In Invernum qualqum soreteae fiumo expelent

DEFINICIÓN


galanga (diccionario de la real Academia Española)

3. f. Bacín plano con borde entrante y mango hueco, para usar en la cama.
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domingo, 21 de enero de 2024

Little green (la otra cara de la columna)


por el Flaco

little green o Verdecito

fue a dar a la librería

por unos cuantos volúmenes

que se afanara en cardúmenes

según dijo: porquerías

 

empezó leyendo al Gabo

en un cuento de naufragios

sin que augurara presagios

y de un modo estrafalario

se tropezó con La Tregua

la novela de don Mario

 

armó un collage con los trenes

llenos de fotos de nenes

viajando en primera clase

los boletos de pasajes

los usó para los marcos

en el medio puso un barco

un mate y una cometa

pa' que la gente lo entienda

le dibujó una careta

le faltó una bicicleta

y estaba la bicisenda

 

pero al Romeo&Julieta

lo cortará en mil trocitos

para hacer los muralitos

que le inspiren su histrionismo

y de paso va a enterrar

para más nunca invocar

al loco romanticismo

 

así que Martín y Elisa

un poco decepcionados

por no decir estafados

por el genio del artista

cambiaron puntos de vista

y llamaron a asamblea

pa' que Playa Verde vea

lo que ha sido de sus libros

vendidos en pedacitos

por el Cuevas little green

digasé el tal Verdecito



Comentarios


Usté sungenio del verso
No me canso e decirlo
Rima corcho, pala o mirlo
Con tan grande maestría
Que al menos yo debería
Para no quedarme chirlo
Agradecerle acá, admitirlo
En el gran Club Galanguero
Como ese gran pionero
De la escritura florida
Pulcra, redonda y fluida
Que engalana a la revista
Para que nadie desista
De leer y de instruirse
Y así por fin convertirse
En un valiente ilustrado
No como este tarado
Que con tal de responderle
Saludarlo, gradecerlerle
Escribe cualquier pavada

Me despido de usté, Don Flaco
Con verserío esmirriado
Pobre y soso, pero emocionado
Por semejante respuesta
Que este que le contesta
Con algo de envidia (lo admito)
No es otro que Verdecito.

        se agradecen los cumplidos/ ni ciertos ni merecidos/ lo mío es sólo ejercicio/ pa  hacerle breve el solsticio/ tan playero y tan de enero/ que en La Galanga estival/ somos todos muy verseros. Flaco

miércoles, 17 de enero de 2024

Crónicas de lecturas Nº1


por Yamandú Cuevas

Nº 1 / Playa Verde, 17 enero de 2024.

Hace unos días pasaron Martín y Elisa por el taller a pagar la cuota familiar anual de la Comisión de Vecinos y me trajeron un paquetito con libros de regalo. “Para hacer collage” -me dijeron- y como la conversación sobre las dunas, la garra de león y otras cuestiones ambientales se puso linda los dejé por ahí arriba si prestarles mucha atención.



Un buen rato después que se fueron fui a ver el paquetito y me encontré con tres libros fantásticos. El primero es “Cartel de viaje” de Jean Paul Caracalla, editado por Fitway publishing, un hermoso catálogo de afiches de viajes en tren. No de compañías de tren, ni de trenes simplemente, sino de viajes en tren. Este libro (que nunca recortaré) es más para mirar que para leer y aunque hasta ahora apenas le di una mirada rápida, ya me dan muchas ganas de compartir aquí uno de los afiches que más me gusta.

El segundo es nada menos que Romeo y Julieta, de Shakespeare, una edición del año 1939 que perdió sus tapas y cuyo papel color ocre ferroso hay que tratar con extremo cuidado y que por supuesto tampoco recortaré, en cambio lo pondré en la mesa petisa donde coloco los libros que voy a leer pronto (por algo llegó a mí ahora).




Sin embargo el que más me entusiasmó fue el tercero: “Relato de un náufrago que estuvo diez días a la deriva en una balsa sin comer ni beber, que fue proclamado héroe de la patria, besado por las reinas de la belleza y hecho rico por la publicidad, y luego aborrecido por el gobierno y olvidado para siempre” del Gran Gabo. Recordaba claramente haber tenido ese libro, esa edición, pero no tan claramente haberlo leído. Entusiasmado lo dejé por ahí arriba para leerlo ni bien terminara “Uruguay siglo XX: una historia colectiva en movimiento, de Don Pepe Batlle a Tabaré Vázquez” de Gabriel Quirici Franzi, editado por Banda Oriental y que compré este enero en Irakurri libros.

Como siempre pasa, durante la primera quincena de enero nuestra casa se pobló de amigos, primos, hermanos y nietos que andan de vacaciones y aprovechan para visitarnos. Esos días de alegría, asados, playa y largas conversaciones no se lee, o se lee muy de a puchitos. Un día, tentado, leí la contratapa del librito de tapas doradas y me quedé tan enchufado que fui a la Wikipedia. Fue peor, o mejor dicho, mejor, porque me dieron tantas ganas de leerlo que apuré el muy buen libro de Quirici (que ya comentaré) para poder entrarle.


La mañana del día siguiente estaba fresca, soleada, ideal para ir a la playa, pero hice un mate y me instalé en la terracita del fondo para empezar a leer “Relato de un náufrago”. Entonces empecé el ritual pre lectura que se me quedó instalado de la escuela elemental de la Juventud Comunista que daba el Mico Roballo, allá en 8 de octubre y 20 de febrero, cuando la casona de la esquina frente a la plaza de deportes Nº5 era la sede del Regional 5. El ritual consistía en oler el libro, mirarlo bien por fuera, leer detenidamente su tapa, su lomo, su contratapa, sus orejas si las traía “cada elemento nos da una información valiosa” decía el Mico y como era el profe, y a los profes se les creía, yo lo hacía como todavía ahora lo hago. Entonces imagínense cuán grande fue mi decepción cuando la tapa y la contratapa (que siempre estuvieron separadas y sueltas) se separaron de libro y después de una primera página con un bonito logotipo de Colección Carabela, me encontré con la segunda, que sin anestesia alguna anunciaba “La tregua” (novela) por Mario Benedetti.

No dije maldición! Porque eso se dice solo en los cómics mexicanos, o en Los Simpson, pero algún tren chocó dentro de mi cabeza, algún piñazo de esos que todavía tira Mohamed Alí en los reels de Instagram me alcanzó, me aturdió o qué sé yo…


Confieso que me costó despeinarme la idea de leer o releer “Relato de un náufrago” pero la mañana seguía estando hermosa para leer y a muy poco me vino el entusiasmo por encontrarme frente a la oportunidad de acceder a una obra que si no fuera por el azar, difícilmente hubiera elegido. Así que abordé la tercera página que empezaba diciendo “Lunes 11 de febrero: Sólo me faltan seis meses y veintiocho días para estar en condiciones de jubilarme...”

Leí este libro de un tirón de dos días, doscientas cuatro páginas que se pasaron volando y antes de decir cualquier pelotudez quiero dejar constancia de lo más fuerte. Al final del libro, lloré. Creo que desde que leí Mi planta de naranja-lima (de Mauro de Vasconcelos) a los 17 años, no lloraba con un texto. Me he emocionado con muchos, me he calentado con muchos otros también, pero llorado lo que se dice, llorado, no. Todo un dato.

Mario Benedetti es extracto de perfume oriental. Después de este libro me di cuenta lo poco que he leído de él. Gracias por el fuego, La borra del café, El libro de los haikus y algún poema. Muy poco. Y sin embargo parece que lo último lo hubiera leído ayer. Los personajes son tan cercanos, tan uruguayos, tan montevideanos que cualquier de ellos bien podría ser mi vecino de al lado, mi tío, el verdulero, mi primo o alguien muy querido. O como dice Martín Santomé, el protagonista: “mi prójimo”.

Esta que no va a ser una columna de crítica ni de análisis porque no soy ni crítico ni analista, apenas pretende aportar a La Galanga y sus lectores un cuento personal de mi experiencia como lector, y si pudiera (ojalá), entusiasmarlos para que lean. Por eso les digo, si no lo han hecho todavía y pueden, lean esta historia tan adorable y terrible como la vida misma, en la que Benedetti cuenta cómo en la vida gris del protagonista, un viudo a punto de jubilarse de un empleo monótono, con tres hijos grandes que lo ignoran, puede haber una tregua. Cómo el amor puede llegar a derribar ultraconservadoras paredes de cemento y hacernos creer que todo puede ser diferente. De todas maneras, la novela es más que una historia de amor. A mí me parece que representa la decadencia humana en que devino el proyecto modernizador en que se formaron los creadores de la generación del 45.

Gracias La Galanga por recibirme.

Ojalá esta sea la primera de muchas crónicas de lectura.


Comentarios


Hermosa crónica de lectura sobre una inolvidable novela, cuya película no la desmerece como en otros casos.
Anónimo
        De acuerdo
        Yamandú Cuevas

Bienvenido a la comunidad Galanguera.
Seguramente nos vamos a enriquecer con tus notas !
Anónimo
        Gracias!
        Yamandú Cuevas

Impresionante relato, se sienten las emociones...
Rosita
        Gracias
        Yamandú Cuevas   

Lindaso
Jorge Temponi
            Gracias 
            Yamandú Cuevas

Excelente, muy buena incorporación a la Galanga 👏👏👏
Patraka
            Gracias Patraka. A la Galanga me incorporé hace un tiempo ya, pero como. "cronista" es cierto que estoy debutando. Saludos!
            Yamandú Cuevas

Me gustó y me sorprendió esta crónica profunda, bien escrita y que demuestra una sensibilidad compartida en lo que a mí respecta.
Carlos Borelli
            Gracias por tus palabras, Carlos! Saludos.
            Yamandú Cuevas

Me ha dejado sin palabras. Y sin libros. Excelente don Green-
Flaco

lunes, 10 de octubre de 2022

Reseña literaria: Una vez que me baño, novela de Edgardo Pereiria

por Trancazo

Es la desgarradora crónica de las peripecias a las que se enfrenta un hombre de mediana edad cuando decide dar un vuelco radical en su vida sin sospechar la cantidad de obstáculos que deberá vencer para imponer su voluntad. Ramón Menéndez, 47 años, mecánico automotriz y encargado del mantenimiento general de un edificio de su barrio se revincula con prácticas que realizó en su pasado y que prácticamente había olvidado. Con dudas y con el apoyo de algunos tutoriales que encuentra en YouTube, decide volver a bañarse. Cuando comienza con la tarea, se da cuenta que el agua está helada; advierte enseguida que están sacando agua en la cocina. Su esposa, Mariela Núñez, tiene la canilla abierta al máximo. ¿Sabotaje? ¿Descuido? A partir de ahí, se desencadenan situaciones impredecibles que involucran a varios vecinos y autoridades municipales y nacionales, crímenes y reflexiones sobre el cambio climático y la discreta discriminación que sufren las personas que no ven todas las series. Imperdible.
Están avanzadas las negociaciones de adquisición de los derechos de esta novela para llevarla al cine. Sería a un cine de balneario.

miércoles, 10 de agosto de 2022

Un autor único

por Trancazo

        Nos encontramos aquí con un autor de características peculiares si no únicas. Por ejemplo, nació un 13 de julio de 1958 en Banfield, Buenos Aires, Argentina. Pero, fue la única vez que lo hizo. Luego, a lo largo de toda su vida, jamás repitió ese acto. Hizo muchas otras cosas, pero procuró no reiterar aquello que él entendía que había realizado con éxito. «Aquella vez nací muy bien» señalaba en los cenáculos y tertulias que frecuentaba, pero a los que iba una única vez a cada uno. «Las repeticiones son actos mediocres» sostuvo una vez, solamente.
Con mucho suceso trabajó durante un día en la prestigiosa revista cultural de vanguardia La colcha de tu madre, que le deparó elogios y grandes augurios de éxito, pero nunca más volvió por esa redacción, entendiendo que su ciclo ya estaba cumplido.
Posiblemente con lo que logró la trascendencia y el mayor destaque en las letras sudamericanas fue con su recordada gira por cientos de pueblos de su país y de los vecinos. En cada uno de ellos, ofrecía un recital de poemas inéditos y breves trozos de cuentos en prosa que quedaban inconclusos ya que a poco de comenzar a narrarlos le invadía una particular angustia que lo impulsaba a irse al poblado más cercano donde daba una presentación completamente diferente a la anterior. En ocasiones era acompañado por intelectuales y artistas locales que estaban interesados en saber el final de aquellos cuentos, pero jamás los concluía. En Cuentos interruptus se presenta una extensa antología de la obra que presentó en esa famosa gira latinoamericana.
Juan Pérez Reboleado murió el 7 de mayo del 2002 en Caballito, Buenos Aires, por única vez.