Ayer fue el Día de los Abuelos. En conmemoración del cumpleaños de Artigas, en Uruguay se festeja el día del abuelo.
Lo primero que tuvimos que hacer es extenderlo a los abuelos todos, genericamente, y antes que nos hagan poner abuelEs para que las abuelas no se sientan excluidas.
No hubo manera de zafar; no pudimos explicar nada y antes que apareciera alguna Josefa Gervasia que nos hiciera más difíciles las cosas metimos a todos en el mismo día.
La cuestión es que mis hijas me jugaron una buena broma y Álgebra Gurméndez (la que vive en Brasil con mi nieta Naomi) y Raíz Cuadrada Gurméndez se confabularon y se apareció desde allá de sorpresa y sin ningún aviso por el paisito.
Y ayer los tuve a mis tres nietos en casa.
Y ayer fue que me di cuenta de algunas cosas que siempre estuvieron sobrevolando la relación de los abuelos y los nietos.
Porque que un bebé le estire los brazos a su madre o le sonría agradecido es muy lógico: tiene el olor de la madre, de la teta y la leche que le alimenta a diario. Pero que un bebé se mate de la risa por las monerías que le hace otro grandote que apenas ve y reconoce (como me hizo Naomi), o que una nieta grande ya (de casi nueve) me guiñe un ojo bien cómplice porque le vamos a hacer una broma a su madre (como hace Iara); o que un nieto de 4 le grite "Ya vengo" al padre porque sale a hacer mandados conmigo (como hacemos con Itanú); cualquiera de esas cosas muestra esa conexión nieto - abuelo que debe siempre existir.
Porque los nietos deberían siempre recibir esa lluvia de estrellas que dicen que les damos los abuelos.
Pero lo que es indudablemente cierto es que los abuelos sí recibimos esa lluvia de estrellas que siempre nos dan los nietos.
Comentarios
Una belleza
Daniel Gil (Papapniel)
Unabelleza
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