Otra vez vuelve por sus fueros la columna permanente: La galanga es Salud
Mínimo Gurméndez |
Es sabido que los médicos tienen (tenemos) un gran anecdotario de situaciones disparatadas, y que además tienen (tenemos) mucho tiempo para contarlas y aderezarlas.
Así pues es que, en un esfuerzo editorial impresionante, pretendemos seguir con esta saga médica pidiendo a todos los amigotes galenos que contribuyan a llenar la galanga.
Todas y cada una de estas anécdotas son absolutamente reales. Solo le hemos dado color y anonimato.
En La Galanga es Salud de hoy quiero saludar y homenajear a todos los que, galangueros o no, tienen la obligación de estar trabajando justo en el momento en que los demás están chupando y comiendo, reunidos y a las risas. Y acá entran, por supuesto, los médicos, enfermeras, instrumentistas, administrativos, cocineros, auxiliares de servicios generales, etc que pueblan los centros de salud los 24 a las 12 de la noche: esta es una columna de Salud. Pero además recordemos los choferes, policías, y hasta serenos que también laburan mientras vos levantás la copa.
Hecha esta primera mención les cuento otra anécdota que pinta la situación de cuerpo entero: los tipos trabajan hasta el borde del colapso, físico o mental. Solo los que nunca estuvieron de guardia un día y al día siguiente y después policlínica y después otra guardia; solo esos no se imaginan lo que es.
El traumatólogo había estado "en la máquina" todo el día. Se sentía cansado pero no se daba cuenta de cuanto. La adrenalina desplegada en su cuerpo hace que no sienta el cansancio y, como los médicos se creen superhombres (o supermujeres), siguen y siguen sin parar.
El tipo recibía un paciente y después volvía a la sala de yesos por el paciente anterior, y miraba las radiografías que recién le habían traído, y volvía a la sala de urgencia para ver otro. Y no se daba cuenta lo cansado que estaba hasta que el enfermero le trajo una receta órden que recién había escrito. Decía claramente: Traslado en Ambulancia. Frente y Perfil.
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