La pregunta, bien sencilla, es ¿Quién fue el que, no solo dijo, sino que escribió un contrato matrimonial, que decía cosas como las siguientes?
A. Te encargarás de que:
1. mi ropa esté en orden,
2. que se me sirvan tres comidas regulares al día
en mi habitación,
3. que mi dormitorio y mi estudio estén siempre en
orden y que mi escritorio no sea tocado por nadie, excepto yo.
B. Renunciarás a tus relaciones personales conmigo, excepto cuando éstas se
requieran por apariencias sociales.
En especial no solicitarás que:
1. me siente junto a ti en casa,
2. que salga o viaje contigo.
C. Prometerás explícitamente observar los siguientes puntos cuanto estés en
contacto conmigo:
1. no deberás esperar ninguna
muestra de afecto mía ni me reprocharás por ello,
2. deberás responder de inmediato
cuando te hable,
3. deberás abandonar de inmediato
el dormitorio o el estudio y sin protestar cuanto te lo diga.
D. Prometerás no denigrarme a los ojos de los niños, ya sea de palabra o de
hecho.
Una ayudita.
También dijo
“¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”
¡Correcto! Fue este viejito simpático.
¡Cuánta cosa hay que no se sabe!
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