por Abelardo Abelenda
El viernes pasado comenzábamos esta columna con el final del cuento, el placer de habernos recuperado de una lesión, el placer de volver a caminar. Hoy les dejamos una nota inédita, escrita hace un mes.
Dedicada a todas las viejas glorias del deporte que se siguen poniendo los cortos y a los 3 amigos del C.A. 25 de Agosto que se lesionaron en esta temporada y no podrán jugar la final de veteranos de basquet de +45 la semana que viene contra Aguada
El viernes pasado comenzábamos esta columna con el final del cuento, el placer de habernos recuperado de una lesión, el placer de volver a caminar. Hoy les dejamos una nota inédita, escrita hace un mes.
Dedicada a todas las viejas glorias del deporte que se siguen poniendo los cortos y a los 3 amigos del C.A. 25 de Agosto que se lesionaron en esta temporada y no podrán jugar la final de veteranos de basquet de +45 la semana que viene contra Aguada
Volver a empezar
Me lesioné nuevamente, desgarro de gemelos en un partido precioso, en el
Palacio y contra Peñarol, con hinchada en contra, banderas y todo. Duelo de invictos.
Perdimos,
pero fue una de esas redotas que los uruguayos casi disfrutamos como un
triunfo. Con la ausencia de 5 jugadores muy importantes, les dimos batalla, cada
uno con su granito los sorprendimos y a falta de 30 segundos, con un triple
traicionero enmudecimos el Palacio. No alcanzó, pero mereció la alegría.
Tres y cuatro veces por semana de entrenamiento no alcanzaron, el acontecimiento sucede, uno
a veces se rompe. Las lesiones son un poquito de muerte que se nos mete en el
cuerpo. Quedan las cicatrices, las marcas y cientos de horas de entrenamiento
por el camino.
Luego
de 36 años de básquet, las marcas van quedando: luxación de hombros, rodillas, esguinces
de tobillos, costillas rotas, caballete nasal torcido, pómulos tajeados, dedos
de los pies y de las manos zigzagueantes, columna y lumbares cansadas. Podría
dar un curso de anatomía completo.
Hemos
disfrutado de algunos triunfos, unas cuantas derrotas dignas y alguna derrota
aplastante. Un lindo “camino” de caminar, como diría el maestro, transitado con
amigos.
Y cada
vez, siempre la misma pregunta, con dolor y angustia: ¿podré jugar otra vez?
El
cuerpo nos da placer y también dolor. Y siempre preferí el dolor provocado por
el movimiento al dolor provocado por la quietud. El movimiento me ha rescatado
de la locura.
La
mañana siguiente al desgarro, me vino a la cabeza una vieja canción. Va
dedicada a mi señora, mis compañeros del 25 y mis compañeros de trabajo, que una vez más me han visto llegar por la mañana
malherido, me “bancan” la cabeza y me ayudan a continuar.
Duele
pero no queda otra, intentaré, nuevamente aprender a caminar, y ya van….
Pasa la vida y el tiempo
no se queda quieto llevo el silencio y el frío con la soledad. En que lugar anidaré mis sueños nuevos y quien me dará una mano para volver a empezar. Volver a empezar que no termina el juego. Volver a empezar que no se apague el fuego. Queda mucho por andar y que mañana sera un día nuevo bajo el sol volver a empezar. Volver a empezar volver a intentar Se fueron los aplausos y algunos recuerdos y el eco de la gloria duerme en un placard. Yo seguiré adelante atravesando miedos sabe Dios que nunca es tarde para volver a empezar Volver a empezar que aun no termina el juego. Volver a empezar que no se apague el fuego. Queda mucho por andar y que mañana sera un día nuevo bajo el sol volver a empezar. Volver a empezar volver a intentar |
Alejandro Lerner
Que grande Abelardo!!! Tengo el placer de conocerlo personalmente y he compartido mas de una cancha de basket con el, como compañero y como rival.
ResponderEliminarMe gustaría que publicaras alguna de las notas de viaje que no tienen ningun desperdicio...
Un gran abrazo y el deseo de pronta recuperación.