In Invernum qualqum soreteae fiumo expelent

DEFINICIÓN


galanga (diccionario de la real Academia Española)

3. f. Bacín plano con borde entrante y mango hueco, para usar en la cama.
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viernes, 27 de junio de 2025

Investigador privado


por Odoacro

El caso más sencillo de mi vida, y el mejor pago.

Desde que el gringo Ferguson me llamó, imaginé lo peor, sabía quién era el problema.

Tomé el tubo, su mensaje fue lacónico, seco y sin preámbulos.

-Tengo un problema que confío usted pueda solucionar, lo espero mañana.

Le pedí a Estela, nuestra secretaria, que no me pasara llamadas y le pregunté por María, mi esposa y socia. Su respuesta debió preocuparme, desde anteayer no pisaba la oficina.

Anoche no había dormido en casa, y sospecho que ella tampoco, no nos veíamos desde anteayer. Ella esperaba una llamada y yo debía ir a Durazno por un caso de robo, una caja fuerte. Al llegar ya estaba resuelto, el hijo del estanciero tenía deudas de juego. Creo que me llamó para intimidarlo. No me pagó ni siquiera el pasaje de retorno.

La Onda me dejó en Plaza Cagancha, confuso y mal dormido.

Caminé hasta la oficina, no había noticias de María.

Fumé un par de Oxi Bithué y salí a tomar el trolley, vería a Ferguson.

La oficina del gringo parecía un rincón de Londres, muebles que en un futuro serán vendidos en algún remate a precio de reliquia. La hora larga sentado en la sala de espera -tiempo de ablande- me permitió detenerme en los detalles. Una pared tapizada de pinturas marinas, una sola de ellas me permitiría vivir un par de meses, en la pared de enfrente, retratos de gordos bigotudos muy bien vestidos, seguramente sus ancestros. La secretaria parecía haber nacido allí, tenía el tono pálido de las réplicas que adornaban las dos paredes laterales. Sobre pequeñas columnas jónicas y corintias posaban El David, la Venus de Milo, el Mercurio de Juan de Bolonia y el pensador de Rodin. Una demostración de poder intimidante

Era evidente que los negocios eran rentables, repuestos ferroviarios y para la distribución de gas.

Por fin, la secretaria me hizo pasar. Un escritorio enorme, y paredes forradas de libros que nadie leyó.

 Después de unos breves comentarios protocolares -sin cambiar su tono pausado- comenzó a plantear el motivo de su llamado, desde hacía tiempo notaba a su esposa distante, esquiva, y sospechaba que tenía una aventura. Le interesaba saber quién era el fulano, y fundamentalmente evitar un escándalo.

 Los casos de infidelidad nos daban de comer, la mayoría de nuestras investigaciones consistían en seguir a la sospechosa o al sospechoso y sacar un par de fotos, muy diferente al glamour de las películas.

El caso más sencillo y difícil de resolver; me puso mil dólares adelante y no dio oportunidad a rechazo.

Salí con una inmensa fortuna, que era menor a mi problema, debía pensar cómo salir de aquel embrollo. En Montevideo no hay muchos investigadores privados, de todas formas, que me llamara a mí era una mala señal.

 

Fui directo al Café Antequera, mi segunda oficina, allí paran muchos periodistas, y era un buen lugar para recoger información útil.

En este caso, solo quería pensar y tomar algo fuerte, saludé a Tito Cabano que tomaba su capuchino y me senté en la barra, lejos de todos. Feliche vio mi cara y me sirvió la copa doble, dos veces. Salí de tardecita, hacía frío, ya en la oficina, encendí la radio y me serví otro Espinillar y otro más.

El Repórter ESSO daba una noticia de último momento.

-Conocido investigador privado es hallado muerto en su oficina, su esposa encontró el cadáver al ingresar en la misma y llamó a la policía.  Todo indica que fue un suicidio.

Menuda sorpresa, parece que estoy muerto. Abrí el cajón de la derecha del escritorio y busqué el 38 para ponerlo lejos, a salvo de una eventual locura, no estaba, o creo que no estaba.

En algún momento entró María, furiosa y a los gritos.

- ¡Canalla! Ferguson me contrató para investigar a su esposa, ¿Cómo pudiste?

- ¿Desde cuándo te acostas con su esposa?

- Dame los mil dólares que te dio, es mi paga.

Tomó el arma del cajón, mientras yo miraba congelado.

Apuntó y disparó.

El estampido me despabiló, ¿o fue el teléfono?

Comenzaba otra pesadilla, era la esposa de Ferguson.

Revisé mi bolsillo, no estaban los mil dólares.

 

Comentarios

Excelente!!!
Silvia Ferrín

miércoles, 26 de marzo de 2025

La Galanga Cultural


Entre ¡La Galanga es cultura! hasta un ¡Qué país generoso! hay un pequeño paso que pocos se han animado a dar. 
En nuestra Galanga hemos tenido gran cantidad gran de Editores y Responsables (editores irresponsables) que escribieron, dibujaron, hablaron y cantaron por el solo y mero hecho de divertirse.
También tuvimos varios que ya habían publicado libros o que habían sido oradores de TEX. Varios fueron catapultados al éxito por nuestro magro libelo y terminaron escribiendo poemas entre parto y parto o hacedores de podcast de Jazz mientras no lo elegían Profesor Emérito de una Universidad allá en el lejano norte o cosas así.


Hoy nos vamos a encargar de un tal Yamandú Cuevas.
El muy pillo (de los pocos pillos que no son pálidos) se había retirado a Playa Verde con el solo fin de esquilmar incautos que se acercaban a su Taller a aprender a recortar figuras de las revistas.
Allí conoció a alguno de los trillizos Gurméndez quienes, tratando de mantener La Galanga con presupuesto 0, le invitan a dibujar o escribir o hacer collages o hacer un asado. Daba igual.
Este pillo, usando de plataforma de lanzamiento a nuestra Galanga bajo varios seudónimos, pasó a integrar con uno de sus cuentos la recopilación Delitos menores de Pablo Silva Olazábal y Marcos Robledo (123 autores que le escribieron un libro a estos dos sin haberse dado cuenta).
La cuestión es que el viernes 28 a las 19:00 lo presentan en Lo de Molina (Tristán Narvaja 1578 entre Colonia y Mercedes de la capital nacional).

Sumemos nuestros votos de éxito y gritemos fuerte ¡Qué país generoso!

MGM

Si querés leer a Yamandú Cuevas
más vale leé La Galanga


Comentarios


¡ Qué bueno! Éxitos!
Silvia Barzi

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Felicitaciones a Verdecito! Enhorabuena! O en mala hora, según como sea.
Tano

viernes, 13 de septiembre de 2024

Nunca se había visto algo así


por Yamandú Cuevas

Todos corríamos para cualquier lado tratando de guarecernos de las ráfagas de las metralletas que sonaban más  parecido a la cuerda de un patito de lata que a los ruidos con que aparecían en la televisión. Ramiro logró subirse a un ómnibus que pasaba con las puertas abiertas y yo corrí como loco y sin mirar. Nunca se había visto algo así. Aquello era una masacre, una locura. Cuando me pareció que ya nadie me seguía me tiré atrás del murito petizo de la parroquia, el mismo lugar donde me escondía cuando jugábamos a la escondida. Caí boca abajo y apenas me di vuelta vi al soldado. Un disparo corto de metralleta me dio en medio de la panza. Creo que fueron tres balas, o cuatro, no importa, lo cierto es que dolieron como nunca nada antes. Llegué a cubrirme el vientre con las manos pero como acto reflejo porque las balas ya me habían perforado dejando un olor a pólvora quemada o a algo podrido, no sé.

La sangre surgía a borbotones bajando espesa para correr vereda abajo por las ranuras de las baldosas. Cuando levanté la vista el milico ya había apartado la suya y salía atrás de otro manifestante. Miré para arriba preguntándome algo que seguro no me responderían ni el cielo celeste, ni las gaviotas que planeaban allá arriba ni la punta de los cipreses. Aquel no era un buen lugar, nunca lo había sido, pero no hubo opción. No sé por qué pensé en mi cuarto, en mi cama, en la carátula del Sgt. Peppers, y en el monito a cuerda. Quizás sólo para ocupar la mente en otra cosa, para sacarla del terror de las balas de verdad, de los gritos, del miedo que me había empapado los pantalones. Tal vez como siempre en ese lugar, lo único que se podía hacer era cerrar los ojos, aguzar el oído, y esperar ser librado por todos los compañeros.


Nunca se había visto algo así.
Ilustración en técnica mixta sobre papel.
Proyecto La Agenda, página 111, pos-producida en Photoshop C25.
Yamandú Cuevas.

Comentarios


Impactante! No conocía el blog de Yamandú Cuevas. A partir de este artículo lo agendé. Muchas gracias Galanga!
Carlos Borelli

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Estremecedor
Anónimo

martes, 9 de abril de 2024

Un sueño

Hoy traemos una nueva colección literaria.
Se tratan de Los Cuentos Cortos que el Yama escribe y hace circular entre vosotros.
Esta vez:


Un sueño


por Yamandú Cuevas

Soy Marco, el gladiador de Todos los fuegos el fuegoy estoy en plena lucha con el gigante nubio. Tengo una espada en la mano y un deseo superviviente: encontrar el instante preciso de decapitarlo. Con las piernas flexionadas y con pasos cortos me desplazo hacia la derecha buscando el hueco, midiendo la distancia. El sol que hace hervir la arena y el griterío en las plateas no importan. Girando y girando, en el segundo preciso en que la red del nubio ha partido volando hacia mí, descubro el flanco abierto de su cuello empapado. Todo está a punto de hacerse descarga violenta de mi espada contra el cuello del nubio cuando un peso traba mi premeditado movimiento. Mientras la red del gigante sigue su curso miro mi mano entorpecida que no puede levantarse porque de ella cuelga, tomada por los pelos y pesada como un muerto, la cabeza del nubio que estoy por cortar.


Cuento de Julio Cortázar.

Comentarios


Muy ,muy bueno...gracias Daniel...ernesto el chico...🤣