La pelota de fóbal (2)

por Máximo Gur Méndez

La historias se suceden unas a otras. Es que se van convocando unas a otras, como en nuestras "llamadas del candombe" hasta salir todas, juntas.
Esta vez el Lunfa me cuenta una de su juventud.
Hace una buena cantidad de tiempo nos juntábamos para estudiar.

En esa época el barrio "Obelisco" de Las Piedras aún tenía todas las calles de tierra; los ómnibus te dejaban a una cantidad de cuadras que la gente caminaba sin mayores dramas. La muchachada volvía del liceo o de la escuela y caminaba por esas calles al rayo del sol. Y para cualquier uruguayo que se precie de tal una pelota siempre es una pelota y siempre dan ganas de patearla; estés donde estés; de alpargatas o de zapatos.
Lo habitual es que no hubieran pelotas de cuero por todos lados: tenerla era una distinción. (Ver el siguiente enlace sobre la pelota de fóbal)
Los "medio pelo" jugábamos con pelotas de goma o de plástico. Cualquiera de ellas se pinchaban muy fácil, como es de imaginar.
Tono y Pocho (los tíos del Lunfa) habían encontrado una pelota de goma pinchada. Le hicieron un pequeño orificio y la llenaron de pedregullo. Como quien no quiere la cosa la pelota estaba bien redondita en un costado de la calle. Unos 30 metros más adelante se quedaron esperando en la calle. Cuando apareció el primer muchacho, desde allá le pegaron un grito:
- ¡¡¡Pasá la pelota, vo!!!