El XII mundial de veteranos de basquetbol está terminando, el hotel va quedando vacío. Por los pasillos se empieza a diluir el olor pesado de medias y camisetas mal lavadas, colgadas de duchas, puertas y ventanas.
Todo mal ordenado se aprieta en las maletas para que entren los regalitos para la familia.
Los sentimientos son encontrados, las ganas de volver, el extrañe y las ganas de que no termine.
Se empieza a abrir camino la nostalgia y para derrotarla se establece la fecha del próximo asado, celebratorio de lo vivido, para hacer los cuentos a los que no vinieron… y soñar con el próximo.
Decido gastarme el último atardecer en un barquito que sale cada media hora y recorre toda la bahía de Salónica. El viaje es gratis, dura media hora y solo hay que consumir algo. Té o café frío, cerveza y otras bebidas más fuertes acompañan el pequeño tour que se interna mar adentro y luego gira por el costado del puerto, bordeando la rambla.
El
barco de las 8 de la noche es el mejor de todos, viaja directo a la caída del
sol. La buena música bien amplificada estimula los sentimientos. Reggae, rock
latino y Carlos Santana nos acercan al mar Caribe. Las gaviotas vuelan al
costado del barco, el mar Egeo nos mece y nos acaricia, dándonos el abrazo de
despedida.
El velero es un viejo barco pirata y nos trasporta a la niñez, humedeciendo nuestros ojos con el recuerdo de los hijos. Saco fotos para ilustrar el cuento que les voy a hacer. Jack Sparrow me sirve un ron generoso. Miro el sol a través del líquido color ámbar, huelo y bebo suavemente, apoyo el vaso en el barril de pólvora que hace de mesita.
Un muchacho saca fotos a su novia. Ella se para sensual en la proa, abre los brazos y deja volar su cabello al viento, el perfume y el deseo entre ambos se perciben de lejos.
Los embarcados sacamos fotos de los caminantes que pasean por la rambla o toman algo en los boliches. Al borde del mar, casi cayéndose, los inmigrantes africanos venden zapatillas, relojes y carteras sobre un paño en el piso. Los vendedores de choclos asados al carbón y semillas completan el paisaje.
Los de la rambla nos filman a nosotros. Es el viejo, sencillo y gratuito espectáculo de ver la gente pasar.
Los últimos grandulones con camisetas de múltiples países llaman la atención. Los liliputienses les piden una foto, algún niño se anima y consigue un autógrafo. El congreso de gigantes llega a su fin.
Se
cierra un ciclo con algunas victorias trabajosas y otras derrotas dignas,
contra equipos muy altos y buenos. Varios meses de entrenamiento e ilusiones se
esfuman con ese sol que se esconde detrás del puerto, rumbo a América.
Conocimos nuevas culturas, otras gentes, combinaciones increíbles de cabellos, pieles y colores de ojos, comidas y olores. No resta más que agradecer.
Evoco el momento más dulce del viaje, cuando en un atardecer de despedida en Estambul, debajo del puente Gálata disfrutando de la ciudad y sus mezquitas recortadas a contraluz con los barcos yendo y viniendo suavemente por el estrecho de Bósforo, mi señora me confesó:
“Este atardecer vale la pena por los 20 años que te banqué lesiones, fracturas, desgarros, el esguince que te hiciste un mes antes de que naciera
Manuel...
Si no fuera por el basquetbol, nunca habríamos conocido este lugar maravilloso”
--------------------------------------------------
Recordaron sus labios
La diferencia
Del gusto del café
"El mundo es uno solo
Y las nostalgias
Espejismo nomás"
...
El viento lo entonaba
Y se acordaba
De un saludo cordial
...
Era una retirada
Que al despedirse
Quiere regresar
...
"Se va se va la murga
Aunque ya nunca
Pueda decir adiós
----
Para ilustrar esta crónica con múscia, recomendamos Retirada de Jaime Roos.
Cliquée aquí:
http://www.youtube.com/watch?v=ZaKsvNTW7_M
Si no fuera por el basquetbol, nunca habríamos conocido este lugar maravilloso”
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Recordaron sus labios
La diferencia
Del gusto del café
"El mundo es uno solo
Y las nostalgias
Espejismo nomás"
...
El viento lo entonaba
Y se acordaba
De un saludo cordial
...
Era una retirada
Que al despedirse
Quiere regresar
...
"Se va se va la murga
Aunque ya nunca
Pueda decir adiós
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Para ilustrar esta crónica con múscia, recomendamos Retirada de Jaime Roos.
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