Se va la primera
Breve Sainete en tres piezas sobre algunas desavenencias de la vida conyugal (1).
- Carlos
- ¿Que?
- Escuchame
- Si, te escucho.
- Pero escuchame bien lo que te voy
a decir.
- Si, dale.
- Estamos en crisis.
- ¿Que?
- Lo que oíste.
- ¿Que?
- Que estamos en crisis, ¿no te
diste cuenta?
Carlos bajó el suplemento
deportivo del diario, miró a Irene y luego de unos segundos contestó.
- No
- No ¿que?
- No, no me di cuenta.
- Pero ¿como no te diste cuenta?
- No gorda, te acabo de decir que
no me di cuenta, ¿o hablé en otro idioma sin darme cuenta?
- ¿Ves? ¿Ves? Hace tiempo que me
tratás así, mal. No me das pelota, estas leyendo ese suplemento de mierda y no
me das pelota - dijo Irene casi llorando.
- ¿Vos me estas jodiendo o me estas
hablando en serio?
- Pero como te voy a estar
jodiendo, Carlos. Es en serio. Estamos en una crisis, definitivamente estamos
en una crisis.
Carlos bajó el suplemento
deportivo y lo dejó en el piso, al lado de la cama.
- Gorda, no seas mala. Aguada le
ganó a Malvín un partido imposible, bueno, en realidad Malvín perdió el
partido. Estoy leyendo eso. Pero mientras yo leo eso, vos estas viendo en la
tele esa serie pelotuda de amoríos entre médicos. Vos tampoco me das bola.
- ¿Ves?, ¿Ves? Vos menosprecias mis
cosas, claro, la serie que yo miro son amoríos pelotudos pero Aguada y Malvín
es para grandes intelectuales ¿no? Seguro que mañana vas a poder sentarte en un
café literario a dar cátedra de como 10 pelotudos corren atrás de una pelota
para tratar de meterla en un agujero. Claro, mientras yo veo una serie pelotuda, ¿no? Dejame de joder.
- No, pará un poco. Yo dije que
mientras yo leo deportes (y vos tenés todo el derecho del mundo de pensar que
es una reverenda boludez), vos estas viendo esa comedia venezolana pero yankee
y dentro de un hospital. Yo no dije que yo soy un intelectual y vos una lela.
Lo que yo estoy leyendo no es para ninguna tertulia académica, pero te aseguro
que si me cruzo con Galeano el pelado va a encontrar más interesante hablar
conmigo de Aguada y Malvín que contigo de los amoríos de Meredith Grey.
- Ah, ves que me tratás como si yo
fuera bobita pero sabés los nombres de la “comedia venezolana pero yankee
adentro de un hospital”.
- ¿Y como no querés que sepa los
nombres de esta sarta de pelotudos? Yo no te leo en voz alta el suplemento
deportivo sino seguro que te acordabas de Leandro García Morales. Todas las
semanas me fumo esta cosa y al final los nombres te quedan. Pero yo me refería
a otra cosa: mientras yo leo deportes vos ves la tele, así que vos tampoco me
das pelota.
- Mirá que sos cínico ¿eh? Das
vuelta todo como una tortilla y parece que la culpable de esta crisis que vos
no ves, soy yo.
Se hizo un silencio breve pero
incómodo, donde ambos quedaron mirándose a los ojos. Finalmente Carlos rompió
el silencio.
- Gorda, 'toy cansado, mañana
laburo. Charlamos mañana, ¿'ta? Pero la posta, para mi no hay tanto drama.
Le dio un beso a su mujer, se dio
vuelta en la cama y a los 45 segundos roncaba como un oso pardo en celo.
Irene se quedó sentada en la
cama, con la luz apagada, mirando una pared que no llegaba a ver porque la
oscuridad no se lo permitía. Estuvo así hasta las 3 de la mañana, pensando y
llorando en silencio.
Carlos durmió toda la noche.
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