La Solidaridad

por Máximo Gur Méndez

Todo el mundo habla de la solidaridad: la reclama, la proclama, la destaca, pero ¿la practica?
Miren este ejemplo.


Un amigo mío vive cerca del Parque de los Aliados. Una madrugada, a eso de las 3 de la mañana, tocan timbre en su puerta. Un timbre largo, insistente. Mi amigo se levantó, se puso alguna ropa y abrió la puerta.
Paradito junto al timbre encontró un tipo, completamente desconocido, que le dice:
- Ud disculpe señor, sé que la hora es impropia - dijo arrastrando un poco la lengua, denotando alguna copa de mas -, pero necesitaría, si fuera posible, que Ud me diera un empujoncito para que yo  ...
- ¡Señor - le dice cortante mi amigo - son las 3 de la mañana! ¡En 3 horas me tengo que levantar para ir a laburar! Ni siquiera lo conozco. No moleste.
Y cerró la puerta refunfuñando. El tipo bajó la cabeza y se fue sin decir nada.
Mi amigo se acostó de nuevo, apagó la luz. Pero no pudo dormirse. Se quedó pensando en el tipo.
- Son las tres de la matina y el pobre infeliz se debe de haber quedado trancado en el parque. ¿Y si ese tipo fuera yo? ¿Si yo me quedo en el parque a las 3 de la mañana y necesito que me empujen el auto? ¿A quien vas a recurrir? Pobre loco, capaz que él también tiene que llegar a su casa. O a trabajar ... La verdad es que no tuve una actitud muy solidaria que digamos - pensaba.
Se levantó, se vistió, se puso abrigo y salió de su casa. El tipo obviamente no estaba, se había ido. Cruzó la calle, caminó unos metros por el parque y gritó:
- ¡¡¿Dónde está el que precisa que lo empujen?!!
- ¡¡¡Aquíííí!!! ¡¡En las hamacas!!