por Máximo Gur Méndez
Les juro que no es fácil escribir este breve artículo: moviliza muchas cosas y deja libres sentimientos muchas veces jorobados.
Pero tampoco puedo dejar pasar estos hechos sin hacer ninguna referencia.
Ayer, cuando una Juez determinaba el procesamiento con prisión de un general implicado en la muerte por torturas de un hombre hace 41 años, la policía lo fue a buscar y el general, creyendo que de esa manera mostraba honor militar, se pegó un tiro.
Rapidamente otro militar, Guillermo Cedrón, presidente del Cuadrado Militar, lamentó la muerte, reclamó terminar con esta búsqueda frenética de culpables, habló de que son viejos y que cualquier condena para ellos es sinónimo de "cadena perpetua". Todo con un trasfondo de "honor" que el común de los mortales no puede entender.
Discrepo.
El honor no lo mido por la valentía de matarse para no tener que responder a la Justicia por un homicidio político. Honor habría tenido ese o cualquier otro militar cuando, al ver que están torturando a alguien (picana, submarino, violación; cualquiera de ellas), se rebelara e hiciera cualquier cosa para frenar la tortura. Honorable hubiera sido si, no habiendo tenido la responsabilidad del crimen, denunciara al culpable hace 40 años u hoy, cuando lo interrogaran sin apremio ninguno.
Si tuvimos que esperar hasta hoy, 40 años después de ocurrido el asesinato, y por ello cualquier condena es una "cadena perpetua", la culpa no fue nuestra. Mucho hubiéramos preferido que estos juicios se hubieran desarrollado hace 40 años y que el culpable fuera en cana con 30 años de edad. Muchos años de dolor y desazón le hubiéramos ahorrado a miles de personas, que vieron pasar el tiempo sin hallar nada de justicia.
El general eligió matarse.
Estaba en su derecho.
"Chiquito" Perrini seguramente hubiera elegido vivir.
Pero no pudo.
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