Por Abelardo Abelenda
Vivir en un balneario. Volver de trabajar e ir caminando a darse un baño y
sentir la tibieza en la piel del sol entrando en el mar.
El agua es redonda
Hace unos años me mudé a un balneario. El segundo balneario del Uruguay. Cerca del trabajo y de la
playa. Equidistante.
Esta semana, con 37 grados a las 20 horas llegué de la oficina y me fui a
dar un baño al mar. Disfruté del agua verde, transparente y la arena bastante
limpia. Entré al agua lentamente, encandilado por el sol de frente. Los
primeros metros se sentía el chapoteo de los niños, el murmullo de la gente
saltando y salpicándose. El sonido se fue apagando lentamente, igual que el
sol.
Los barcos a contraluz recortaban el horizonte. La ciudad no existía. Que
sensación extraña la de caminar y caminar haciendo pie. Cuando no toqué más el
fondo seguí nadando de pecho hacia el horizonte, parecía que iba a llegar a tocarlo con las manos.
Luego de unos minutos empecé el retorno, de espaldas, siempre saludando al
sol. Cuando salí del agua, el entró y nos despedimos.
De vuelta a casa, en la vereda del Parque Hotel compré una torta frita con dulcelé a 20
pé
Al otro día comenté con varios amigos mi linda tardecita de playa y me dijeron:
- “¿Playa?, playas son las de Rocha”.
Pobres, se lo pierden.
Pobres, se lo pierden.
…
-Mirá: los
barcos pasan por el canal. Como a dos leguas de aquí... Ahora mismo estará
pasando alguno.
Rataplán trato de pararse en puntas de pie y miró en la dirección que señalaba Rodríguez.
Rataplán trato de pararse en puntas de pie y miró en la dirección que señalaba Rodríguez.
- Yo no
veo nada, dijo.
-No los ves porque la tierra es redonda
-No los ves porque la tierra es redonda
Se
disponía a seguir cuando Rataplán, con sorna, preguntó nuevamente:
-¿Y el agua es redonda también?
-¿Y el agua es redonda también?
(fragmento de El viaje al Mar de Juan José Morosoli)
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