por el Flaco
- Comunico llamada a estación Churchill! Hable!
- ¡Hola! Hola! Buen día don Juan !..¿Cómo están todos?....No, no todavía nada. Sin novedades hasta ahora, pero en cualquier momento, eh? Hoy ha estado más incómoda y dice que siente que le duele más, abajo. Veamos qué pasa. Hace unos días la vio la matrona y le indicó que caminara …¿Cómo? Que si….? Claaaro, nos hemos recorrido el pueblo desde La Correntada al puente, ida y vuelta; calcule! Bueno, sí por supuesto, pierda cuidado. Pasa que acá tenemos una sola cabina, y esta llamada yo la pedí ayer a la mañana. Por ahí cuando volvamos a hablar , quién le dice ya no haya nacido, no? Pah!, lo escucho un poco lejos, ¿cómo dice?
- ¿El nombre? Ah! ¿qué nombre? ¿Si es varón? Y….Leonardo, pensaba yo, como mi padre, si! ¿Qué cómo? ¿Más varonil?¿ No le gusta el suyo tampoco? Bueno, veremos. Y si es niña, Adela podría ser uno, tal vez. Le corto porque aquí la señorita me hace señas, ¿sabe? ¡Nos quedamos sin tiempo !
- Si no hay sangre como regla o líquido abundante como lacua, mejor quédate en la tua casa -, resonaban las palabras de doña Emilia. Moltas, moltas contracione e tú te vienes, va bene?. Esa frase como un mantra la seguía hasta su cama, hasta que el poco sueño le permitía apagar por un instante la dilatada vigilia.
Esa noche, Tatiana Press no podía conciliar el sueño. El domingo de finales contaminaba su mente, su cama, sus suspiros. Repasaba una y otra vez el paso, la aceleración, el giro, la salida, hasta el estallido de su garganta cuando el juez de campo levanta la banderita dando por buena la tirada. Si no dormía seguro no habría marca, ni olimpíadas, ni viajes, ni premios del comité. En más de una oportunidad estuvo casi a punto de llegar hasta su bolso. Pero el dopping era excluyente, y de por vida. No, no haría eso. Sería reprochable; imperdonable.
El domingo 19, Santa Isabel soportaba un aguacero de otoño como hacía mucho no se daba. El frío congelaba la quietud del pueblo a orillas del río Negro y la lluvia presagiaba más inundaciones y cortes de ruta. Hasta el tren podría quedar sin llegar si el puente no diera paso.
En Moscú todo era emoción y colorido. El Olímpico lleno de bote a bote, apostando a los créditos nacionales que buscaban los récords de la historia.
Doña Emilia dejó las zanahorias en remojo, y peló una a una las cebollas perfumadas y crocantes. El escabeche era más dulce si se hacía en tormenta, en la Toscana, o donde fuera, y ese era el momento; sin lugar a dudas.
Inés I. hizo una mueca, y un ruido sordo le avisó que algo ocurría. Era agua, y no de lluvia. Sus piernas mojadas le pesaban. Ya no era una falsa alarma; más bien un presagio.
Tatiana fue a la jaula a paso firme. Sus manos empapadas de sudor, a pesar del talco. Miró por encima de los ojos, suplicándole al viento hacerse cargo de su disco. Abrochó el cinto de cuero y doble hebilla, y tomó una vez más su proyectil de medidas tan familiares: un quilo de gloria, dieciocho centímetros apenas para morder el oro.
La madama abrió los ojos exclamando - Alora sí! , viene de cabeza este bambino; y bien dura que la tiene. Hay que pujare mamá, eh? Voy a ponerte una inyeccione de fuerza, y en un rato siamo qui!
Su tercer intento sería el último. 52,18 había marcado la británica, y esa distancia era para ella una marca superada. Tatiana dio ese paso, luego dos, tres y ya girando enloquecida lanzó con rabia su instrumento perdido entre las nubes y el sol encandilante, arrojándose de bruces contra la lona. Una eternidad esos segundos, mientras el juez de campo levanta el banderín y el mariscal desata la cinta interminable que se estira, y se estira, empujada por Iván, por Irina, por un estadio entero que ruge enardecido cuando el míster de cabina escribe con números grandes en la pizarra enorme : 52,29 mts……. Su llanto estalla haciéndola temblar, y sus rodillas se doblan bajo el peso de la emoción olímpica.
Inés I. profiere un grito vociferante y Emilia tracciona con sus manos la cabeza, luego un hombro, el otro, a seguir el resto del cuerpo, y un bebé recién nacido se sube al podio familiar como el primer nieto varón, inundando con su llanto aquel cuarto lleno de vapores de eucaliptus y sábanas alguna vez almidonadas, tan arrugadas.
- 3 quilos 600 y es un macho! -, gritó el chofer ahora enfermero, ahogando el ruido de la lluvia y el granizo desatados.
Tatiana Press sube a lo más alto e irá a Tokyo. La corona de laurel y su sonrisa consagrada ese 19 de mayo de 1963 a las 9:16 GTM de Moscú, como consta en el registro mundial de marcas.
Un bebé recién nacido ese domingo de mayo a las 20: 15 en la localidad de Santa Isabel, tal como reza la partida en el registro civil de la ciudad, daba inicio a una carrera por la vida.
Sin récords y sin medallas. Sin himnos y sin izado de banderas. Sólo con el mérito de nacer primero.
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