Por Tano de la Mondiola
La semana pasada Gur Mendez se puso a rememorar cosas
del pasado y narra vivencias compartidas. Le retrucamos hoy con otros comentarios.
No es nuestro ánimo o intención deducir o implicar que todo tiempo pasado fue mejor, como Manrique. Fue peor, y los cambios pueden parecer increíbles o jocosos para los jóvenes, por eso lo hacemos. Y hay muchas cosas que muestran que el país en general, o por lo menos para mucho mas gente, que es lo importante, está mucho mejor.
Los botijas o “guachos” de la Mondiola solíamos aventurarnos también por esas terras ignotas de salvajes como él, en el Fermín Ferreira. Estamos hablando de un radio de 10 cuadras.
No es nuestro ánimo o intención deducir o implicar que todo tiempo pasado fue mejor, como Manrique. Fue peor, y los cambios pueden parecer increíbles o jocosos para los jóvenes, por eso lo hacemos. Y hay muchas cosas que muestran que el país en general, o por lo menos para mucho mas gente, que es lo importante, está mucho mejor.
Los botijas o “guachos” de la Mondiola solíamos aventurarnos también por esas terras ignotas de salvajes como él, en el Fermín Ferreira. Estamos hablando de un radio de 10 cuadras.
Villarmarzo y
la Farmacia Santa Catalina (el único baluarte que venía quedando, ya hace unos
años que no está) cuidaban la esquina de Rivera y Larrañaga. El hospital hacía
tiempo que no estaba, habían empezado viviendas de INVE, estaban los cimientos
y alguna calle trazada. Estuvo abandonado por al menos 20-30 años.
Uno tampoco tenía TV en la casa hasta casi el fin de la primera infancia: íbamos a la casa de alguno/a más afortunado/a a ver Bonanza.
Nos tirábamos con las chatas (como contaba GurMendez), en nuestro caso por la bajada de Placido Ellauri hasta Buxareo. Descendíamos en la chata con rulemanes por la calle, donde pasaban autos, pocos, pero pasaban. Un campana se quedaba abajo y avisaba si venia alguno por la transversal. Rasguños, heridas, en general leves. Nada de cascos, rodilleras, etc.
También se jugaba al fútbol, en bajada, en la calle Fco. Muñoz, por donde pasaba el 145. Allí mismo, en Buxareo, había una vieja cantera que daba de un lado al otro de la manzana a la calle La Gaceta. Saltábamos la tapia y jugábamos como si fuera la selva. Colijo ahora que allí habría ratas, liendres, pulgas, perros muertos, etc. Mi hermano se atravesó una mano con un clavo herrumbrado, pero todo bien. Sanitos crecimos.
Siempre en ese radio de 10 cuadras, ya más adelante de jóvenes, cuando desaparecieron los tablados de barrio, el carnaval era en el Layva (del lado de GurMendez) o en el 25 de Agosto (tierras de Abelenda).
Nos tirábamos con las chatas (como contaba GurMendez), en nuestro caso por la bajada de Placido Ellauri hasta Buxareo. Descendíamos en la chata con rulemanes por la calle, donde pasaban autos, pocos, pero pasaban. Un campana se quedaba abajo y avisaba si venia alguno por la transversal. Rasguños, heridas, en general leves. Nada de cascos, rodilleras, etc.
También se jugaba al fútbol, en bajada, en la calle Fco. Muñoz, por donde pasaba el 145. Allí mismo, en Buxareo, había una vieja cantera que daba de un lado al otro de la manzana a la calle La Gaceta. Saltábamos la tapia y jugábamos como si fuera la selva. Colijo ahora que allí habría ratas, liendres, pulgas, perros muertos, etc. Mi hermano se atravesó una mano con un clavo herrumbrado, pero todo bien. Sanitos crecimos.
Siempre en ese radio de 10 cuadras, ya más adelante de jóvenes, cuando desaparecieron los tablados de barrio, el carnaval era en el Layva (del lado de GurMendez) o en el 25 de Agosto (tierras de Abelenda).
Los más jóvenes se van a asustar,
pero hace menos de medio siglo y por mucho tiempo después (hace 25 pirulos todavía había, si mal no recuerdo), les cuento también
que nuestras madres cocinaban en cocinas a kerosene, a las que se les daba
bomba. Y usaban Primus (sustituidos mas tarde por garrafitas de súper
gas): calentadores a kerosene que se prendían con alcohol azul, para
gasificar el kerosene, y se les daba bomba. Las casas olían a aeropuerto, en
invierno se concentraban esos gases. Y la ducha o era fría o para calentar el agua, por mucho tiempo, se usaba un
espiral que se calentaba con alcohol, el calentador "Presto". En mi
familia hubo un quemado cuando el alcohol, que se prendía en un receptáculo
sobre tu cabeza, se le derramó encendido sobre la piel. Igual crecimos
sanitos...
Los Primus se tapaban y ahumaban. Se usaban unas
agujas para "destapar el oído" del Primus. Y se usaba el Primus
con una maceta de barro arriba para irradiar calor, como calefacción. Había
artefactos que se usaban para hacer tortas, llamados "hornitos de Primus".
Se veían carteles en la calle de gente que se la rebuscaba: "se arreglan
Primus", rezaban.
El gallego de la esquina (había un almacén en cada
esquina casi) tenía dos grandes tanques Banchero (de unos 100 o 200 litros,
calculo): uno con kerosene, otro con vino suelto. Supongo que no habría mucha
diferencia en el gusto, yo como niño aún, no probé ninguno. Los bichicomes,
ellos si, tomaban alcohol azul, al que le sacaban el color (azul de metileno)
por adsorción con alpiste.
Y bajábamos por Buxareo a la playa, a la altura del Malecon. Sobre el techo del edificio de los servicios higiénicos , allí vimos a los Shakers (prafraseando a los Beatles en la azotea de Apple). Según la marea, a
veces el agua estaba verde... Pero en general, se nadaba entre sorongos y
preservativos. El caño maestro con aguas no tratadas salía allí nomas, en el Kibon. No exagero, había que alejarlos a brazadas. Los coliformes no tuvieron suerte con nosotros, nos los morfábamos en el desayuno. Salvo las otitis, crecí sanito…Y ahora hasta Bill Gates quiere emularnos...
Un poco más tarde, en esa playa fui testigo de la masacre de los helicópteros, el 14 de Noviembre del 70. Algún botija conocido del barrio perdió un miembro, nosotros nos salvamos por no ponernos como unos nabos, debajo de los helicópteros a la altura del caño: la vieja nos paró.
Y yendo de la Mondiola para arriba, hacia el Zoológico,
hacíamos otras picardías. Los Lunes, clásico feriado municipal, estaba cerrado. Pero por Rossell y Rius,
(tierras de otros salvajes tipo Abelenda y el 25 de Agosto), los muros del
zoológico no existían: eran tejido de alambre con enredadera. Levantábamos el
tejido y entrábamos a jugar al zoológico, en el fondo donde están (o estaban) los estanques y una isla con monos, frente a las jaula donde estaban los dromedarios
y los bisontes.
Era un abandono y una mugre aquello. Había gatos salvajes que cazaban aguaciles. Cada tanto traíamos un gato o gatitos a casa (un aptito de 40 m2) y mi vieja nos corría y no nos dejaba quedarnos con ellos.
Cazábamos y coleccionábamos ranas en ese predio, dependiendo de la lluvia. Por supuesto un día nos agarraron los guardianes.
Como dice GurMendez, por todo eso crecimos sanitos.
Cultivamos el sistema inmune al exponerlo a cuanto germen y tóxico podría
atacarnos en el futuro.
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