Acercado como colaboración por María Jesús, desde la Cantabria, a punto de ingresar en la lista de Herejes Peligrosos del vernáculo Monseñor Nitocás Tucoño.
En un convento en las montañas españolas de los Pirineos, la Madre Superiora, una viejita irlandesa de 98 años, estaba en su lecho de muerte. Dos monjitas la cuidaban tratando de hacer más confortable su último viaje. Le estaban tratando de dar sorbitos de leche tibiecita, recién ordeñada, sin resultado favorable alguno.
Una de las monjitas se lleva el vaso de leche a la cocina, se persigna y le echa un buen chorro de Whisky irlandés que les habían regalado para esta última Navidad.
Volvió al lecho de muerte de la Madre Superiora, acercó nuevamente el vaso de leche a los labios de la viejecilla y ésta tomó un pequeñísimo sorbo. Luego otro, y luego otro más grande hasta que al final terminó todo su vaso.
Contentas las monjitas con que había tomado su vaso de leche le dicen:
- Madre Superiora, por favor danos tu último consejo antes de morir.
La Madre Superiora, casi sin fuerzas, apenas se incorpora, carraspea para aclarar su voz y les dice:
- Nunca, nunca vendais esa vaca
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