In Invernum qualqum soreteae fiumo expelent

DEFINICIÓN


galanga (diccionario de la real Academia Española)

3. f. Bacín plano con borde entrante y mango hueco, para usar en la cama.

sábado, 1 de abril de 2023

Crónica roja


por Odoacro

Si me viera la abuela, ella que se mareaba al subir al banco de la cocina para sacar los fideos del estante.
Su nieto viviendo en un primer piso, y en Pocitos, porque acá es casi Pocitos, caminás 5 cuadras y está el mar.
Que lo parió, tanta agua; es como decía el tío, lo que falta es vino.
Poca ropa, el termo y el mate, la garrafa, el televisor, la Spika, un par de estantes de tabla de obra, todo listo. Trabajo para seis meses o más. 
Casilla de obra en planta alta, sólo en la capital.
Menos mal que traje provisiones, a la primera de cambio vuelvo por el pueblo y le pago la damajuana al vasco.
¿Habrá boliche en este barrio? Apenas ordene mis cosas salgo y veo, debe haber.


Llegó sin hacerse notar, como de costumbre, un beso aburrido a su esposa, se sacó la corbata y se cayó frente al televisor, al terminar la información deportiva dijo la frase acostumbrada: -voy un rato al boliche, no me esperes a cenar.
Cuando su mujer dijo la frase habitual, - no te mamés como siempre-, ya había cerrado la puerta.
El banco alto de la punta, al lado de los baños ya tenía su forma, se sentaba y no hacía falta que pidiera, el bolichero lo veía entrar y servía -con tres cubitos-, dos medidas de Espinillar.
Nunca habló con nadie, los parroquianos con sorna lo llamaban “El Mudo”. Miraba callado a los demás, pero su mirada no molestaba, miraba sin mirar, los ojos perdidos en la nada. 

Fondo Blanco, a pocas cuadras del cementerio inglés. Paredes a las que habían quitado el revoque, el ladrillo viejo a la vista era en ese momento una novedad. Al fondo, un pizarrón recordaba a un pub inglés. Escrita con tiza, una sola palabra ¡WELCOME! 
-Por si alguno de los vecinos se levanta y viene. 
El chiste funcionaba.

No era mi bar preferido, pero los jueves pasaba a tomar una, a conversar con Heber, cantinero y propietario del antro.
Desde que abrieron la cancha de fútbol 5, a mitad de cuadra, donde antes estaban las canchas de Padel, todos los viernes venía una barra de 10 ó 12 a hacer el tercer tiempo. 
Tomaban whisky, tomaban duro, y alborotaban todo, en un barrullo que crecía acorde a la cantidad de alcohol. 
Esta vez cayeron un jueves, estábamos todos. 

El nuevo vecino, sereno de la obra de mitad de cuadra, hacía su primera visita. Llegó con una damajuana que apoyó en el piso, se sentó en la barra y pidió un vino. Al terminarlo, se sirvió el segundo de su damajuana. Heber lo miró asombrado, pero prefirió esperar.
Los futbolistas eligieron divertirse. 
-Serví al amigo, la próxima va por nosotros. Una vuelta, otra, amistad para siempre. Nenes bien sintiéndose felices burlándose de un infeliz.


El tono fue subiendo, y resultó que Carlitos -así se llamaba el nuevo parroquiano- era de mala bebida, salió y volvió de la obra con un fierro enorme e intentó golpear al primero que encontró.
La horda lo sacó a la vereda y comenzó a pegarle. Una manada enardecida. 
Con Heber salimos a separar, y nos llevamos un par de golpes. Al calmarse, Carlitos quedó tirado y hecho un estropicio, llegamos a pensar que estaba muerto. Heber llamó a la policía y la ambulancia mientras yo esperaba al lado de Carlitos. 
La barra desapareció.

El Mudo, hasta ese momento tan impasible como siempre, salió del bar lentamente, se acercó a Carlitos, lo miro por unos segundos y le pegó tremenda patata en las costillas.
No hablé, solo lo miré y abrí los brazos, con gesto de reproche.

-¿Sabe una cosa? Me hizo calentar.

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