La galanga tiene el sumo placer de presentar una de sus columnas permanentes: La galanga es Salud
Es sabido que los médicos tienen (tenemos) un gran anecdotario de situaciones disparatadas, y que además tienen (tenemos) mucho tiempo para contarlas y aderezarlas.
Así pues es que, en un esfuerzo editorial impresionante, pretendemos comenzar con esta saga médica pidiendo a todos los amigotes galenos que contribuyan a llenar la galanga.
Todas y cada una de estas anécdotas son absolutamente reales. Solo le hemos dado color y anonimato.
En aquel momento el despertar anestésico, después de una operación, se hacía en la antesala del block y luego, con los pacientes medios despiertos - medios dormidos, se iban a su habitación.
Habían operado una paciente con cálculos en la vesícula que, en su despertar, había empezado a llamar amorosamente a "Walter"
- Walter, dame un beso mi amor. Dámela toda que te quiero, Walter. Besame así Walter ...
Mientras tanto el cirujano y su ayudante iban a hablar en la puerta del block con la familia de la paciente.
- Bueno, salió todo bien, le sacamos la vesícula ... blablabla... ahora le van a traer a su señora para llevarla a la habitación ... blablabla
El anestesista, viejo zorro, que seguía escuchando a la paciente en su apasionado llamado a Walter, se presenta al familiar.
- Buenas, yo soy el anestesista ¿y Ud es ...?
- Yo soy el esposo.
- No, yo digo como se llama?
- Ah. Mi nombre es Enrique.
- Ahí va. Mire Enrique, todo está bien, la presión estuvo bien, pero la vamos a dejar un rato más para controlarla para que no le suba la presión mientras se despierta. ¿'Ta?
Y entró desesperado con un grito salvador: "¡No la lleven todavía! Déjenla aquí que el esposo se llama Enrique!"
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