Para empezar tengo que reconocer, públicamente, que debo de ser una de las pocas y raras personas que no ha fumado aún marihuana.
Es que cuando yo era un joven, la manera de ser transgresor no pasaba por fumarse un porro sino por hacer una volanteada o una pintada pidiendo la libertad de los presos políticos. Esta manera de ser transgresor era tanto o más peligrosa para la salud que fumar maruja. Y en esa época para ser felices nos alcanzaba (¡que nabos!) con juntarnos en el fondo de la casa de alguien a jugar al truco o tocar la guitarra.
Así que no me tuerce la mirada el ser un fumador; puedo ver las cosas más imparcial. Y por eso es que me da como una picazón en la zona de la ironía la pacatería con la que se trata el tema a nivel parlamentario.
El diputado fondoangostista Parido Pérez no se anima a votar el Proyecto de Ley de regulación de la venta de marihuana porque la maruja es una bosta. El diputado bermellón Aníbal Carajosky la votaría solo si el Fondo Angosto, con sus propios votos, aprueba la Ley; solo aceptaría ser el voto Nº 52, un relleno de lujo.
La marihuana es perjudicial para la salud (¡Oh noticia!) pero aplicando este criterio debería prohibirse el transito vehicular que, lamentablemente, tiene más muertes diarias evitables que el consumo de maruja y similares juntas. Y ni que hablar que se debería prohibir, y para siempre, el matrimonio o, quizás, el vivir en pareja. Solo así podríamos descender los niveles alarmantes de victimas de violencia domestica.
Esta ley no busca atacar el problema de la adicción o lo perjudicial de su consumo; para eso existe un instrumento insuperable que es la Educación.
Esta ley pretende quitar el sustento básico del narcotráfico, es decir, los que la compran. Creo que al narcotráfico se lo puede atacar de dos maneras:
- con tanquetas de asalto arrasando los barrios donde pululan los "narcos" (incluyendo Pocitos y Punta Carretas)
- o secarlos económicamente, impidiendo el negocio.
Hay que elegir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario