Mínimo Gurméndez |
Es sabido que los médicos tienen (tenemos) un gran anecdotario de situaciones disparatadas, y que además tienen (tenemos) mucho tiempo para contarlas y aderezarlas.
Así pues es que, en un esfuerzo editorial impresionante, pretendemos seguir con esta saga médica pidiendo a todos los amigotes galenos que contribuyan a llenar la galanga.
Todas y cada una de estas anécdotas son absolutamente reales. Solo le hemos dado color y anonimato.
Una de las últimas pacientes que estaban esperando para ser vistas por el ginecólogo de guardia era una mujer bajita, gordita, muy nerviosa.
Es que tenía un bultito muy doloroso en la vulva y le daba un poco de vergüenza consultar.
El ginecólogo, canchero, la pone en posición y confirma su sospecha: la paciente tenía una Bartolinitis.
Con un poquito de anestesia local le drena la glándula supurada y comienza a hacerle las recetas de los antibióticos.
- Ay, Doctor. ¿Cómo me dijo que se llamaba ésto?
- Bartolinitis, señora. Es la infección con pus de unas pequeñas glándulas que están en la puerta misma de su vulva.
- ¿Y eso es de contagio?
- No, no. Es solamente la infección de esas glándulas de la vulva.
- Por los bigotes de mi esposo no es, ¿no?
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