Se acercan las fiestas.
Y con ellas el ruido infernal del cueterío y los aullidos de los perros. Los perros, portadores de un oído privilegiado, sufren las fiestas como ningún otro animal (excepto los lechones y los corderos, que terminan en las parrillas).
Cada vez que hay cuetes los perros se ponen como locos, a pesar de todas las pastillas que les de el veterinario de turno.
Y Violetero, muy sensible a ello, hace suya la prédica que ya está en la calle.
Y como en La Galanga somos muy abiertos, le publicamos lo siguiente.
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