Por suerte Julio María Sangrinetti aún escribe en su Correo de los Últimos Días. ¿Se imaginan sinó lo difícil que sería para este opúsculo poder escribir con cierta ironía o sátira sobre cualquier cosa?
El ex presidente (¡dos veces!) está muy preocupado por la presencia de los islámicos en nuestro país. Sobre todo porque los muy ingratos pretenden además ir a la Escuela y allí presentarse con sus atavíos religiosos básicos (el velo de las niñas).
Sangrinetti puso el grito en el cielo.
Uy!, perdón! (poner el grito en el cielo es de algunas religiones; no es laico)
Sangrinetti se ofuscó. Es que los inmigrantes de principio del siglo pasado (dijo él) vinieron a nuestras tierras pero traían costumbres que ya nos eran propias.
No eran como los primeros inmigrantes de todos, los primeros indocumentados, los que llegaron en 1500 y pico y en sucesivas oleadas, que vinieron con culturas francamente foráneas a los naturales de la zona, cultura y costumbres que instalaron con fuerza y vigor. Y bastante sangre ajena, también.
Los inmigrantes que decía Sangrinetti venían corridos por el hambre pero veneraban el mismo dios que los que ya estaban aquí. No había problema.
Los inmigrantes sirios de ahora también vienen corridos por el hambre y la guerra. Pero creen en otro dios. Y con justeza el ex presidente Sangrinetti, en defensa de los principios de laicidad que su antecesor Batlle y Ordóñez defendió hace un tiempo, exige que no se le permita a esas niñas sirias llevar velo en la Escuela. Un Escuela Laica como la nuestra no puede ni debe permitir semejante tropelía.
Ni otras.
Por ejemplo se revisará a los niños y niñas para que no lleven entre sus prendas ningún collar con crucifijos ni caritas de ángeles o vírgenes. Ni que se llamen como ninguno de los apóstoles, ni santos ni nada de eso. Basta de Pedros y Pablos; de Lucas y Franciscos. Y mucho menos de Marías. Y basta también de ver a los sobrevivientes de algunos ritos litúrgicos que al pasar frente a una iglesia se persignan, dejándonos en evidencia a los ateos, a los budistas y a los que iban en el mismo ómnibus pero mirando para el otro lado.
¡No más esas boludeces!
Solamente se permitirá que, al pasar en el 185 por el Estadio, se eleven ambos brazos al grito de ¡Vive Gighia, vive!
Comentarios
Muy bueno. Como siempre, esa pluma no solo nos arranca una sonrisa, sino que transmite lo que muchos pensamos.
Marta
Muy bueno. Como siempre, esa pluma no solo nos arranca una sonrisa, sino que transmite lo que muchos pensamos.
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