Mínimo Gurméndez |
Es sabido que los médicos tienen (tenemos) un gran anecdotario de situaciones disparatadas, y que además tienen (tenemos) mucho tiempo para contarlas y aderezarlas.
Así pues es que, en un esfuerzo editorial impresionante, pretendemos seguir con esta saga médica pidiendo a todos los amigotes galenos que contribuyan a llenar la galanga.
Todas y cada una de estas anécdotas son absolutamente reales. Solo le hemos dado color y anonimato.
Antes de recibirnos de médicos todos, quien más quien menos, trabajamos como pinchaculos o practicantes. En nuestras épocas, donde había médicos que manejaban taxis, eso era mucho más frecuente y bastantes solo trabajaban de ello (y tenían suerte). Hoy, con una ocupación profesional de 99% es raro ver a un practicante dando inyecciones a domicilio por una farmacia.
La cuestión es que la Practicante estaba trabajando en una conocida mutualista de Montevideo. Tenía un radio bastante grande en cantidad de pacientes y por tanto se tenía que apurar. En el maletín llevábamos jeringas descartables (si; ya existían las descartables. Tan viejos no somos) pero los pacientes nos esperaban con la ampolla a inyectar, algodón y alcohol.
Cuando el paciente tenía exámenes de sangre u orina recogíamos las muestras para llevarlas al Laboratorio.
Llega la practicante, saluda y rapidamente encara la mesa del comedor donde tenían todo preparado. Carga la jeringa mientras el paciente ya se va bajando el pantalón y el calzoncillo, moja el algodoncito con el frasquito que estaba sobre la mesa, se lo pasa empapado en la nalga, rapidamente lo inyecta, saca la jeringa y aguja y vuelve a pasar el algodoncito, guarda sus cosas y empieza a despedirse hasta el día siguiente.
- Doctora (todos te decían Doctor), no se olvide de llevar la muestra de orina
- ????
- Allí, ese frasquito arriba de la mesa.
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