No me es fácil tratar de ser muy objetivo. No creo que lo logre.
Como ustedes saben parte de mi tiempo disponible lo utilizo para vivir de una profesión maravillosa como la medicina.
Y con ese antecedente me sabrán perdonar el color y calor que le ponga a mis reflexiones.
Es que hay cosas que nos golpean por debajo de la línea de la cintura. Y nada es igual después.
Hace casi dos años que, sin pedirlo ni buscarlo, los terrícolas todos quedamos sumergidos en el último desafío sanitario que se haya visto: había aparecido un virus que por su altísima contagiosidad y por vivir en un mundo tan globalizado e hiperconectado, cubrió todo el planeta en muy poquito tiempo. Y si bien su mortalidad no era desproporcionada hacía que una gran parte de los infectados concurrieran a las puertas de emergencia y luego necesitaran cuidados moderados e intensivos, por bastante tiempo, haciendo colapsar los sistemas sanitarios de todos los países, hasta de los que creemos que son la Meca de la medicina.
Como tantas otras veces todo el personal de salud (desde el jefe de CTI hasta el camillero, pasando por enfermería, cocina, limpieza y mantenimiento) le puso el pecho al desafío. Trabajamos en turnos inacabables, hacíamos guardias corridas porque no había relevo disponible (enfermos o en cuarentena), suspendíamos licencias, corríamos feriados. Trabajábamos en un régimen de cansancio, rigor y entrega extremos. Quien no lo ha tenido que hacer no tiene la menor idea de lo que es tener que vestirse como un astronauta cada vez que veíamos un cobichado o siquiera un sospechado de cobicho. No se imaginan lo que es manejar catéteres, agujas, tubos y pinzas con toda esa vestimenta. Varias veces tuvimos que pedir "Sacame esta careta de mierda, después me la pongo, pero así no puedo ligar esa arteria".
En nuestro país así fuimos miles.
Y también en nuestro país, hace 2 días casi 3.000 de nosotros fueron "despedidos" porque cerraron Casa de Galicia.
Los jueves a las 20:00 los vecinos nos aplaudían. El 23 de diciembre (cualquier fecha es jodida para quedar sin trabajo; ¡¡¡pero un 23 de diciembre ...!!!) cambiaron el aplauso por el cierre.
Casa de Galicia (institución sanitaria uruguaya) estaba muy mal económicamente, es verdad. Pero en este año se les aportaron U$S 374.000.000 (leyó bien: trecientos setenta y cuatro millones de dólares) a las jubilaciones militares para poder pagar esas jubilaciones de privilegio que solo nosotros toleramos.
Los trabajadores y trabajadoras (porque en Salud la mayoría de los que trabajan son mujeres) de Casa de Galicia no tuvieron la culpa de su gestión y pasaron el 24 de diciembre en la incertidumbre de si mañana mismo deberán buscar otro trabajo.
Mientras tanto el Líder Mundial y princeso Lavenida Junior estaba de viaje marketinero visitando tropas uruguayas en el Congo y sacándose fotos con niñitos huérfanos (¿serían los resultados de las violaciones y abusos de esos mismos cascos azules uruguayos por lo que han sido denunciados y acusados?).
El personal de la salud está acostumbrado a hacer todo lo posible sin buscar el agradecimiento (muchas veces con la espada de Damocles de cualquier denuncia de mal praxis, ¡por si cuadra!).
Pero esto no se le hace a quien te salva y te cuida la vida.
Comentarios
Sé de lo que hablas.... más de 40 años en la salud. Algunos nacimos del lado equivocado del mundo pero con la conciencia clarita, lo que hace que sufras más moralmente....fuerza compañeros de Casa de Galicia. Me tocó como a muchos allá por el año 2.000. Entiendo en carne viva lo que están pasando. Algún día lograremos mejorar este mundo. No pierdo la esperanza. Arriba!!! Estamos con ustedes !!!
Anónimo
Se de lo que hablas.... más de 40 años en la salud. Algunos nacimos del lado equivocado del mundo🤷 pero con la conciencia clarita, lo que hace que sufras más moralmente....fuerza compañeros de Casa de Galicia. Me tocó como a muchos allá por el año 2.000. Entiendo en carne viva lo que están pasando. Algún día lograremos mejorar este mundo. No pierdo la esperanza. Arriba!!! Estamos con ustedes !!!
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