- compartir la frescura infinita de los niños en general y de Manu, su nieta, en particular. Si un día nos diéramos cuenta de que los niños son inmensamente más sabios que los adultos es probable que les diéramos más pelota y las cosas anduvieran mejor
- tener una nueva columna para tratar de justificar ese medio aguinaldo tan esquivo para los aquí escribientes
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El abuelo en su nave espacial (marzo 2023) Manuela De León |
- ¡Mirá Manuela! ¡Un ternero tomando la teta de la vaca!
- Es porque a los bebés les encanta la leche, abuelo. ¿Sabés
que yo cuando sea grande voy a tener un bebé?
- ¡Qué hermoso Manuela, me encantan los bebés!
- Sí, y yo lo voy a llevar a tu casa para que tú lo hagas
dormir como me hacías dormir a mí. ¿Te digo algo? A los bebés lo que más les
gusta es comer y dormir, ¿Sabías? así que cuando nazca el bebé, yo le doy la
teta y vos lo hacés dormir. Tá?
La casa de Manuela queda en el Cerro del Burro. Desde mi
casa en Playa Verde a la suya en Playa Hermosa debe haber unos 10 minutos de
viaje en auto, pero yo los hago en el triple de tiempo sólo para disfrutar de
su conversación. La madre le ha enseñado que cuando va sola de acompañante ella
debe conversar y Manuela obedece al pie de la letra. Sus conversaciones nunca
son forzadas y a mí me asombra el repertorio y la fluidez.
- ¿Viste esa gallina, abuelo? Yo tengo una igual y un día
que fui temprano a recoger los huevos con papi toqué uno que estaba calentito y
¿sabés qué? era porque tenía dos yemas en vez de una. Cuando lo fuimos a comer
yo le sequé una foto. Otro día te la voy a mostrar.
- ¿Sabés por qué las nubes pasan por arriba del cerro,
abuelo? Porque les gusta jugar con él, ellas le esconden la cruz por un rato y
después, cuando él ya no sabe qué hacer le muestran que la tiene encima.
Y todo así. En la playa, cuando se aburre de aplastar los
huevos de caracol que la marea amontona en la orilla, se me arrima y me cuenta
cosas. - ¿Viste todos esos huevos, abuelo? Son de los caracoles, pero no te
preocupes, los aplasté porque ya están vacíos, los caracolitos que vivían ahí
ya salieron. Ahora deben estar por ahí adentro del agua, sólo que no sé cómo
porque ellos no nadan ¿viste?, sólo caminan. ¿Vos sabés si los caracoles nadan?
Y ahí yo me doy cuenta que no me preparé lo suficiente para
esto de ser abuelo. De todas maneras le digo que puedo averiguarlo. - ¿Cómo? Me
pregunta. - Bueno, cuando lleguemos a casa puedo buscar mi enciclopedia Espasa
Calpe, la que tiene los dibujos que a vos te gustan y entonces buscar la letra
C de Caracol y ver que dice.
- Si querés le pedimos a mamá que te preste su teléfono, que
tiene Google.
- Yo también tengo Google, pero me resulta más divertido
buscar en la enciclopedia. Es más vistosa y ya de paso miramos alguna otra
cosa.
- ¿Es la que tiene los dibujos de los animales del pasado,
abuelo?
- Esa misma.
- Y lo que dice esa enciclopedia es verdad?
- Claro que es verdad, todo lo que está escrito ahí es
verdad.
- Pero tú me dijiste que los tigres dientes de sable no
existen…, ¿entonces?
- Yo te dije que ya no existen, pero es muy cierto que
existieron.
- Cuándo?
- Y ponele que hace unos 12.000 años.
- ¡Dale abuelo, me estás mintiendo! ¡En ese tiempo nadie escribía
enciclopedias!
Comentarios
María José
Y es elogiable la sensibilidad del abuelo, que sabe escuchar con el corazón

Ke Verba.
Impresionante Manuela! Me imagino el tamaño del babero de Yamandú
ResponderEliminarEs una delicia poder disfrutar de la espontánea creatividad de los niños no domesticados.
ResponderEliminarY es elogiable la sensibilidad del abuelo, que sabe escuchar con el corazón ❤️
Amorosa niña. Felicidades.
ResponderEliminarKe Verba.