Esto que les cuento fue un Domingo del mes de Febrero del año 1948, siendo yo un flacucho de 15 años, de jopo armado con Glostora.
En aquella época, ir a la Barra
de Santa Lucia en el pueblo Santiago Vázquez, era un paseo que disfrutaba mucha
gente. En el parque actuaba la banda municipal o la policial o de la marina,
tocando música popular, que muchas
parejas salían a bailar. Por la tarde llegar hasta el puente y desde allí
contemplar el río en todo su esplendor y viajar hasta la Isla del Tigre en una
barcaza, era un deleite. Concurrían muchas jovencitas, que casi siempre estaban
acompañadas por la mamá, la tía, la abuelita o el hermanito. Algunas veces si
el acompañante de turno era una prima o una hermana mas canchera, podíamos dar
un paseo por el parque o ir a caminar por el puente donde uno se ponía más
romántico y nos daba la posibilidad de hacer una cita que la mayoría de las
veces era para la salida del liceo y con suerte y mucha labia, como dice la
canción de Marco Velásquez, aburríamos los cuadernos en el prado.
El hecho es que ese domingo
amaneció un día espectacular y con Walter, decidimos ir a la Barra. Lo hicimos
en el ómnibus de CUTCSA Nº 127.
Venía lleno por lo que nos toco
estar parados y justo en el asiento frente a mi, viajaba una pareja. Ambos
tendrían mas o menos 30 años, la mujer era una belleza, pelo negro largo, unos
enormes ojos verdes y una boca que invitaba al beso. Pero lo que más atrajo mi
atención fue el pronunciado escote de su vestido por el que asomaban unos
generosos senos y como yo fui criado a mamadera, mis hormonas se alteraron de
tal manera que no podía apartar mis ojos de ese lugar y por las dudas de reojo
miraba al que venía con ella, no fuera cosa que me viera mirándola. Llegamos al
destino y cuando el ómnibus paró, el tipo me tiró una trompada que si me agarra
la barriga me la ponía en la espalda.
Me baje mas que ligero y Walter
me pregunto: “¿Que pasó Julito que ese coso
te quiso pegar?” Le conté lo hermosa
que era la mujer y lo del escote.
Me dijo: “Pero loco, vos no tenés gollete; como le vas a mirar las tetas a una
mujer que viene acompañada. Con razón te tiró flor de trompada”. Fuimos a dar una vuelta por el parque, a
vichar las gurisas, y cuando íbamos a la parada del tren para el regreso, por la
misma vereda y de frente, venía la pareja del ómnibus. Si sentado al hombre lo
vi grande, ahora me parecía enorme. No sabia si salir corriendo o cruzar para
la otra acera. Pero aunque estaba asustado, cobarde no soy y me preparé para
defenderme y aguantar la paliza como pudiera.
La mujer cuando nos vio, algo le
dijo, posiblemente fue: “No le pegues que
es muy flaquito y lo vas a matar o mira que es menor y te van a llevar preso”.
Lo cierto es que cuando paso a mi lado, el tipo me dijo: “Por favor botija, no me mires más” y siguió su camino. Yo que
esperaba una trompada, no supe que contestarle. Walter empezó a las carcajadas
y yo que no entendía nada, le pregunte: “¿y
a vos que te causo tanta gracia?”
Entonces sin parar de reírse me
dijo: “No fue porque le miraste la mujer que
te quiso pegar Julito; se creyó que sos un mariquita” y siguió a las
carcajadas. Por un tiempo, antes de salir, me miraba al espejo por un rato, no
fuera cosa que me fueran a confundir otra vez.
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