In Invernum qualqum soreteae fiumo expelent

DEFINICIÓN


galanga (diccionario de la real Academia Española)

3. f. Bacín plano con borde entrante y mango hueco, para usar en la cama.

miércoles, 7 de septiembre de 2022

Otro nuevo: el Turco.

¡Parece mentira!
Años buscando como hacer para no perder viejos escritores galangueros. ¿Cómo cautivar al tipo para que nos permitiera seguir disfrutando de sus cosas? ¿Cómo hacer para que siguiera escribiendo contra viento y marea, sobreponiéndose a malos y peores tiempos, usando la sonrisa de salvavidas ajustado al cuerpo?
Y así nomás, sin prometer mayor gloria que los galangueros te vean como uno más, apareció el Flaco M., y después Odoacro, y ahora el Turco
El Turco nos había dejado ver sus fotos de situaciones tan locas como nosotros mismos. Pero ahora la prosa es lo que nos arrima.
¡¡Nos vamos pa'rriba como eructo de almeja!!

Crónica de Ramón



por el Turco

Al principio no me di cuenta. Absorto con la película en el televisor, la versión original de “Cape Fear”, magistralmente interpretada por Robert Mitchum y Gregory Peck, noto la palma de mi mano que sostiene el mate está húmeda.
Miro rápidamente el termo, controlo su tapón cebador. Nada. Sigo con la peli. Cebo nuevamente el mate. Al minuto de tomarlo, otra vez la mano mojada. Fastidiado, interrumpo el visionado (las ventajas del streaming). Apoyo el mate sobre la mesa, lo cebo detenidamente observando el termo por enésima vez. Y espero. Un minuto. Es al tomar el mate entre mis manos cuando advierto el agua sobre la mesa donde estaba apoyado. ¡Mirá vos! Mate pinchado. O sea, mate para descarte. Para la lata de basura. ¿Para el olvido?

Al principio no me di cuenta. Dejé el mate al lado del termo en la mesa ratona frente a mí, y le di play a la peli. Y mientras, lo miraba de reojo. Y vuelta a la peli. Y al mate. Y a la peli. Y al mate de nuevo. Con su cuerpo forrado en cuero, mate de porongo, el verdadero, de boca ancha, tipo camionero, con su lámina amarillenta de alpaca. Lo compré hace una punta de años en una fábrica de mates y afines en la calle Teofilo Collazo, a un par de cuadras de 8 de Octubre.
Era mi mate preferido. Lo usaba exclusivamente en casa y para paseos. 
Los tomadores de mate solemos tener varios. De diferente textura, forma y calidad. Para diferentes eventos. Para casa, para viajes, para el trabajo, y hasta previo a la pandemia, los teníamos para compartir, y otros para disfrutarlo a solas.
A este mate que acababa de cumplir con su ciclo de vida útil, de morirse entre mis manos, le tenía (le tengo) un afecto muy especial.
Juntos, vivimos momentos muy especiales de nuestra vida. Y fueron muchos. Y por cierto, muy intensos. 
Fueron más de quince años. Y lo recuerdo porque fue durante el velatorio de mi viejo, que con este mate entre mis manos, escuchaba el lamento de mi tía, su hermana, llorándolo a la cabecera del cajón. Mis manos lo apretaban en un intento estéril por evitar el llanto interno de la toma de conciencia de la inevitabilidad de nuestra muerte. El dolor de la pérdida. Que se manifiesta de mil formas distintas. Aunque el dolor último acaso sea siempre el mismo. Ese apretuje del pecho que te quita el aire a extremos increíbles. Que te hace pensar que no habrá dolor más grande ni intenso que ese. Pero no. 
Un paseo de fin de semana con una antigua novia a Villa Serrana. Era el primero que hacíamos. Acaso de los más lindos e intensos que recuerde con ella. ¿Cómo olvidar ese otro apretuje en el pecho, con sus palpitaciones acompañantes, las ferormonas a flor de piel? Esa loquísima sensación que te lleva a pensar que no habrá momento de felicidad en la vida más intenso que ese. Pero sí.
Caminatas por las sierras a carcajada plena, disfrutando de este mate.
Y ese sexo furioso que no es sexo. Que es hacer el amor hasta un éxtasis jamás antes alcanzado y que sentís que jamás volverás a alcanzarlo. Pero otra vez sí.
Y el mate dichoso en la mesa de luz.
Un viaje a Europa. Un paseo a pleno sol por la Costa Amalfitana. Detenemos el auto a la entrada de un mirador. Deleitarnos del paisaje con el Mediterráneo allá abajo, y el viejo y querido mate pasando de mate en mano en mano. La foto para el recuerdo. El mate y el termo quedan apoyados sobre un banco, mientras saco la foto, con el sol iluminándonos de lleno. Vuelta al auto y seguir viaje por la rambla flechada, hasta caer en la cuenta un par de km más adelante que mi mate con mi termo habían quedado olvidados en aquel banco! Vuelta atrás en subida y corriendo desesperado a buscarlo. Una ansiedad y un susto sin sentido alguno. ¿A quien se le podría ocurrir robarse estos elementos en ese lugar? 
Un viaje en auto de Calafate al Perito Moreno con mi hija de copiloto, cebándome este mate que acaba de morir. 80 km de lagos y montañas con un sol radiante una mañana fría de febrero. 
Katie Melua sonando en el reproductor del living mientras tomando mate fijo destino para el próximo viaje.
Presto atención a la pelea final en el río Cape Fear entre Mitchum y Peck bajo la batuta de la banda sonora de Bernard Herrmann. La película llega a su fin.
Lo miro ahora sí, fijamente. Con la certeza triste, melancólica, de un final de etapa. De vuelta de página. Acaso de otras por venir con otro cuerpo, otra boca, en fin, otro mate.
A propósito. Le había puesto nombre. Ramón.

Comentarios


Buena Turco!!! Qué linda es es arruga precordial, que se da sólo una o dos veces en la vida.
Tano

Quién toma mate, bien sabe , las vivencias compartidas, y el sentimiento que se asocia a esa, costumbre ta nuestra! Agradecele por los momentos compartidos...
Carmiña

Sigue dando mates criollos el tiempo. Flaco
Anónimo

Se merece un retoque y lugar entre las cosas más preciadas de la casa
Anónimo

4 comentarios:

  1. Buena Turco!!! Qué linda es es arruga precordial, que se da sólo una o dos veces en la vida.

    Tano

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  2. Quién toma mate, bien sabe , las vivencias compartidas, y el sentimiento que se asocia a esa, costumbre ta nuestra! Agradecele por los momentos compartidos...
    Carmiña

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  3. Sigue dando mates criollos el tiempo. Flaco

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  4. Se merece un retoque y lugar entre las cosas más preciadas de la casa

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