Melba, desde Australia, nos hace acordar que esto casi es cierto.
Dos viejos amigos se encontraban a diario en el mismo banco, de la misma plaza. Charlaban, comentaban las noticias, le daban de comer a las palomas, veían pasar a las mujeres, en fin: boludeces varias.
Un día uno de ellos (Ernesto) faltó a la cita.
- Seguramente está resfriado; siempre viene tan desabrigado ... - pensaba el otro (Antonio). Ese día él se encargó de las palomas.
Al otro día también faltó Ernesto, y al otro, y al otro.
Pero Antonio no sabía donde vivía Ernesto; se habían conocido en esa plaza y allí se encontraban siempre.
Esperó una semana, esperó otra semana. Esperó un mes.
Un día, ya preocupado, ve su silueta sentadito en el banco como siempre.
- Pero que alegría de verte, Ernesto. Me tenías preocupado. ¿Estuviste enfermo?
- No. Estuve preso más de un mes.
- Eh!? ¿Qué te pasó?
- ¿Te acordás de la rubia Mirella?
- ¿La cocinera de la rotisería donde vos comprás comida?
- Si. Pasó que esa cocinera se enteró que yo tenía algo de plata guardada. Y para tratar de quedarse con mis ahorros me hizo una denuncia por reiterados actos de violación sexual.
Imaginate; a mis 89 años ...
Me sentí tan orgulloso que me declaré culpable enseguida.
Y el juez me dio 45 días de cana por pedante y mentiroso.
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