No pudimos aguantar hasta agosto para publicar ésto; capaz que en agsoto lo reiteramos y chau!.
Los jóvenes (entendiéndose por jóvenes a los que apenas tienen 40 años o menos) probablemente no tengan la menor idea de lo que Cadorniano les contará. A ellos les pido que para entenderlo le pregunten a cualquier pariente o amigo mayor; que lo impriman o se lo envíen y le vean la cara cuando lo lee.
Esa sonrisa, ese brillo en los ojos, eso es la nostalgia
Un cachito de deliciosa nostalgia
por Cadorniano
No hace tanto tiempo ...cocinábamos en un primus.
¿Cómo te voy a explicar?
Un primus era como una cocina chiquita que se prendía con un fósforo. No. Era como una garrafita que... no, tampoco... ¿cómo te explico?...
Tenía tres patas ¿no?... un depósito... un depósito que siempre brillaba.
Te lo juro, ni en la casa más humilde los primus dejaban de brillar. Los hacíamos brillar a Brasso partido.
Pero por las dudas, empecemos por
el principio: ¡Atenti! No te estoy diciendo que fuera más rápido, más limpio,
ni más seguro que un microondas.
Es más... tampoco tenés que
interpretar que te estoy diciendo que todo tiempo pasado fue mejor, ni trato de
venderte un tranvía. Lo que te digo es que cuando me acuerdo del primus me
viene como una cosquilla en la barriga.
Porque tu vinculación con el
microondas comienza un segundo antes de empezar a cocinar y termina un segundo
después del sonido de la campanita.
En todo caso tu vinculación sigue
un poco más si te quedan cuotas para pagar. Con el primus la historia arrancaba
cuando lo levantábamos y lo sacudíamos para saber cuanto combustible le
quedaba.
--¡Está casi vacío, mamá! Apenas
se escucha un ruidito.
Precisábamos por lo menos media
hora más porque teníamos que buscar la botella de vidrio que papá guardaba
lejos de las otras botellas para evitar la confusión, la libreta, el trompo y
las bolitas -por las dudas-, el bolso y recién después emprendíamos el largo
viaje hasta el lejano almacén de la esquina.
A vos, por ejemplo, nunca te vi
yendo al Súper a comprar kilovatios para el microondas. Camino al almacén era
imposible saltearse la esquina donde los gurises jugaban un picado.Así que el bolso quedaba esperando sin muchos nervios paradito atrás de un arco, de un árbol, a resguardo de algún patadura.
Un tiro libre, una atajada, un pase de gol y al almacén, donde Don Luis nos preguntaba por mamá, por papá, por el abuelo que hacía seis días que no veía y nos recordaba los dos goles de Spencer del domingo.
--Dos-go-la-zos-decía, como si
Solé se los hubiera mostrado por televisión, y nos cargaba de cuentos, de
saludos y de querosene que sacaba de un tanque con canilla.
Se limpiaba con una estopa, un
trapo, un papel de astraza (en ese orden) manoteaba un par de caramelos de los
bollones de vidrio.
--¿De cuál querés la yapa?-- De
los envueltos, Don Luis, de los que tienen papelitos.
A la vuelta perdíamos alguna
bolita o hacíamos zumbar un trompo y llegábamos justo cuando mamá salía a ver
qué pasaba que demorábamos tanto.
--Estaba lleno, mamá.
--¿Y por qué estás transpirando?--Porque vine corriendo para no demorarme.
Ponerlo en el fogón después de cargarlo y descubrir que...
--Mamá, no encuentro los
fósforos.
--Pedile a Doña Luisa; que si
volvés al almacén cocino de tarde. Pará...llevale esta rosca, decile que la
hice en el horno a leña.
--Doña Luisa, dice mamá si no le
presta una caja de fósforos que se la devuelve más tarde.
--¿Cómo está tu hermano? ¿Se le
pasó la fiebre? Llevale a tu madre esta manzanilla y para vos tengo una revista
de Tarzán. Andá que te está llamando.
Después...ponerle alcohol con la
alcuza y con cuidado, justo hasta el borde para que no se derramara ni una sola
gota porque era peligroso que se prendiera fuego.
¡Qué extraño! No nos dejaban
tocar nada que tuviera un cable pero nos mandaban a prender el primus.Lo que todavía no consigo entender es cómo era que poníamos más alcohol del que cabía. Si mirábamos el nivel de líquido azul siempre parecía que estaba a punto de volcarse.
¡Prenderlo y esperar a que se consumiera!
Distraerse haciendo algo pero no mucho, como los malabaristas chinos de los circos que esperan hasta último momento que el plato deje de girar y justito, justito, cuando parece que se va a caer, cuando parece que se va a apagar ...cerrar la válvula y darle bomba.
Teníamos un reloj interior que nos avisaba en qué momento teníamos que hacerlo.
Y le dábamos bomba.
¿Bomba? Tenías que ... eeeh...te
explico...con la mano izquierda lo sostenías para que no se moviera, con la
derecha agarrabas la varilla de la bomba entre los dedos índice y mayor y lo
impulsabas con el pulgar.
Una, dos, tres veces hasta que la
presión era suficiente para que roncara con fuerza y apareciera esa llama
poderosa capaz de hacer un guiso calentando de afuera hacia adentro, que era la
única manera de calentar las cosas en esos tiempos.
Al costado descansaba la caja de
fósforos Victoria que abríamos tirando de una orejita de cartón, levantábamos
una tapita y ahí aparecían los pequeños fósforos con polleras de papel encerado
que hacíamos bailar cabeza con cabeza. Mi padre la convertiría después en la
más masculina lima de uñas. Junto a ella, como tres flaquísimos soldados, en un
sobrecito de papel azul aguardaban alertas las agujas de lata, por si se tapaba
algún oído.
Cada tanto había que darle bomba
para que no se achicara la llama y cuando se terminaba de cocinar lo apagábamos
en el patio abriéndole la válvula para que en la casa sólo quedara olor a
comida.
--Si sobró algo de puchero voy
por ahí-- decía en broma el vecino del fondo cuando nos veía apagarlo. --¿Cómo te fue con el mapa que te
ayudé a hacer?
-- Me saqué un sote Don Julio.
--Nos sacamos un sote-- decía el
vecino y seguía regando las tomateras.-- Me saqué un sote Don Julio.
Sí... tal vez nos sobraba el
tiempo y no sabíamos qué hacer con él.
Lo más probable es que hoy se
cocine más limpio, más seguro y más rápidoLo más probable es que hoy la vida sea más limpia, más segura y más rápida.
Pero... lo que te puedo asegurar
es que entre el primus y el microondas había por lo menos tres conversaciones,
un mapa, un par de goles, una revista de Tarzán, un fiado, una manzanilla, dos
caramelos, una rosca casera y todo un barrio de diferencia.
¡Se me durmió en el sillón! ¡Qué raro, dormirse cuando le estoy contando estos cuentos tan interesantes!
¡Se me durmió en el sillón! ¡Qué raro, dormirse cuando le estoy contando estos cuentos tan interesantes!
No hay comentarios:
Publicar un comentario