No es fácil ordenar los pensamientos cuando el tema duele tanto.
Y además le empiezan a abrir tantas puntas diferentes que uno no sabe por dónde empezar.
Es que el otro día una mujer de 30 años, luego de bailar un buen rato con un hombre en un boliche, acordaron ir a la casa del hombre a tener sexo.
Cuando eso es lo acordado no hay nada que decir.
La cuestión es que luego aparecieron dos hombres más y la violaron.
Eso fue lo que alguien denunció anonimamente hasta que fue la policía y encuentra a la mujer en shock, se la llevan a un Centro de Salud y constatan elementos sugerentes de violación sexual.
Lo primero que pasa es que la gente descree de la mujer: "Hay que ver si fue así". Cuando alguien denuncia que lo robaron o que le golpearon o que le estafaron no se descree desde un principio. Si los datos son confusos se plantean otras posibilidades. Pero cuando una mujer dice "Me violaron porque yo no quise nada en ese momento" lo primero es dudar de ella.
Y además saltan otros tipos (muchos de ellos en sendos programas de medios de in-comunicación masiva) que empiezan la cantinela "Estaba vestida muy provocativamente; había ido a un boliche para luego tener sexo; en la foto de su portal de Jetalibro (Facebook para los que no entienden castellano) está tirando un besito". Esos mismos tipos deberían entonces aguantarse sin denunciar si les roban su local de insumos eléctricos y máquinas "porque la vidriera estaba llena de cosas muy llamativamente arregladas".
La mujer no es libre de vestirse a su antojo, ni de desear tener sexo con alguien apenas conocido. Si así lo hace deberá tolerar que vengan otros tres que, sin pedir permiso ni aguardar aceptación, hagan con ella lo que se les ocurra.
Y cuando dicen violación en manada me rechina los dientes. Porque la manada es el grupo que cuida, protege, guía a los de su especie. Esto es una violación en patota, con la peor acepción del vocablo posible. En patota de machos fuertes contra una sola mujer a la que someten a lo que les parezca.
Y lo peor es que esto no es algo excepcional, que nos llama la atención cuando sucede. Esto es algo demasiado habitual. Tanto, que la fiscal encargada del caso dice que están desbordados, que no pueden encargarse correctamente de todos los casos que se les presentan.
Y no hace falta más que ver cuántas son las denuncias de violencia de género, contra mujeres, niñas y adolescentes; cuántos son los femicidios consumados o intentados, para darnos cuenta que estos casos son algunas pocas puntas de un enorme iceberg que nos negamos a creer que exista.
Y estos tipos, una vez condenados, no pueden ser puestos el libertad por alguna razón aviesa.
Y mucho menos porque tienen 65 años.
Y mucho menos aún cuando la patota violadora estaba integrada por policías o militares que se ensañaban contra mujeres u hombres atados, golpeados, colgados, detenidos.
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