In Invernum qualqum soreteae fiumo expelent

DEFINICIÓN


galanga (diccionario de la real Academia Española)

3. f. Bacín plano con borde entrante y mango hueco, para usar en la cama.
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viernes, 11 de octubre de 2013

Patrimoniando Tangos

El día del patrimonio, dedicado al tango nos recuerda una anécdota que vivimos hace poco y que nos dejó pensando que no solo por el fútbol somos conocidos en el mundo.

Llegando a Grecia, de pasada para el mundial de veteranos de basquetbol en Salónica, nos quedamos un par de días en Atenas.

Grande fue la sorpresa al ingresar al Museo de la Acrpópolis cuando la cajera nos pregunta de donde somos, le decimos uruguayos y con una sonrisa nos invita a un espectáculo de Tango que habría por la noche. Era el Festival Mundial de Tango, organizado por el gobierno Griego y la embajada de Argentina.

- Uruguayos, saben bailarlo, ¿no?-, nos pregunta alegre de encontrase con dos visitantes oriundos del remoto Río de la Plata.

Las caras nuestras fueron un poema, sobre todo la mía. Bailo candombe, murga, rock, cumbia, capoeira, pero tango no me animo, le tengo mucho respeto. Como representante de nuestra cultura en tierras helénicas fui un desastre.

Al salir del hermoso museo, a los pies del Partenón, disfrutamos de una orquesta griega interpretando varios tangos, entre ellos la Cumparsita. A falta de bandoneón, tenían una armónica. Nunca había visto ese instrumento en el tango, daba una impresión media rara, parecía un chiste, pero pasados unos minutos, se escuchaba bastante bien. En el medio de la explanada, muchísimas parejas disfrutaban de bailar bien pegaditos, abrazados, con cortes, quebradas y una mano en la cintura que marcaba las figuras.

El colmo fue cuando nos íbamos, ya que escuchamos al embajador de la "otra orilla" discurseando en un pésimo inglés, diciendo que el tango surgió en las orillas de Buenos Aires. Se le olvidó un pequeño dato, que la UNESCO lo declaró patrimonio de la humanidad de Montevideo y Buenos Aires.

Me fui caliente, ninguneado. Como dijo Jaime: otra fiesta que miraba de reojo y yo, sin saber bailar.

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Para ilustrar esta crónica, pensé en poner un tango bien oriental. Elegí Garufa, creado en uno de los viejos ranchos de Pocitos, cerca de la costa, paraíso de la bohemia, el canto, las comidas y la amistad, de la que son herederos varios clubes de pesca y deportivos de la zona, entre ellos mi club, que en lunfardo tanguero es el "tuentifai".

Cuando fui a buscar un interprete para Garufa, empezaron nuevamente los problemas con los vecinos del Plata por el tema de las papeleras. Recordé al embajador argentino en Grecia y tuve la intensión de elegir un tango uruguayo, cantado por un uruguayo. Pero por más que estemos divorciados desde hace casi 200 años con la política porteña, con los argentinos somos familia y tenemos varios hijos en común. El tango es uno de ellos y es hijo de las dos orillas.

Así que los dejo con la  interpretación del "Feo" Edmundo Rivero, que hace la versión más linda.

Del barrio La Mondiola sos el más rana
y te llaman Garufa por lo bacán;
tenés más pretensiones que bataclana
que hubiera hecho suceso con un gotán.


Durante la semana, meta laburo,
y el sábado a la noche sos un doctor:
te encajás las polainas y el cuello duro
y te venís p'al centro de rompedor.

Garufa,
¡pucha que sos divertido!
Garufa,
ya sos un caso perdido;
tu vieja
dice que sos un bandido
porque supo que te vieron
la otra noche
en la calle San José.


Garufa
Música: J.A. Collazo. Letra:Fontaina y Soliño. 1927

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Garufa por Edmundo Rivero cliquée a continuación:
http://www.youtube.com/watch?v=a51yz3n7Qwc

Si tienen tiempo de probar otra: Garufa por el yorugua Alberto Castillo:
http://www.youtube.com/watch?v=sX0C57CxOsU


Comentarios


Muy buena crónica. Cuando quieran el Tano les manda su versión de Garufa. Que justamente habla de mi barrio!
El Tano de la Mondiola

Animesé Tano, animesé. Que el Mundo es de los valientes ... y de los que leen La galanga. Imaginesé lo que será de los que la hacen!!!
Daniel

viernes, 26 de julio de 2013

La frase del viernes. El atardecer del mundial

Por Abelardo Abelenda

El XII mundial de veteranos de basquetbol está terminando, el hotel va quedando vacío. Por los pasillos se empieza a diluir el olor pesado de medias y camisetas mal lavadas, colgadas de duchas, puertas y ventanas.

Todo mal ordenado se aprieta en las maletas para que entren los regalitos para la familia.

Los sentimientos son encontrados, las ganas de volver, el extrañe y las ganas de que no termine. 

Se empieza a abrir camino la nostalgia y para derrotarla se establece la fecha del próximo asado, celebratorio de lo vivido, para hacer los cuentos a los que no vinieron… y soñar con el  próximo.

Decido gastarme el último atardecer en un barquito que sale cada media hora y recorre toda la bahía de Salónica. El viaje es gratis, dura media hora y solo hay que consumir algo. Té o café frío, cerveza y otras bebidas más fuertes acompañan el pequeño tour que se interna mar adentro y luego gira por el costado del puerto, bordeando la rambla.  

El barco de las 8 de la noche es el mejor de todos, viaja directo a la caída del sol. La buena música bien amplificada estimula los sentimientos. Reggae, rock latino y Carlos Santana nos acercan al mar Caribe. Las gaviotas vuelan al costado del barco, el mar Egeo nos mece y nos acaricia, dándonos el abrazo de despedida.

El velero es un viejo barco pirata y nos trasporta a la niñez, humedeciendo nuestros ojos con el recuerdo de los hijos. Saco fotos para ilustrar el cuento que les voy a hacer. Jack Sparrow me sirve un ron generoso. Miro el sol a través del líquido color ámbar, huelo y bebo suavemente, apoyo el vaso en el barril de pólvora que hace de mesita.  

Un muchacho saca fotos a su novia. Ella se para sensual en la proa, abre los brazos y deja volar su cabello al viento, el perfume y el deseo entre ambos se perciben de lejos.

Los embarcados sacamos fotos de los caminantes que pasean por la rambla o toman algo en los boliches. Al borde del mar, casi cayéndose, los inmigrantes africanos venden zapatillas, relojes y carteras sobre un paño en el piso. Los vendedores de choclos asados al carbón y semillas completan el paisaje.

Los de la rambla nos filman a nosotros. Es el viejo, sencillo y gratuito espectáculo de ver la gente pasar. 

Los últimos grandulones con camisetas de múltiples países llaman la atención. Los liliputienses les piden una foto, algún niño se anima y consigue un autógrafo. El congreso de gigantes llega a su fin.
Se cierra un ciclo con algunas victorias trabajosas y otras derrotas dignas, contra equipos muy altos y buenos. Varios meses de entrenamiento e ilusiones se esfuman con ese sol que se esconde detrás del puerto,  rumbo a América.

Conocimos nuevas culturas, otras gentes, combinaciones increíbles de cabellos, pieles y colores de ojos, comidas y olores. No resta más que agradecer.

Evoco el momento más dulce del viaje, cuando en un atardecer de despedida en Estambul, debajo del puente Gálata disfrutando de la ciudad y sus mezquitas recortadas a contraluz con los barcos yendo y viniendo suavemente por el estrecho de Bósforo, mi señora me confesó:

“Este atardecer vale la pena por los 20  años que te banqué lesiones, fracturas, desgarros, el esguince que te hiciste un mes antes de que naciera Manuel... 
Si no fuera por el basquetbol, nunca habríamos conocido este lugar maravilloso”


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Recordaron sus labios  
La diferencia  
Del gusto del café  

"El mundo es uno solo  
Y las nostalgias  
Espejismo nomás"  
...
El viento lo entonaba  
Y se acordaba  
De un saludo cordial  
...
Era una retirada  
Que al despedirse  
Quiere regresar  
...
"Se va se va la murga  
Aunque ya nunca  
Pueda decir adiós  

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Para ilustrar esta crónica con múscia, recomendamos Retirada de Jaime Roos. 
Cliquée aquí:
http://www.youtube.com/watch?v=ZaKsvNTW7_M


viernes, 5 de julio de 2013

La frase del viernes. Los ojos de Estambul

Por Abelardo Abelenda.
Enviado especial de la Galanga al mundial de veteranos de basquet en Grecia 2013.


Estambul te recibe con enormes ojos azules que te dan la  bienvenida y cuidan cada casa del mal de ojos.

En sus calles se pueden ver ojos de todas las civilizaciones, razas y culturas del mundo, locatarios y visitantes.

Ojos celestes, ojos morenos, pálidos, pelirrojos. Ojos con ojeras de amor y con falta de sueño, ojos anhelantes, ojos tristes. Operados y estiriados, pelados, con entretejido o cubiertos por cejas teñidas, depiladas.

De muy lejos vienen ojos razgados de piel amarilla o morena, mahometanos, cristianos y judíos. Todos se encuentran en las plazas, se miran y se hablan con gestos y comparten un té o un café turco  en los miles de bolichitos de esta hermosa ciudad.

Los ojos de los niños son iguales a los de todos lados. Se quieren comer al mundo y tienen permitido reir, gritar y corretear por las mezquitas mientras sus padres rezan.

Los ojos femeninos se destacan con delineadores, rimel y pestañas postizas. En las calles se puede encontrar los de Sofía Loren, con minifaldas o pantalones oxford. Ojos en tanga, con culotes, con vaqueros y túnicas, con pañuelos que cubren las cabezas de múltiples colores. Eso si, todos bien combinados.

Hay ojos negros que pegan fuerte. Uno respeta, cada cultura con su librito, pero hay ojos que parecen presos. Varios pares de ojos se pasean unos pasos atrás de su dueño: él con sus cómodos ojos masculinos vestidos de vaqueros y championes como cualquier hijo de cristiano, mientras ella van tapadas con el burka negro desde la punta de los pies hasta la coronilla.Solo queda una rendija por donde entra una pequeña raya de luz.

Lo primero que se nos ocurre es que tenemos suerte de vivir en un país "evolucionado", donde la mujer puede elegir a su hombre, vota y se puede divorciar por voluntad propia desde hace un siglo.

En seguida volvemos a la realidad, navegando con el pensamiento. Se juntan el Bósforo y el Río de la Plata: la crónica roja de un diario montevideano titula todas las semanas: Crimen pasional: la maté por que la quería, era mía o de nadie.

Turko Bende Barato

Privilegiados geográficamente, los turcos viven hace cientos de años sobre el mar, en un cruce de caminos con vista a dos mundos. Son muy simpáticos y dominan las artes del comercio y la seducción de la venta.

Todo Estambul es un gran comercio. Posee el shopping más grande y viejo del mundo: el Gran Bazar. Son kilometros de calles y callejuelas techadas, con una tienda al lado de la otra, similar al barrio Reus de Montevideo, pero con turcos.

Primero te dicen hola en mil idiomas posibles, te dan la bienvenida, te invitan a pasar, probar, oler y mirar todos los colores que tienen. Recién ahí te dicen el precio. Preguntan de donde venís e intentan aprender de la cultura de los visitantes y siempre saben algo de tu país. 

- !Uruguay, Muslera, Lugano, Forlán!
- ¿Cómo se dice esto? 
- ¿Qué número viene despues del seis? 
- ¿Qué es eso que están tomando con agua caliente?

El regateo es como un juego, Si uno no muestra interés, en general te dejan tranquilo. Se enojan y quedan con mala cara si entrás, probás, aceptas los confites y el té con que te convidan, tocas todo, sacas fotos y después les decis: Ah no, es muy caro.

Entrar al Gran Bazar con una mujer es una experiencia alucinante. Si vas de su mano de repente ella se separa. Revuelve en los saldos, toca todas las pilchas, luego las da vuelta, se las pone encima, pide un espejo y se mira en pose de modelo de revista. Luego se prueba otro talle y te pregunta como le queda, a lo que respondes "divino mi amor". A esa altura el turco se relame, media venta está hecha. Si ella se hace la difícil para pagar, el turco propone: Cuánto querés pagar? Allí ya no tenés escapatoria y llegás a un acuerdo.

Como en todo shopping, uno sale lleno de bolsas, con regalitos para toda la familia y los amigos, con el doble las cosas que necesitabas, pero bien enamorado.