Por Abelardo Abelenda
Llegamos. Cansados, extasiados, felices. El
maratónico diciembre del año del fin del mundo llega a su fin. Seguimos vivos,
sigue habiendo luz, los relojes siguen marcando las horas. Para celebrarlo nos
vamos al Perro que fuma (since
1903) en el Mercado del Puerto, reducto de la cultura popular montevideana. Lo
mejor de la música, el carnaval y cada personajes que te voglio dire.
Que no se apaguen las bombitas amarillas
Veinticuatro a mediodía. Como diría el
cuidacoche de casa: ¡una calor insobornable!
Cuarenta grados a la sombra. Arranco para el
Mercado.
Bajando por la peatonal Perez Castellano se
siente el aroma dulzón y pegajoso de la abundante lluvia de sidra espumante. Miro
el precio y entiendo, la botella de liquido mareante está a 50 pé o 3 x 100.
Mucha alegría y ningún conflicto. Al lado de la fuente una batería de samba le
pone ritmo a la fiesta. Los percusionistas se refrescan con la abundante lluvia
amarilla y los parches de plástico siguen sonando pese a la humedad reinante.
Doblo por la rambla 25 de agosto y llego a la
embajada. El Perro que fuma me recibe con una picada de carne a la parrilla y con lo mejor de las murgas del carnaval
2012 a todo trapo. La retirada 2012 de La
Leyenda dedicada a la ciudad vieja ambienta el entorno donde se destacan
amigos del basquetbol del Tuentifai,
del Waston, de Las Bóvedas, despachantes de aduana, aduaneros y algún turista que vió luz y entró. Se suma siempre algún
marino que dio la vuelta al mundo “más de
80 veces”.
Ya sobre las 3 de la tarde, se apaga el ritmo
de murga e irrumpe la música tropical uruguaya bien polenta: Cada día por la carretera, noche madrugada
entera, y mi amor aumenta más.
Camionero de Roberto Carlos en versión Sonora Borinquen, no se puede
más.
El
Jano, nuestro anfitrión nos advierte: “a
esta hora Magela es la que manda acá, es como la gerenta general”. Magela
es una fenómena, atrás de la barra sirve, pone la música, contagia con su
sonrisa y le da un color bárbaro.
En medio de la cantarola, aparece un personaje
increíble. El Jano me presenta y le pide al amigo que haga el jockey. Un
fenómeno, se paró en los estribos, rodillas bien flexionadas y medio chuequitas
hacia adentro, mirada puesta en el horizonte, gorro con visera hacia atrás, mano
izquierda con las riendas bien ajustadas adelante y atrás, mano derecha con la
fusta arriba y abajo. Le da duro y el potrillo Paleta Quemada llega primero a
la meta. Un cráck, estaba para filmarlo y desbancar en youtube al baile del
caballito del japonés.
El único que faltó a la cita fue Fernando
Cabrera, que dos por tres se toma una en
la mesa del fondo, leyendo algún libro de la biblioteca que Jano promovió entre
los parroquianos. “Yo no puse ninguno,
los trae y los lleva la gente”. Allí podemos encontrar un Borges junto a
unas Selecciones del Readers Digest,
una biblia y un calefón, para todo gusto.
De repente cae otro personaje, “el tipo que aplaude más fuerte del uruguay”.
El “Yerpo”. Y nos mostró su don. Era verdad, sus aplausos retumbaban contra el
edificio de la Aduana.
El mercado va cerrando. Las cuadrillas de
limpieza atacan contra las botellas verdes vacías. Los musiqueros van
terminando su jornada laboral y se arriman al Perro que fuma a cantarse la penúltima. Se acerca Darwin, “el
Zurdo” con sus lentes y su sombrero de ala corta. El Jano me lo presenta
como “’el Sabina uruguayo’, pero a mí me
gusta más cuando canta las canciones de su tierra, de Treinta y Tres”.
En una mesa, conversando con los amigos del
Veinticinco, me dicen que esto es fantástico, una fiesta popular. Los amigos me
dicen: “Como en el carnaval de Valizas,
un escenario de tablones y tanques, bien simple, y las bombitas amarillas”.
Pregunto , “¿estuviste
en el Carnaval de Valizas?” y se da el siguiente diálogo:
- Si, el carnaval en el Mac Yiye, me acuerdo de Abelardo Abelenda y del
hijo de Cousteau.
- ¿Te acordás de Abelardo, lo conocés?
- Si me acuerdo, uno alto de barba con un farol a vela en la cabeza, pero
no lo conozco
- Bueno, estás hablando con él.
- ¿Vós sos Abelardo Abelenda?
Y nos sacamos
una foto juntos.
Que no se apaguen las bombitas amarillas
Que no se vaya nunca más la retirada
Quiero cantarle una canción a Colombina
Quiero llevarme su sonrisa dibujada
Con La frase del viernes me he divertido mucho
y me ha dado muchas satisfacciones.
Gracias a todos los que se han comunicado
conmigo y me han alentado.
Como decía mi abuelo tano a las 12 todos los
31: ¡Felice anno nuovo!
Muy bueno! Feliz año nuevo, salú!
ResponderEliminarSil.