Recibí el aviso por el correo electrónico: “Hasta el 31/3 con el 25% off”.
Me froté las manos. Ahora o nunca. El vaquero que hace tiempo me quiero comprar pero el precio era demasiado excesivo. Hasta hoy.
Al atardecer llego al comercio. Al frente mesa con pantalones. Me acerco. “¿Puedo ayudarle en algo?” me pregunta una veinteañera ataviada de arriba abajo con prendas del local. “No, miro nomás. Gracias”. Contacto visual con la vendedora nulo. Ya aprendí que mirar a los vendedores a los ojos es invitarlos a que se manden con el speech aprendido y te frustren tus ansias consumistas. Convengamos que en esta oportunidad, una auténtica futilidad. Pantalones por todos lados y yo sin encontrar lo que buscaba: mi pantalón vaquero chupinesco . Ni hablemos del talle.
Cinco minutos después acudo al socorro.
“Disculpá, ando buscando un vaquero medio chupín, para mí“
“Si, claro!” Rota sin moverse del lugar 180 grados para comenzar a mostrarme los modelos colgados contra la pared. “Tenés para elegir el regular, el skinny, el slim, el confort…”
“Pará, lo quiero chupinesco pero no adherido a mis piernas, se entiende?”
“Puede ser el skinny o el slim, ¿qué talle?”
Me levanto la camisa, le muestro el vaquero que llevo puesto y la miro animándola para que se la juegue. Ni duda. Esta veinteañera anda volando en lo suyo.
“30, capaz 32”
“Probate el skinny talle 30, este modelo es más angosto. Y llevate un 32 del modelo slim mientras te busco un 30.”
Me dirijo feliz hacia los probadores. Tranco la puerta, me descalzo, me saco el pantalón y paso a probarme el slim 32. Calza con cierta justeza al inicio pero luego de acomodarlo lo noto cómodo en cintura y piernas. Seamos honestos: me deleito frente al espejo. Me gusta el pantalón. Me gusto yo dentro del mismo. Pero… siempre hay un pero. Miro de reojo el skinny (“este es el más angosto”) y me digo, ¿porqué no?
Entonces me saco el slim, tomo el skinny, y parado contra la banqueta frente a la puerta levanto mi pierna izquierda, la introduzco en la cárcel-pantalón que comienzo a advertir que es, inicio el descenso por el tubo largo, oscuro y cada vez más estrecho hasta que la punta del pie asoma por el extremo distal. Tiro del pantalón hacia arriba y apenas logro sacar medio pie. Perplejo y sudoroso, apoyado aún en mi pierna derecha, me inclino todo lo más que puedo para llegar al talón del pantalón, tironear desesperadamente para que el pie definitivamente pase todo y así calzar la pierna. Cosa que logro casi que milagrosamente. Me miro al espejo. Una pierna calzada y la otra en el piso. “Carajo. Esto no va a poder conmigo”. Con el pie izquierdo ya liberado y apoyado en el piso comienzo lo mismo con la pierna derecha. Esta vez solo logro ver el dedo gordo de mi pie. “¿Necesita algo? ¿Cómo le queda?” me pregunta la vendedora imagino que preocupada frente a la demora del viejo pelotudo, que ni se imagina lo atrapado que está dentro de un skinny 30 y que porfiado como es llegará hasta las últimas consecuencias con tal de vérselo puesto.
Comienzo a tirar desde arriba. Nada. Flexionando el tronco y aún apoyado en una sola pierna desciendo con los brazos mientras intento subir el pantalón. No hay caso. Llego hasta el talón del pie y en un intento postrero por sacar el pie hacia fuera pierdo el equilibrio, me voy hacia delante y blum! De cabeza contra la puerta. Retrocedo de rebote y plim! Caigo sentado en el borde de la banqueta que se vuelca y junto a ella termino en el piso preso del pantalón de mierda cual chaleco de fuerza.
“¿Está seguro que está bien?” me pregunta la veinteañera ya francamente con voz preocupada.
“Si si. Me resbalé. Todo bien"
Todo mal. Aprovechando la seguridad que me brinda el piso en una maniobra contorsiva propia del Gran Houdini saco mi pierna izquierda, luego la derecha, para finalmente resoplando, incorporar mi humanidad, ponerme mis pantalones, luego las medias que habían quedado en el skinny de mierda, y calzarme los zapatos.
Me miro al espejo. Y me mando a la reputísima madre que me parió.
Abro la puerta con una sonrisa de oreja a oreja.
“Muy buen ojo el tuyo. Era el 32 nomás “
Pero ahora tengo mi chupín. Medio chupín.
Comentarios
Me reí a más no poder! Describiste la acción a la perfección! Y si fueras mujer ni te imaginas las trampas que nos hacemos para que nos entren las cosas,.....y ni que hablar de los miniprobadores!
Carmiña
Carmiña
Me rei a más no poder! Describiste la acción a la perfección! Y si fueras mujer ni te imaginas las trampas que nos hacemos para que nos entren las cosas,.....y ni que hablar de los miniprobadores!
ResponderEliminar