In Invernum qualqum soreteae fiumo expelent

DEFINICIÓN


galanga (diccionario de la real Academia Española)

3. f. Bacín plano con borde entrante y mango hueco, para usar en la cama.
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martes, 27 de febrero de 2024

Pateando el barrio


por Yamandú Cuevas
Cada día Antonio sale a caminar por el barrio tratando de no repetir el camino de ayer ni ningún otro. Se permite repetir alguna cuadra o algún tramo pero se obliga a hacer giros sorpresivos, a pasar por lugares diferentes siempre con la idea de que eso le va a aportar información, sorpresas, colores y por qué no, aventuras nuevas. Esas posibles aventuras nunca suceden. Como mucho alguna vez lo corrió un perro viejo sin mayor consecuencia que una leve aceleración cardíaca. Él camina para pensar por qué lo hace y con el tiempo (ha llegado a la conclusión) de que el sentido de estos recorridos aleatorios es refrescarse, disfrutar de la deriva porque es en ese estado cuando aparecen las ideas. Estaba pensando en todo esto cuando desde un pasillo abierto entre el jardín de dos casas una anciana lo llamó con un chistido. La doña llevaba un pañuelo color carmín en la cabeza, y en la mano un abanico blanco con puntillas que movía a un ritmo muy lento.

-Perdón joven, ¿usted es del barrio?

Y antes de que Antonio llegara a responder agregó:

-Porque alguna vez creo haberlo visto pasar. Dígame, y perdone el atrevimiento pero, usted es de Tauro, ¿no?

Antonio, un poco incrédulo pero sin escapatoria ante la pregunta, titubeó y respondió tartamudeando un “s… sí… ¿por?

-Estaba visto dijo la anciana sin dejar de sacudir el abanico- con esa cara y ese tranco…, pero disculpe, en realidad lo que le quería preguntar es de qué signo es ella, la chica del diente oscuro ¿Es su novia?

Antonio, que todavía no salía del estupor, respondió medio atolondrado por la sucesión de preguntas.

-¿Que chica? ¿Pero usted quién…?

No llegó a terminar de formular la pregunta cuando la señora se le adelantó:

-¡Ja! No me diga nada, ¡ella es de Tauro también! seguro que del primer decanato de mayo…

Antonio ya había detenido su paso frente al portoncito de hierro y estaba punto de decirle algo pero por alguna razón ese algo se le derritió al calor de la mirada profunda de la anciana y aunque parezca increíble, por primera vez se quedó esperando que ella siguiera, que le dijera más, que se explayara sobre esa chica misteriosa... Ahora él quería saber más, pero la vieja lo estaba imitando. Lo miraba a los ojos con conmiseración y con el abanico ya plegado y quieto sobre su mano izquierda.

El jacarandá dejó de moverse, los ruidos de la calle pasaron a un segundo plano y sólo quedó el sol de enero rielando sobre la vereda y los ojos de la anciana, que por primera vez se vieron nítidamente azules.

 -No se ofenda, pero abandone a esa muchacha, ella es dañina y usted, un incauto -bajó la voz y la mirada- Hágame caso, si no, algo muy malo le va a pasar.

Antonio ensayó una excusa que aludía vagamente a la falta de tiempo y reanudó la caminata con una velocidad que intentó ser convincente, aunque sabía que el paseo de aquel día se había estropeado irremediablemente. Al doblar la esquina no pudo evitar dar una última mirada a aquella anciana con vocación de pitonisa pero ella había desaparecido. No sólo no pudo verla, sino que tampoco reconoció el portón, ni las casas con retiro, ni la cuadra.

Ya en su despoblado apartamento se sometía al ritual de escribir su cuento del día: levantar la persiana exactamente hasta la mitad, jugar un solitario (sólo uno), ponerle dos terroncitos de azúcar al café y revisar el teléfono, cuando sonó el timbre de abajo.

Maldijo; menos por la interrupción que por tener que bajar tres pisos por escalera sólo para constatar que sería -con suerte- algún vendedor ambulante o -sin suerte- los testigos de Jehová.

La puerta de calle arrastraba haciendo un ruido pastoso sobre las baldosas que eran pardas con diminutas pequitas blancas, casi iguales al diente de aquella chica que le sonreía tras la puerta.


Pateando el barrio / Óleo en el frente de un sobre medio oficio / 2008 / Yamandú Cuevas.

Comentarios


Buenísimo!
Odoacro

        Gracias
        Yamandú Cuevas

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Muy bueno Yamandú
Ke Verba

        Gracias KV! Abrazo!
        Yamandú Cuevas


sábado, 1 de abril de 2023

Crónica roja


por Odoacro

Si me viera la abuela, ella que se mareaba al subir al banco de la cocina para sacar los fideos del estante.
Su nieto viviendo en un primer piso, y en Pocitos, porque acá es casi Pocitos, caminás 5 cuadras y está el mar.
Que lo parió, tanta agua; es como decía el tío, lo que falta es vino.
Poca ropa, el termo y el mate, la garrafa, el televisor, la Spika, un par de estantes de tabla de obra, todo listo. Trabajo para seis meses o más. 
Casilla de obra en planta alta, sólo en la capital.
Menos mal que traje provisiones, a la primera de cambio vuelvo por el pueblo y le pago la damajuana al vasco.
¿Habrá boliche en este barrio? Apenas ordene mis cosas salgo y veo, debe haber.


Llegó sin hacerse notar, como de costumbre, un beso aburrido a su esposa, se sacó la corbata y se cayó frente al televisor, al terminar la información deportiva dijo la frase acostumbrada: -voy un rato al boliche, no me esperes a cenar.
Cuando su mujer dijo la frase habitual, - no te mamés como siempre-, ya había cerrado la puerta.
El banco alto de la punta, al lado de los baños ya tenía su forma, se sentaba y no hacía falta que pidiera, el bolichero lo veía entrar y servía -con tres cubitos-, dos medidas de Espinillar.
Nunca habló con nadie, los parroquianos con sorna lo llamaban “El Mudo”. Miraba callado a los demás, pero su mirada no molestaba, miraba sin mirar, los ojos perdidos en la nada. 

Fondo Blanco, a pocas cuadras del cementerio inglés. Paredes a las que habían quitado el revoque, el ladrillo viejo a la vista era en ese momento una novedad. Al fondo, un pizarrón recordaba a un pub inglés. Escrita con tiza, una sola palabra ¡WELCOME! 
-Por si alguno de los vecinos se levanta y viene. 
El chiste funcionaba.

No era mi bar preferido, pero los jueves pasaba a tomar una, a conversar con Heber, cantinero y propietario del antro.
Desde que abrieron la cancha de fútbol 5, a mitad de cuadra, donde antes estaban las canchas de Padel, todos los viernes venía una barra de 10 ó 12 a hacer el tercer tiempo. 
Tomaban whisky, tomaban duro, y alborotaban todo, en un barrullo que crecía acorde a la cantidad de alcohol. 
Esta vez cayeron un jueves, estábamos todos. 

El nuevo vecino, sereno de la obra de mitad de cuadra, hacía su primera visita. Llegó con una damajuana que apoyó en el piso, se sentó en la barra y pidió un vino. Al terminarlo, se sirvió el segundo de su damajuana. Heber lo miró asombrado, pero prefirió esperar.
Los futbolistas eligieron divertirse. 
-Serví al amigo, la próxima va por nosotros. Una vuelta, otra, amistad para siempre. Nenes bien sintiéndose felices burlándose de un infeliz.


El tono fue subiendo, y resultó que Carlitos -así se llamaba el nuevo parroquiano- era de mala bebida, salió y volvió de la obra con un fierro enorme e intentó golpear al primero que encontró.
La horda lo sacó a la vereda y comenzó a pegarle. Una manada enardecida. 
Con Heber salimos a separar, y nos llevamos un par de golpes. Al calmarse, Carlitos quedó tirado y hecho un estropicio, llegamos a pensar que estaba muerto. Heber llamó a la policía y la ambulancia mientras yo esperaba al lado de Carlitos. 
La barra desapareció.

El Mudo, hasta ese momento tan impasible como siempre, salió del bar lentamente, se acercó a Carlitos, lo miro por unos segundos y le pegó tremenda patata en las costillas.
No hablé, solo lo miré y abrí los brazos, con gesto de reproche.

-¿Sabe una cosa? Me hizo calentar.

viernes, 14 de febrero de 2014

Cierran el último cráter del barrio Palermo


La Frase del viernes por Abelardo Abelenda

Esta semana disfruté del comienzo de la construcción del nuevo edificio en lo que fuera el último cráter del barrio, vestigio del Uruguay de la decadencia.

Por todo el Cordón, Parque Rodó, Palermo y barrio Sur se puede apreciar como se va reconstruyendo la faja costera de la ciudad con hermosos reciclajes, donde todavía funciona la integración de diferentes clases sociales y culturales.

Se está construyendo la Facultad de Comunicación, en el agujero dejado por la demolición del viejo Asilo Dámaso Antonio Larrañaga, en Gonzalo Ramirez y Jackson.
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En el año 1982 el arquitecto Mariano Arana publicó "Una ciudad sin memoria", un documental que denunciaba la demolición de edificios emblemáticos de la Ciudad Vieja para hacer estacionamientos. La ciudad se estaba quedando sin memoria, la piqueta fatal de la dictadura golpeaba, a pura demolición de gentes y edificios.

Pasó lo mismo en el barrio Sur y Palermo. Con el pretexto de "peligro de derrumbre", los militares demolieron edificios que identificaban a la cultura afrouruguaya, el conventillo Medio Mundo en la calle Cuareim 1080 y el Barrio Reus del Sur entre otros.

Así se fueron generando grandes cráteres y pequeñas caries que iban contagiandose a las casas vecinas, denunciando la enfermedad de la ciudad: la desintegración social y la destrucción de la trama urbana y social. A los desalojados se los mandó a complejos de vivienda en la periferia, se los quitó del barrio donde habían nacido, donde trabajaban, donde eran alguien y se los envió lejos, con menos posibilidades de inserción laboral y ascenso social.

Regresé al Cordón hace 15 años. Con alegría, año a año veo como los reciclajes y las viviendas van mejorando el barrio, trayendo gente joven con niños a una zona cada vez más envejecida. Los planes de la Intendencia, el Banco Hipotecario y la Agencia Nacional de Vivienda empiezan a dar resultados. Se construyeron cooperativas de ayuda mutua en el Reus del Sur y en el viejo Corralón Municipal, donde gente de todos los perfiles socio económicos se pudo quedar o volver a su barrio.

Prueba de un tejido social recompuesto la da un niño. Vivía en una casa ocupada junto a su madre y un montón de hermanitos en condiciones muy complicadas. Cuando planté un fresno en la vereda de mi casa me lo rompía todo, le pelaba las hojas. Un día lo encaré y les conté que si lo dejaba crecer, en unos años nos iba a regalar sombra. Con el paso del tiempo el niño se hizo hombre, es reconocido y trabaja en un comercio de la zona y en la feria de Tristán Narvaja. Hace poco me lo crucé en la puerta de mi casa. El calor era bochornoso, nos saludamos, el miró para arriba y me señaló la copa del fresno que hoy da sombra hasta la vereda de enfrente.



Adiós mi barrio


Viejo barrio que te vas
te doy mi último adiós
ya no te veré más.
 


Con tu negro murallón,
desaparecerá
toda una tradición.
 


Mi viejo Barrio Sur,
triste y sentimental,
la civilización
te clava su puñal.
 

Música: Ramón Collazo
Letra: Victor Soliño

Este tema es muy viejo, contra lo que parece, no es de la época de la dictadura y el exilio. "Adiós mi barrio" surgió cuando la piqueta fatal del progreso demolió el fondo del barrio, el "bajo", los ranchos de pescadores y lo que quedaba de la vieja muralla de la ciudad. En este caso fue progreso con sentido y con belleza, cuando en 1930 se empezó a construir la maravilla que resultó ser la rambla Sur de Montevideo.


Para escucharlo en versión de los Olimareños oprima aquí:




martes, 22 de octubre de 2013

¿Cómo hacíamos para vivir así?

por Medio Gurméndez

El otro día me estaba acordando cuando tenía un Bip (buscador de personas, vernáculamente llamado así en Uruguay) Los primeros buscadores de personas eran un aparato bastante grandecito que te colgabas al cinturón y que, cuando alguien te dejaba un mensaje en la Central, te prendía una luz y te sonaba el pito. Allí tenías que buscar un teléfono público (un monedero, como se le llamaba). Primero encontrar uno (ya teníamos medio sabido donde habían), que funcionara, que no estuviera lleno de monedas. Allí llamabas a la Central y te decían que a fulanito de tal, código tal, lo llamaron de tal lado que se comunique. Empezó a mejorar el servicio cuando el aparato empezó a darte el mensaje a viva voz (en plena reunión importante te avisaba que " ...de parte de su señora no se olvide de comprar pan que hoy tienen gente en casa"). Ya después eras Gardel y
Lepera porque te pasaba el mensaje escrito, sin joder a nadie. Los servicios baratos solo te mostraban el número de teléfono al que tenías que llamar.
Pero junto con esto me acordaba la transa que era todo el servicio y otros tantos más. Y ahora me pongo a pensar cómo sobrevivimos a esto.

Pagar el Bip-Bip o Radiollamada (así se llamaban) era tener que irse al Palacio Salvo o a una galería en el Centro, en determinado horario y fechas a pagar en efectivo. Disponer de un buen rato de la mañana o la tarde para eso.

Pero también para pagar la contribución inmobiliaria donde las colas en el Atrio Municipal eran de dos o tres horas. O la patente del auto; o las multas.

¡¡Y pagar la OSE!! Te avisaban que tal día (un solo día) en la mañana el cobrador estaría en una mesita con un cortado en el café Carlitos de Rivera y Larrañaga, con unos cajoncitos de madera en donde estaban todos los recibos de la gente de la zona (tarjetas perforadas, abuelitas de la informática actual) y el cobrador iba cobrando. Ni que hablar que no había ni un mísero agente policial custodiando. La UTE otro tanto similar pero generalmente era en oficinas de la UTE.

¿Y pedir un teléfono? Sin tarjeta de presentación de un político blanco o colorado la respuesta era obvia: no hay borne en la zona. Y esperabas 5, 6, ... 9 años hasta que aparecía el tan ansiado teléfono. Teléfono que para llamar desde Montevideo a Pando (menos de 35 Km) tenías que pedirle a la operadora que te anotara en la lista de espera (una o dos horas).

¡¡Sacar boletos de estudiantes!! Un día por mes según el número de cédula, tenías que hacer cola de una hora o dos en los talleres de CUTCSA (donde hoy se construye el último Shoping) para retirar la mencionada tarjeta perforada, hacer otra cola para que te vendieran uno o dos rollitos de 50 boletos para meter en la boletera (el "pito").

El día que tocaba pagar OSE o UTE o sacar boletos era el único. No podías tener otras obligaciones, no podías enfermarte, no podía llover a cántaros.

Y ahora, si vas al ABITAB a pagar el teléfono y tenés tres personas adelante ponés el grito en el cielo.


Comentarios


buenísimo! Ni hablar si llamas por teléfono y del otro lado da ocupado. Que bronca tener que apretar "redial". 
Marta

La cobranza en el café o almacén, custodiada por soldados se hacia ya en tiempos difíciles, porque un poco antes, unos años nomas, algunas cobranzas de impuestos se hacían a domicilio. Aunque parezca increíble, el cobrador pasaba a cobrar en efectivo casa por casa. Se imaginan que le podría pasar al cobrador hoy yendo casa por casa con la recaudación encima?
Yonson

domingo, 8 de septiembre de 2013

Pregones


El uruguayo - tipo es un tipo atípico. Seguramente que cualquiera de nosotros, viviendo aquí en el paisito, nos estamos quejando de cualquier cantidad de cosas. La magia de la distancia hace que al viajar, o peor todavía al emigrar, esas cosas se desvanezcan y queden en nuestra mente solo lo importante.
Alejandro G, el Tano de la Mondiola, hace añares que emigró al Norte mismo. Por suerte y por merecimiento, consiguió avanzar en su profesión. Nada de lo que le pasó desde entonces le ha hecho olvidar a su Uruguay y, nostálgico, vuelve a cantarnos en esta murga los pregones que nosotros (los más maduritos) recordamos como nuestros.







En caso de no poder ver el video cliqueando sobre él, probá cliqueando en su dirección de You Tube

http://youtu.be/q3fw-saliew

viernes, 7 de junio de 2013

La frase del viernes. Un muchacho de barrio

Por Abelardo Abelenda
El barrio es como la vieja, hay uno solo. Es la infancia y la adolescencia, la escuela, los amigos y el club. Es el primer amor y también aquella vecinita que era tan linda y nunca nos dio ni la hora.
He aquí una pequeña historia de 3 muchachos de barrio.

Las estrellas de la esquina de la casa de mi vieja

Aníbal llegó a Montevideo desde Salto, siendo un adolescente. No conocía a nadie. Su primer año se lo pasó de matiné en matiné, todos los fines de semana en el cine Arizona de la calle Rivera.

Así, hasta que un día de 1948 un vecino, el Pocho, le dice:
- Bo, botija, te gusta jugar al fóbal.
- Si, por supuesto.

Con 16 años jugó en la reserva del primer partido del equipo que se estaba formando en el barrio: el 25 de Agosto. El cuadrito de la esquina fue creciendo, se transformó en club y para jugar había que ser socio. Aníbal muestra con orgullo su tarjeta de aquellos años, el socio número 11.

- Para mí el único club que hay es el 25, no existe otro- dice con convicción y firmeza.


Lo bautizaron el "Gaucho". Al tiempo se cumplen sus sueños de chiquilín, lo ascienden al primero. Empezó en la liga Punta Carretas, donde el club era imparable y el se lucía en el armado del juego. A los 20 años lo vienen a buscar de un equipo profesional de primera división. Todos los fines de semana juega en River Plate. Siempre que puede se da una escapada y vuelve a jugar con sus amigos del barrio.

En 1954 lo citan para el combinado celeste, integra la preselección que va a ir al mundial de Suiza. Hace toda la gira previa, va quedando en el equipo definitivo. Está casi pronto para ir, con el traje y los zapatos bien lustrados. Una mañana se levanta y va a buscar el periódico que infaltablemente el canillita dejaba por debajo de la puerta de su casa. En los titulares, vio que Juan Eduardo Hohberg, argentino de nacimiento y que hacia varios años brillaba en el club Peñarol, acababa de sacar la ciudadanía uruguaya, quedando habilitado para jugar en la selección.
Esa misma tarde, luego de la práctica le informan que queda desafectado. El "Gaucho" Aníbal García da Rosa, jugaba en el mismo puesto que Hohberg.

Aníbal supo pasar por todos los roles en el club de sus amores, socio, jugador de futbol y de bochas, directivo y presidente. Después del trabajo, una vuelta por la casa y en la nochecita, todos los días al club. En los años ´70 participó en la organización del carnaval del 25. Inventó los clásicos duelos de los parodistas Gabys vs. Klapers, donde los espectadores votaban quién era el ganador.

Hoy tiene 80 años, el doctor y las nanas le tienen prohibido ir a los partidos. Solo los puede ver por la tele. Cada tanto se da una vuelta y conversa con Sandalio, el canchero, para ver como está todo: los viejos amigos, la directiva, los nuevos jugadores y el campeonato.

Pasados más de 60 años de socio, la anécdota que más recuerda es la de un día que el 25 iba a jugar una final en la liga amateur. Serio, le fue a hablar el Pocho Vergara, el presidente:

- Aníbal te necesitamos para la final
- No puedo Pocho, tengo partido con River a la misma hora.
- ¡Dale Gaucho!, no nos podés fallar.
- Además,  yo no le voy a sacar el puesto nadie.
- Vos andá, y si falta uno jugás.

Fue a River y le explicó la situación al doctor --de cuyo nombre no se acuerda para no comprometerlo--, le pidió que le haga un certificado de que estaba enfermo para poder faltar.
El doctor accedió: sinusitis, ¡no puede jugar!

Cuando se acuerda del médico que le hizo la gamba, lo justifica, cómplice, diciendo:

- El entendió, yo tenía que estar en la final con mis amigos. Se ve que también era un muchacho de barrio.

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NOCTURNO A MI BARRIO
(de Aníbal Troilo)


Mi barrio era así... así...así...
que se yo si era así...
pero yo me lo acuerdo así,
con Giacumin
el cabuña de la esquina
que tenia las hornallas llenas de
hollín
y que jugaba de jas izquierdo,
siempre al lado mio siempre...
siempre...
quizas...
para estar más cerca de mi corazón...
dicen que me fuí del barrio...
dicen que me fuí del barrio...
cuando?
pero cuando?
si siempre estoy llegando,
y si una vez me olvidé;
las estrellas de la esquina de la casa de mi vieja,
titilando como si fueran manos amigas, me decian
nenequedate aquí!, quedate aquí, quedate aquí.

Si quiere ver a Aníbal Troilo, recitando Nocturno de mi barrio sobre Quejas de Bandoneón oprima aquí:
http://www.youtube.com/watch?v=MqUwK-ENAjU