Demostrando una estrategia de marketing lúcida y audaz, pero a su vez, segura y eficiente para garantizar su éxito, LA GALANGA adoptó una medida que podría llamarse clásica, y empezó como han empezado las mejores publicaciones del mundo (The New York Times, Le Monde, El País de Madrid, el Heraldo de Paysandú, y muchas otras...): empezó... por el N° 1!!
¡¡¡Felicitaciones!!!
Mientras tanto yo, en una pausa de mi viaje de estudios, aproveché para buscar material en la sala de lectura del resort en el que me alojo (fueron varias sesiones de investigación, porque tampoco me puedo quedar mucho tiempo... es que la de la pieza de al lado se quiere dar una ducha y tengo que salir... de la sala de lectura).
Tan ardua y reiterada investigación (la comida portuguesa resultó muy digestiva) dio sus frutos: descubrí que no sólo en Uruguay existe gente con ganas y tiempo para expresarse escribiendo cosas dignas de echar a La galanga... encontré una publicación casera que se llama Ordinary Harry de la cual transcribo, en traducción libre, un par de colaboraciones que me gustaron:
PAN PORQUE ES FÁCIL Y CARNE PORQUE ES BUENA
A un hombre le gusta hablar alto. Para ser oído. Si no habla alto, un hombre no se siente bien escuchado. Y, por consiguiente, ya no se siente hombre. Y un hombre, que es hombre, nunca deja de ser hombre, a no ser que hable bajo... como los banquitos... los de los ponis.
A un hombre le gusta perder los estribos. No es importante encontrarlos. Con sólo perderlos está bien.
A un hombre le gusta el fútbol porque eso es de hombres.
Comer croissants no es cosa de hombres. Un hombre nunca come nada que no consiga escribir. Por eso sólo come pan y carne: pan, porque es fácil... y carne, porque es buena.
A un hombre le gusta tener patillas y pelo en el pecho. Pero a veces no le crecen. Es un problema. Pero es un problema de hombres.
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