La fiesta de la revolución parecía que era para el pueblo pero no. Las oligarquías locales querían quedarse con todas las ganancias y no pagar más a la metrópoli española. En el medio de la fiesta se metió un veterano con un pueblo chiquito queriendo repartir la torta federativamente, respetando las singularidades de cada pueblo. El veterano iba acompañado por la mersa, indios, negros, gauchos y también algunos intelectuales y clérigos. Venía con un ejercito que no era tal, era el propio pueblo en armas.
El líder tenía muchas virtudes y como todo ídolo muchos defectos. Dicen que era un traidor a su clase, que había vivido con los gauchos y los indios, que había sido contrabandista, que comía con las manos. Erra irreductible y testarudo, imposible negociar con el si no estaba de acuerdo, era impecable contra los traidores.
El conductor - conducido iba con un pueblo atrás, hasta las mujeres y los hijos acompañaban el ejercito de desarrapados. En un momento llegó a luchar en tres frentes: contra la junta porteña, contra los españoles y contra los portugueses.
El hombre iba al frente, no medía riesgos. Ganó la primer batalla por la independencia que hubo en América peleando en el campo de batalla, no en los salones de una ciudad o comprando a ejércitos de burócratas que se pasaban de un bando para otro cuando más le convenía.
Los poderosos de siempre le pusieron precio a su cabeza. La fiesta no era para los pequeños, la torta se debía repartir entre los grandes.
Más adelante llegaron los ingleses queriendo vendernos sus espejitos. No les servía que los ríos Paraná y Uruguay fueran de navegación exclusiva para los vecinos. Los esclavistas y racistas de Inglaperra -como los nombraba el profesor Reyes Abadie-, propusieron la idea de que argentinos y brasileros no se pelearan más por este pedazo de tierra y dejaran que esos revoltosos formen su estado. Así pasamos de tener un proyecto bien grande a ser un estado tapón.
Los conflictos por pequeños intereses particulares siguen hasta nuestros días. Hace algunos años nuestros poderosos vecinos nos tildaron de enano llorón. Cada tanto nos botijean o nos ningunean. Como pueblo chico que somos, los orientales resistimos, estamos acostumbrados.
Sobreponiendose a nuestros errores institucionales, a los incompetentes que tenemos en el ejecutivo de la AUF y que le dieron un golpe de estado a Bauzá y no pudieron defender a Suárez, el sábado en Maracaná nuevamente el enano llorón, el estado tapón, se transformará en 3 millones de jugadores adentro de la cancha. Así es nuestra forma de ser y de sentir.
Tenemos claro que es un juego y no una guerra, lo vamos a disfrutar pero con los dientes bien apretados.
"Cuando no me queden jugadores, lucharé con perros cimarrones"
"Nada debemos esperar sino de nosotros mismos".
Don José.
Hoy sale la más linda a entibiar la vereda...
La más linda. de Mauricio Ubal con Contrafarsa
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