por Máximo Gur Méndez
Hay países que tienen (tenían y seguramente tendrán) un nivel de corrupción rayano en lo endémico.
Brasil es uno de ellos, y precisamente no es un invento de ahora.
La cuestión es que el ex presidente Lula ayer fue condenado en primera instancia por corrupción a 9 años y medio de cana; cana suspendida hasta el resultado de la apelación.
Pero hay cosas que no llaman la atención de este humilde interesado en política. A la Presidente Dilma la suspendieron del ejercicio de su presidencia gracias a la labor de denuncia del Presidente de la Cámara de Diputados Cunha. Le adjudicaron "maquillar" los datos del presupuesto para que no estuvieran tan feos y pudiera pedir créditos internacionales. Y eso fue suficiente para que le dieran un empujón y la sacaran. Eso si: el diputado Cunha apenas unos días después quedó en cana (sigue en cana) por corrupción lisa y llana, recibir guita por favores políticos. Y el actual presidente Temer, que ofició de mandatario puro y santo y asumió la presidencia al sacar a Dilma, está más que comprometido y no en maquillaje, sino en corrupción.
Dicen los que entienden un poco de esta política brasilera que el juez Moro no condenó a Lula a la luz de pruebas pues no existen evidencias que el famoso apartamento sea de Lula. Lo condenó porque él, el juez, estaba convencido de que Lula era corrupto. Pero deja entonces abierta la puerta para que un Tribunal de Apelaciones estudie su caso y falle, ahora sí con pruebas. Lo que sí (mirá que casualidad) Lula estará impedido a presentarse como candidato a presidente a las próximas elecciones brasileras, independiente de cual vaya a ser el fallo último.
Pero, en fin, lo que me llama más la atención es el coro de personajes vernáculos que le caen a la izquierda en general (y a Lula y Dilma o el que sea que se les ponga por delante, en particular) demostrando que la corrupción no es solo para la derecha.
Obvio que no.
Igual llama la atención la amnesia repentina y sesgada de los coristas.
¡Las cosas que hay que ver!
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