No hay dudas que los tiempos han cambiado y el fútbol no es ajeno a esta situación; la cosa no es mejor ni peor pero es claro que es distinto.
Antes las contiendas deportivas eran nobles encuentros de caballeros donde la expresión del dolor era mal vista y nadie que se preciara de ser jugador de fútbol estaba dispuesto a manifestar alguna clase de sufrimiento por una casual vicisitud del juego: codazo en los riñones, patada o pelotazo en los testículos, mordidas, trompadas, etc., cosas normales en un campo de "juego". Nadie se tiraba al suelo como fulminado por un balazo para luego rodar y retorcerse con expresivas convulsiones agónicas, como solemos ver en la actualidad.
A algunos veteranos, que vimos ese otro fútbol, todavía nos llama la atención, ver circunstancias como la que se dió en el partido que a la postre resultó la final del campeonato uruguayo entre Nacional y Defensor; iban transcurriendo apenas 10 minutos (¡10!) cuando el técnico de Nacional se vió en la necesidad de realizar un cambio porque uno de sus delanteros estrellas no estaba en condiciones físicas (¿físicas o de otra naturaleza?) de seguir en el campo. Conste para quienes no vieron el partido que el delantero no salió de la cancha en el carrito de la asistencia médica o en ambulancia, salió por sus propios medios, e inmediatamente fue interrogado por el periodista que hace las notas para la televisión: --"¿Qué te pasó?" --"No, nada, tengo un pinchacito en la pierna..." y siguió su camino, tranquilo hacia el banco de los suplentes.
¡¡ MIRÁ VOS SI UN OBDULIO, UN "INDIO" OLIVERA, UN MONTERO CASTILLO IBA A SALIR DE UNA FINAL SI NO ERA POR UNA FRACTURA TRIPLE EXPUESTA CON HEMORRAGIA SEVERA!!
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