La verdad es que dejé pasar un poquito el tiempo para no estar tan indignado.
La cuestión es que el Supremo Corte a la Justicia por mayoría de 4 en 5 le dio la razón al Tribunal de Apelaciones y soltaron al ex policía Zabala que secuestró al maestro Julio Castro.
Los 4 ministros del Supremo Corte concordaron en que no había pruebas de que el policía tuviera algo que ver en la muerte del maestro.
Obvio.
Nada que ver.
El ex policía confesó que él y otro policía se aproximaron a Castro el 1º de agosto del '77 en la calle Rivera casi Llambí, lo agarraron de los brazos, lo metieron en un auto, lo tiraron al piso, lo entregaron en la puerta de un local clandestino de detención y tortura, y se fueron orgullosos de haber cumplido con su deber a descansar a sus casas.
No es muy claro que eso se trate de un secuestro.
Así te encontramos, Maestro |
Según ellos, además, todo podía enmarcarse en una operación perfectamente legal para ese momento.
Pero: no había orden de detención (ella apareció después de secuestrado y de muerto, a la luz de los hechos comprobados); no fue trasladado a ningún local oficial de ninguna fuerza represiva y mucho menos a ningún Juzgado; nunca dijeron que estaba detenido en ningún lugar y en ningún momento; se hicieron los "fesas" (es decir: "Yo no fui" Nota del Editor) y pergeñaron la ignominia de tratar de hacernos creer que el maestro se había fugado del país.
Y para completar este enorme ejemplo de hijoputismo nadie ha dado ningún dato de su destino; es más: dijeron que se había muerto en tortura y que su cuerpo había sido quemado.
Solo el trabajo de hormiga de un montón de gente pudo encontrarlo.
Hoy se sabe que el maestro murió dos días después de secuestrado, muerto con un balazo en la cabeza y enterrado clandestinamente en un lugar propiedad de las Fuerzas Armadas.
Y tratar de demostrar que el secuestro del maestro y sus secuestradores no tuvieron nada que ver con el posterior asesinato de Julio Castro es como tratar de demostrar que yo no busco dejarte pensando en ésto, para que vos también te indignes y se te revuelvan un poco las tripas; que cada tanto es bueno sentir que estamos vivos y dignos.
Obra "Miradas ausentes" del vasco Juan Angel Urruzola Maestro Julio Castro |
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