En este siglo XXI, la conformación de parejas ha cambiado y
bastante. Las diferencias de edad no importan como antes, en el Primer Mundo,
claro.
En Uruguay, que en tantas cosas somos “de avanzada” y en otras
tan victorianos, las cosas no son así.
No puedo hablar de las parejas homosexuales porque desconozco
el tema, pero sí puedo hablar de las parejas heterosexuales.
Si un hombre le lleva 20 años a su novia, esposa, amiga con
derechos, etc., es un crá.
Si una mujer le lleva más de 5 o más años a su novio, esposo,
amigo con derechos, etc., es una veterana desubicada.
De hecho, hay hasta una definición para este tipo de mujeres:
cougar. “Cougar es una expresión del argot inglés para definir a las mujeres que
buscan una pareja sensiblemente más joven.” (Fuente: es.wikipedia.org/wiki/Cougar)
Yo soy cougar desde antes de que inventaran la definición y no
me avergüenza serlo. No me atraen los hombres mayores que yo. Punto.
El problema está en que en este machista país no sólo no es
fácil ser cougar y asumirlo, también es difícil que la otra parte lo acepte.
Yo pasé por la situación de que alguien estuviera enamorado de
mí y no quisiera entablar una relación formal porque era menor que yo.
En el lado opuesto, tengo una amiga que está saliendo con
alguien menor y el problema lo tiene ella, no él. Le da vergüenza lo que vaya a
decir la sociedad de que esté enamorada de alguien más joven que ella.
Y yo me pregunto: ¿por qué está bien para los hombres y para
las mujeres no?
Para el amor no hay edad, ¿no es cierto? ¿O eso sólo es válido
para el género masculino?
¿Alguna vez nos pondremos a tiro con lo que sucede en el resto
del mundo y, de paso, dejaremos de juzgar a los otros?
#ParaPensar
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