo de la comarca, en la Cruz roja ,universitarias, mutualistas y tantas elecciones más.
En la noche más oscura diría Zitarrosa de los 70, el móvil fue principalmente político. El exilio salvó vidas, preservó familias y desgajó otras tantas. La segunda generación nació en Suecia, en Argentina, en los EEUU, en Australia, en España ,en Chile, y por los cuatro puntos cardinales. La recuperación de la democracia no fue gancho suficiente para abonar el retorno, más allá de la inmensa nostalgia desde la cual escribía Benedetti o cantaban los Olimareños.
En mi caso particular cuando me preguntan desde ahí ¿por qué te fuiste a Chile?, respondo casi de modo automático : ”somos producto del gobierno divertido de George we are fantastic”. Porque las nuevas oleadas centrífugas de la ROU tenían otro síntoma: la incertidumbre económica. Y acá estamos, mirando a la rambla por encima de la cordillera, escuchando La tertulia y mirando Lado B, La letra chica, o Legítima Defensa, espiando carnaval por radio todo febrero.
Y de vacaciones de verano ¿a dónde va la diáspora charrúa…? A Uruguay!, mirá la pregunta que hacés….!
Nunca perdimos la identidad. No nos hicieron una transfusión de sangre extranjera. Y sacamos pecho con la celeste; nos agrandamos cuando nos preguntan por Francéscoli, Forlán, Suárez o Cavani, y nos juntamos a ver los partidos de Copa, eliminatorias o el mundial en algún boliche de compatriotas, con tambores, banderas, medio tanque y pastafrola.
Desde la escuela nos enseñaron que venimos de los barcos. Todos tenemos ascendencia gallega, tana, alemana, francesa o brasilera . Somos un país puente entre dos colosos, con los que compartimos fronteras transitables, culturas, lazos familiares y hasta desempeños laborales de uno y otro lado.
A nuestros amigos y vecinos hijos y nietos de europeos les llegan por correo UN MES antes de las elecciones nacionales en sus respectivos territorios, las papeletas electorales desde España o Italia. Y los tipos por ahí nunca fueron ni irán a vivir allí, y ni siquiera conocen a los partidos o candidatos en disputa. Pero esas culturas les garantizan lo que se considera el legítimo derecho de elegir.
Hace unos años escuché decir en un medio de prensa y a viva voz al inefable San Jinetti que sufragar “es un atributo que sólo les corresponde a los que viven en el territorio”, para poder sostener su argumento en contra del primer plebiscito que reclamaba por esa consigna desde nuestros lugares en el mundo. Y perdimos. Y también perdimos en el segundo. Por esa errónea idea que el más de medio millón que no estamos en la ROU somos “gente de izquierda”. Nada más ridículo. Pero más allá de ese pueril justificativo, estamos, porque nunca nos fuimos del todo, sólo en cuerpo, pero seguimos en el alma, en el corazón, y continuamos pagando nuestras deudas, esas que en muchos casos nos empujaron al avión para acometer una apuesta de la cual no sabíamos su resultado, y llevamos divisas a los parientes, y compramos yerba o dulce de leche en New Jersey o Sidney.
Porque al pasar por Carrasco nuestras cuentas con los colegios, las mutualistas, el BHU, el BPS y los bancos privados, no se extinguieron. Pero nuestros derechos como el del voto, sí.
Ostentamos la vergüenza continental de ser el único país del continente de NO tener voto a distancia (consular, epistolar o la forma que se le quiera dar). En los últimos años, México primero, y Chile después, también lo consagraron. Uruguay (y Surinam), no lo tienen. El país del batllismo, de la avanzada universal en derechos como las ocho horas laborales, el voto femenino y tantos otros como la despenalización del aborto o la regulación legal de uso recreativo de la maruja, nos lo niega. Y en boca y votos de miles de compatriotas, de TODOS los signos y procedencias políticas. Muy uruguayo todo.
Yo compré mi pasaje en abril para ir a votar en octubre. Como lo hago cada cinco años, porque vivo a dos horas de avión, porque soy un profesional independiente (no marco tarjeta pero si no laburo no genero, y como bien dice el Tano, no es cosa de llegar, votar y tomarte el 370 para el Cerro. Al costo económico que el viaje demanda, agregale el lucro cesante de tres o cuatro días). Mi mujer no votó durante dos períodos consecutivos, por lo que la Corte Electoral la borró del padrón; no existe. Y si por ahí estás vigente y no podés ir, tenés que entreverarte en un sinnúmero de trámites consulares para justificar tu ausencia. De lo contario sometete a la multa. Por no sufragar, derecho que tenés vedado por no vivir dentro del mapa (¡)
Lamento si se me hizo largo el descargo, pero es una de las tantas veces que hice y seguiré haciendo este reclamo en mi nombre, el de mis hijos, los amigos, compañeros y colegas que no viven a la vuelta como yo.
Pero que llevan al Uruguay en el hueso. Y se mueren por ir a llenar una urna, un domingo de estos.
La patria está por todas partes; va con nosotros .
Flaco
Anónimo
Excelente comentario. Otra vez los trillizos le pegan al clavo. Muchos hablan de la Constitución del 1830 !! Cuando buena parte de la población era extranjera y había que al menos exigir un requisito mínimo. Un país inventado por los ingleses y tutelado por Brasil y Argentina.
ResponderEliminarAlgo ha cambiado en la realidad, verdad?
De todas maneras, las constituciones se enmiendan si hay voluntad política.
Pero esto va mucho mas allá como correctamente marca Gur Méndez.
Si el no dejar votar a los emigrados pasa por ahí, luego ninguno puede votar.
La situación actual permite el voto si te hacés presente. Ergo, los no residentes pueden votar. Por lo tanto le excusa constitucional, no vale.
Sin embargo es así. Luego se consagra de facto algo similar a las categorías de la dictadura. Tres tipos de ciudadanos.
A. Residentes
B. No residentes que viven cerca (léase Buenos Aires) y que muchos, con poca plata y un par de días, pueden ir a votar.
C. Todos los otros (léase aquellos en USA, Canadá, Europa y Australia), a los cuales les cuesta 24 h o mas de viaje y desde 1,200 a 2,000 o más dólares, viajar a Uruguay.
Otro punto no menos importante: no es solo viajar por un día, son los días libres que hay que tomarse y obtener de los trabajos. Piénsese que en esos viajes con cambio horario, etc, y con esa inversión de dinero y tiempo, es demencial viajar por menos de una semana (cuando la ida, voto y vuelta toman 3 días mínimo).
Esta consagración de facto de una diferencia anticonstitucional entre los ciudadanos (claramente económica) debería ser objeto de demandas al estado en cualquier país con un mínimo de decencia y un sistema de justicia apropiado. Del establishment rancio no llama la atención, lo que sí es una deuda es que en 15 años no se haya hecho casi nada. No es esto parte de la tan mentada agenda de derechos de las minorías, quizás?
De los otros nada se podía esperar.
Tan Ofuscado
(Tano de la Mondiola)
Excelente 👌🏻 artículo! Muy bien fundamentados también los dos comentarios hasta ahora🤗
ResponderEliminar