“¡Pero haceme el favor, ponete a hacer algo útil! ¡Cualquier
cosa, pero algo! ¡No puede ser que te pases todo el sentado ahí sin hacer nada!
Y no me vengas con el cuento ese de la iluminación, que yo te conozco, cualquier cosa te viene bien para el ocio.
No te digo que no descanses, pero ¡hacé algo para cansarte un poco! No, el príncipe se queda todo el día ahí debajo de la higuera, en un combate a muerte contra la fatiga. Y no digamos que cada día estás más gordo, porque claro, el señor, ejercicio nada de nada.
¡Mamá tenía razón como me decía que vos no me convenías! ¡Qué burra que fui, que no le hice caso!
¡Gordo! ¿Gordo? ¿Me oís? ¡No te hagas el ido, que yo te conozco!...”
Y así, de a poquito, la señora de Buda se quedó hablando sola.
Y no me vengas con el cuento ese de la iluminación, que yo te conozco, cualquier cosa te viene bien para el ocio.
No te digo que no descanses, pero ¡hacé algo para cansarte un poco! No, el príncipe se queda todo el día ahí debajo de la higuera, en un combate a muerte contra la fatiga. Y no digamos que cada día estás más gordo, porque claro, el señor, ejercicio nada de nada.
¡Mamá tenía razón como me decía que vos no me convenías! ¡Qué burra que fui, que no le hice caso!
¡Gordo! ¿Gordo? ¿Me oís? ¡No te hagas el ido, que yo te conozco!...”
Y así, de a poquito, la señora de Buda se quedó hablando sola.
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