Luisa entregando petitorio en mano a Tarigo (vicepresidente) mientras Sanguinetti (presidente) observa. Foto Nancy Urrutia 1986 |
No me fue fácil poder hilvanar estas palabras. Con todo lo dicho y escrito por allí me da un poquito de cosa poder referirme a Luisa Cuesta.
Pero gracias al empuje de algunos amigotes (seguramente incondicionales galangueros) me armé de coraje para decir o repetir cosas.
¿Por dónde empezar?
La historia de Luisa Cuesta es muy conocida (o al menos debería serlo). Quien no la sepa es fácil buscarla en Google.
Se trata de una madre que busca la verdad sobre su hijo desaparecido en Argentina en plenas dictaduras allá y acá en 1976. Ella, como tantísimas otras, ya había estado presa entre 1973 - 74 y se había exiliado para evitar correr la misma suerte que otros (por ejemplo su hermano Gerardo, otro mártir de la dictadura uruguaya). Estando en Holanda se entera de la detención y posterior desaparición, en Buenos Aires, de su único hijo. Desde entonces y durante 42 larguísimos años lo buscó, tenazmente, sin aflojar ni pedir favores. Y buscándolo a él buscaba también a los casi 200 compatriotas igualmente desaparecidos. Buscándolos a todos se convirtió en una vieja admirable, inclaudicable.
Dicen quienes la conocieron bien, que con su físico pequeñito, con su voz sin levantar el tono jamás, con su cara llena de arrugas, esta vieja única se sobreponía a todas las adversidades y sacaba fuerzas vaya uno a saber de dónde, para continuar incansable en una lucha que siempre parecía perdida.
Sin bajar los brazos fue que Luisa y el grupo de Madres y Familiares al que perteneció desde siempre, encontraron los restos (que ya no las verdades) de cuatro desaparecidos. Y Luisa siguió trabajando para encontrar datos, para despertar el honor de alguno que algo supiera.
Cada 20 de Mayo encabezaba la marcha que luego nos recibía, en silencio, para sacarnos el miedo. Cada día nos hacía reflexionar y nos convencía de que su búsqueda es la de todos nosotros.
Hoy ya murió Luisa.
Andá a saber qué vientos van a hacer volar sus propios átomos y, andá a saber por cuál casualidad, los van a hacer encontrar con los de su hijo y los del desaparecido muerto y enterrado a su lado. Andá a saber como los átomos de ellos tres, golpeándose una y otra vez van a mezclarse en otros átomos que van a nacer en alguna criatura, en el Pereira Rossell, gritona y peludita, pidiendo teta a su madre. Como nació mi última nieta Naomi.
Quien te dice que Naomi tenga la entereza de esa vieja.
Ojalá.
Por lo pronto, cuando se haga grande, te prometo que le voy a explicar quien fue Luisa Cuesta, para que sepa de dónde le pueden venir esos átomos fuertes.
Luisa Cuesta recibiendo el Doctorado Honoris causa de mi Universidad |
Comentarios
Hermoso escrito y necesario homenaje. Luisa es de esas personas que, al decir de Bertol Bretch, son imprescindibles. Son partículas luminosas y en su dualidad onda-corpúsculo se mantienen tangibles y etéreas, para mostrarnos el camino y ayudarnos a no claudicar ante tantos golpes y dificultades. Gracias, MGM, por permitirnos hacer le homenaje al amor incondicional.
Isisue
Hermoso escrito y necesario homenaje. Luisa es de esas personas que, al decir de Bertol Bretch, son imprescindibles. Son partículas luminosas y en su dualidad onda-corpúsculo se mantienen tangibles y etéreas, para mostrarnos el camino y eyudarnos a no claudicar ate tantos golpes y dificultades. Gracias, MGM, por permitirnos hacer le homenaje a al amor incondicional.
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