por Yamandú Cuevas
Nº 1 / Playa Verde, 17 enero de 2024.
Hace unos días pasaron Martín y Elisa por el taller a pagar
la cuota familiar anual de la Comisión de Vecinos y me trajeron un paquetito
con libros de regalo. “Para hacer collage” -me dijeron- y como la conversación
sobre las dunas, la garra de león y otras cuestiones ambientales se puso linda
los dejé por ahí arriba si prestarles mucha atención.
Un buen rato después que se fueron fui a ver el paquetito y
me encontré con tres libros fantásticos. El primero es “Cartel de viaje” de
Jean Paul Caracalla, editado por Fitway publishing, un hermoso catálogo de
afiches de viajes en tren. No de compañías de tren, ni de trenes simplemente,
sino de viajes en tren. Este libro (que nunca recortaré) es más para mirar que
para leer y aunque hasta ahora apenas le di una mirada rápida, ya me dan muchas
ganas de compartir aquí uno de los afiches que más me gusta.
El segundo es nada menos que Romeo y Julieta, de
Shakespeare, una edición del año 1939 que perdió sus tapas y cuyo papel color
ocre ferroso hay que tratar con extremo cuidado y que por supuesto tampoco
recortaré, en cambio lo pondré en la mesa petisa donde coloco los libros que
voy a leer pronto (por algo llegó a mí ahora).
Sin embargo el que más me entusiasmó fue el tercero: “Relato de un náufrago que estuvo diez días a la deriva en una balsa sin comer ni beber, que fue proclamado héroe de la patria, besado por las reinas de la belleza y hecho rico por la publicidad, y luego aborrecido por el gobierno y olvidado para siempre” del Gran Gabo. Recordaba claramente haber tenido ese libro, esa edición, pero no tan claramente haberlo leído. Entusiasmado lo dejé por ahí arriba para leerlo ni bien terminara “Uruguay siglo XX: una historia colectiva en movimiento, de Don Pepe Batlle a Tabaré Vázquez” de Gabriel Quirici Franzi, editado por Banda Oriental y que compré este enero en Irakurri libros.
Como siempre pasa, durante la primera quincena de enero nuestra casa se pobló de amigos, primos, hermanos y nietos que andan de vacaciones y aprovechan para visitarnos. Esos días de alegría, asados, playa y largas conversaciones no se lee, o se lee muy de a puchitos. Un día, tentado, leí la contratapa del librito de tapas doradas y me quedé tan enchufado que fui a la Wikipedia. Fue peor, o mejor dicho, mejor, porque me dieron tantas ganas de leerlo que apuré el muy buen libro de Quirici (que ya comentaré) para poder entrarle.
La mañana del día siguiente estaba fresca, soleada, ideal para ir a la playa, pero hice un mate y me instalé en la terracita del fondo para empezar a leer “Relato de un náufrago”. Entonces empecé el ritual pre lectura que se me quedó instalado de la escuela elemental de la Juventud Comunista que daba el Mico Roballo, allá en 8 de octubre y 20 de febrero, cuando la casona de la esquina frente a la plaza de deportes Nº5 era la sede del Regional 5. El ritual consistía en oler el libro, mirarlo bien por fuera, leer detenidamente su tapa, su lomo, su contratapa, sus orejas si las traía “cada elemento nos da una información valiosa” decía el Mico y como era el profe, y a los profes se les creía, yo lo hacía como todavía ahora lo hago. Entonces imagínense cuán grande fue mi decepción cuando la tapa y la contratapa (que siempre estuvieron separadas y sueltas) se separaron de libro y después de una primera página con un bonito logotipo de Colección Carabela, me encontré con la segunda, que sin anestesia alguna anunciaba “La tregua” (novela) por Mario Benedetti.
No dije maldición! Porque eso se dice solo en los cómics
mexicanos, o en Los Simpson, pero algún tren chocó dentro de mi cabeza, algún
piñazo de esos que todavía tira Mohamed Alí en los reels de Instagram me
alcanzó, me aturdió o qué sé yo…
Confieso que me costó despeinarme la idea de leer o releer “Relato de un náufrago” pero la mañana seguía estando hermosa para leer y a muy poco me vino el entusiasmo por encontrarme frente a la oportunidad de acceder a una obra que si no fuera por el azar, difícilmente hubiera elegido. Así que abordé la tercera página que empezaba diciendo “Lunes 11 de febrero: Sólo me faltan seis meses y veintiocho días para estar en condiciones de jubilarme...”
Leí este libro de un tirón de dos días, doscientas cuatro
páginas que se pasaron volando y antes de decir cualquier pelotudez quiero
dejar constancia de lo más fuerte. Al final del libro, lloré. Creo que desde
que leí Mi planta de naranja-lima (de Mauro de Vasconcelos) a los 17 años, no
lloraba con un texto. Me he emocionado con muchos, me he calentado con muchos
otros también, pero llorado lo que se dice, llorado, no. Todo un dato.
Mario Benedetti es extracto de perfume oriental. Después de
este libro me di cuenta lo poco que he leído de él. Gracias por el fuego, La
borra del café, El libro de los haikus y algún poema. Muy poco. Y sin embargo
parece que lo último lo hubiera leído ayer. Los personajes son tan cercanos,
tan uruguayos, tan montevideanos que cualquier de ellos bien podría ser mi
vecino de al lado, mi tío, el verdulero, mi primo o alguien muy querido. O como
dice Martín Santomé, el protagonista: “mi prójimo”.
Esta que no va a ser una columna de crítica ni de análisis
porque no soy ni crítico ni analista, apenas pretende aportar a La Galanga y
sus lectores un cuento personal de mi experiencia como lector, y si pudiera
(ojalá), entusiasmarlos para que lean. Por eso les digo, si no lo han hecho
todavía y pueden, lean esta historia tan adorable y terrible como la vida
misma, en la que Benedetti cuenta cómo en la vida gris del protagonista, un viudo
a punto de jubilarse de un empleo monótono, con tres hijos grandes que lo
ignoran, puede haber una tregua. Cómo el amor puede llegar a derribar
ultraconservadoras paredes de cemento y hacernos creer que todo puede ser diferente. De todas maneras,
la novela es más que una historia de amor. A mí me parece que representa la decadencia
humana en que devino el proyecto modernizador en que se formaron los creadores
de la generación del 45.
Gracias La Galanga por recibirme.
Ojalá esta
sea la primera de muchas crónicas de lectura.
Comentarios
Yamandú Cuevas
Seguramente nos vamos a enriquecer con tus notas !
Anónimo
Yamandú Cuevas
Yamandú Cuevas
Hermosa crónica de lectura sobre una inolvidable novela, cuya película no la desmerece como en otros casos.
ResponderEliminarGracias!!
EliminarBienvenido a la comunidad Galanguera.
ResponderEliminarSeguramente nos vamos a enriquecer con tus notas !
Gracias!
EliminarImpresionante relato, se sienten las emociones...
ResponderEliminarRosita
Lindaso
ResponderEliminarGracias!
EliminarExcelente, muy buena incorporación a la Galanga 👏👏👏
ResponderEliminarGracias Patraka. A la Galanga me incorporé hace un tiempo ya, pero como. "cronista" es cierto que estoy debutando. Saludos!
EliminarMe gustó y me sorprendió esta crónica profunda, bien escrita y que demuestra una sensibilidad compartida en lo que a mí respecta. Carlos Borelli
ResponderEliminarGracias por tus palabras, Carlos! Saludos.
EliminarMe ha dejado sin palabras. Y sin libros. Excelente don Green- Flaco
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